CAPITULO 5

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Joe no volvió a ir al hostal de nuevo, después de hablar con Nevan, el omega le había pedido que se mantuviera alejado de él, ya que no quería que lo vieran como una persona débil, podía solucionar sus propios problemas por sí solo. Era capaz de hacer cualquier cosa por sí solo.

O eso creía...

Muchas veces sus fuerzas fallaban, se sentía más cansado que de costumbre, intentaba dormir por las noches para poder descansar, pero terminaba dando mil vueltas. El dolor físico podía con él, intentaba calmarlo con las pomadas que la daba Celia o tomando las medicinas que habían en el hostal, no sabía de quien era. Nadie había puesto una reclamación por el robo de esos medicamentos, así que siguió haciendo durante dos semanas.

-¿Te sientes enfermo? – le pregunto Celia, al verlo aquella noche – Tienes mala cara, Nevan ¿Quieres que te ayude? – negó con la cabeza – Sé que eres tu quien se toma las medicinas de la recepción – Nevan se quedó quieto, mientras la beta le sonreía – No estoy enfadada, pero deberías avisarme antes, pueden ser malas para usted.

-Estoy bien, gracias por preocuparte... - agacho la cabeza sonrojado – Yo no robe ninguna medicina de recepción – mintió, sus mejillas ardían cada vez más – Debe ser otro.

-Si se encuentra mal, puede decírmelo... - le sonrió de nuevo, el omega no podía mirarla a cara, se sentía muy avergonzado – Llamaré al doctor Corbin para que le ayude, no debe preocuparse por nada. Tan solo...

-Estoy bien... - le repitió – Buenas noches, nos veremos mañana.

-Buenas noches, señor Keller – Celia lo notaba extraño, Nevan había sido esquivo desde que lo conocía, pero no le mentía o no con tanta facilidad como lo estaba haciendo en ese momento.

Las manos de Nevan estaban llenas de callos por cargar las cajas, sus brazos tenían pequeños cortes que le escocían todo el tiempo, aunque intentara cubrirlos para que no les molestase. Las heridas se abrían de vez en cuanto, las mangas tenían pequeñas manchitas rojas, aún no se curaban del todo cuando volvían a abrirse.

Llevaba casi un mes trabajando en aquella fábrica, aún seguía siendo menos que sus compañeros, algunos lo trataban como si fuera un niño, sobre todo aquel dichoso jefe, con el cual hablaba con él si era estrictamente necesario, seguía sus indicaciones sin decir nada, para que se aleje de él. Su ropa de trabajo estaba empezando a oler a ese alfa, era como si quisiera marcarlo poco a poco, le entraban arcadas cada vez que debía cambiarse, una vez estuvo a punto de vomitar, el olor de ese alfa le era demasiado desagradable.

Eso sí, Nevan se aprovechaba de algunas de las ventajas de trabajar en aquel lugar. Había aprendido un pequeño truco para sacar la comida de la máquina expendedora, sin tener gastarse dinero. Vi a varios hombres hacerlo, así que los imito, la primera vez que lo intento, no había conseguido nada, tuvo que ir practicando. Tardo tres días en aprender a conseguir los sándwiches de atún, en poco tiempo se había convertido en un experto. No tenía nada que envidiar a sus compañeros y lo mejor de todo era que al tener las manos pequeñas, podía conseguir más comida, que escondía en su mochila para comerla en el hostal.

Nevan creía que era un genio por hacer eso, nadie lo había visto, siempre esperaba a que sus compañeros estuvieran lejos de él para usar su arma secreta. En esos momentos, era lo único que lo hacía feliz, aunque fueran durante unos segundos. La máquina donde se encontraban las botellas de agua, era un poco más complicada, pero también consiguió dominarla en poco tiempo.

-Veamos, que he conseguido hoy...

Una pequeña sonrisa maliciosa se formó en el rostro de Nevan, abría poco a poco su mochila, para que nadie lo escuchara, ese día había conseguido un poco más de comida, alguien se la había olvidado, y él la tomo prestada, esperaba que no le molestará a esa persona, aunque no le importaba si lo hacía.

Hasta el final del caminoWhere stories live. Discover now