CAPITULO 31

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Nevan recogía la ropa con prisa, aquella mañana había puesto a lavar la ropa que le había comprado a su bebé para tenerla preparada para cuando pudiera usarla. La había limpiado a conciencia, para que fuera lo más cómoda y suave posible, tendiéndola en el pequeño balconcito de su habitación. Se confió demasiado, el sol brillaba y su permitió ir en manga corta con una chaquetita finita, no tenía frio, la primavera había comenzado esa misma semana.

-No, no, no... - decía alarmado mientras recogía la ropita, la lluvia la había vuelto a mojar, hizo un pequeño puchero al no encontrar el gorrito de su bebé. - ¡Maldita lluvia! Me las vas a pagar.

Se escondió al escuchar un trueno, a veces no era tan valiente como quería, se asomó con cuidado al balconcito cuando la lluvia menguo para buscar el gorrito, había sido uno de los regalos de Tania, tenía dos orejas gigantes de conejo. Nevan no estaba muy seguro de que le gustará a su bebé, pero se vería muy tierna con el puesto.

-Bebé, no lo encuentro... - hablo con tristeza, acariciando su barriga, había dejado de ver su pies, que estaban casi siempre cubierto por la panza. – Bebé, tendremos que buscar otro gorrito, aunque me gustaba mucho eso ¿Qué debería hacer?

Espero una respuesta de parte de su hija, pero ella había decidido que era la hora de la siesta. Nevan se arrodillo para poder buscarlo mejor, su tripa pesaba demasiado en aquel momento, su espalda le dolía por estar en aquella posición, pero necesitaba encontrar el regalo. Sintió ganas de llorar cuando no lo vio por ningún lado.

-Bebé, iré a pedirle ayuda a Celia o al señor Taylor, ellos lo van a encontrar... - le costó bastante volverse a ponerse de pie, sentía como se estaba quedando sin aliento, se tuvo que sentar en la cama para poder recuperar el aliento. – Bebé tendremos que reducir los dulces.

Suspiro agotado, moverse se estaba volviendo un tormento en aquellos días. Celia había reducido su trabajo todo lo que pudo, Nevan tan solo trabajaba por la mañana y descansaba por la tardes. Aunque las aprovechaba para ir a visitar a los gatitos, muchas veces encontraba a Nash sentado cerca de Dama, ella le pedía caricias y ronroneaba al tenerlo al sentirlo cerca, el alfa la había empezado a llamar "Mi niña", algo que parecía gustarle. Aunque Nash no se libraba de los arrebatos de Dama, cuando no quería más caricias lo arañaba sin piedad.

Nash le había llevado un pequeño sillón que encontró tirado en la calle para que pudiera sentarse en el jardín y estar cómodo. Lo restauro en poco tiempo y compro algunos cojines para que pudiera apoyarse. Ese sillón se había convertido en uno de sus sitios favoritos en los últimos días, podía mimar a los gatitos sin preocuparse por nada.

Nevan apoyo sus manos en el vientre para despertar a su bebé, ya había tomado demasiada siesta y le asustaba demasiado que estuviera tan quieta. Ella no tardo en mostrarle un bulto, no estaba muy seguro de lo que lo era, tal vez la cabeza o uno de sus pies, últimamente su pequeña se había convertido en una futbolista profesional, si pateaba cerca de la vejiga, él debía correr al baño, más de una vez tuvo que cambiarse los pantalones por culpa de la bebé.

-Bebé, es hora de comer... - sonrió con ternura, la gustaba sentir a su bebé en sus manos. – De paso pediremos ayuda, papá se siente muy cansado.

Las pantuflas se habían convertido en sus grandes aliadas, Nash le regalo unas en forma de vaquitas para que camine por el hostal, ya que sus zapatos no le entraban. Nevan amaba escuchar los mugidos de las pantuflas cuando caminaba, le parecían muy divertidos, él no diría que pisaba con fuerza el suelo tan solo para que se escucharan, aunque lo hacía de vez en cuando, después de comprobar que no hubiese nadie cerca.

Celia se dio cuenta de que estaba cerca de ella al escuchar los mugidos, Nevan caminaba feliz por el pasillo, mientras pensaba en que le pediría para cenar a Silver, esa noche habían muchos platos delicioso y se enteró por unos huéspedes que había helado, se le hizo la boca agua al escucharlo. Pensaba en que sabor podía elegir, estaba entre el de vainilla, fresa o turrón, se sintió algo decepcionado cuando dijeron que no había de chocolate.

Hasta el final del caminoWhere stories live. Discover now