CAPITULO 13

43 13 0
                                    

Nash, no sé acuerda de cuando empezó a llorar, estaba muy triste y tan solo escapó de casa, escondiéndose en un pequeño hueco en el parque. No había nadie, estaba completamente solo, eso lo consumió poco a poco, sus últimos recuerdos de ella, no eran buenos. La vio sonreír, pero se estaba yendo, le había pedido a su hermano que la perdonará si ya no era fuerte, estaba cansada, tan solo quería dormir. Nash apoyó su frente sobre la de Cami y le sonrió, diciéndole que ya no debía ser fuerte, que estaba bien rendirse, mientras su corazón se rompía en pedazos pequeños.

Su madre lo llevó a casa, después de que besará por última vez la mejilla de Cami, ella se despidió con una pequeña sonrisa. Aún recuerda como cerraron la puerta para que él no viera nada, su madre lloraba, por eso tenía que ser fuerte. No lloro hasta que pasaron unos días.

-Cielo, tenemos que decirte algo importante... - tenía a sus dos madres delante, estaban tristes, muy tristes – Sabemos lo mucho que la querías, sabemos lo que has hecho por ella, pero Cami...

-Ya lo sé mamá. – sonrió, era el hermano mayor, debía ser fuerte, debía cuidar de sus madres – Yo le pedí a Camila que podía descansar, por favor. No os enfadéis con ella.

Les sonreía a todas las personas que iban a su casa, debía ser fuerte. Se lo repetía todo el tiempo. Debía ser fuerte por Cami, debía ser fuerte por sus madres, aún no podía llorar. Todos sabían que se iría algún día, estaba preparado, desde el día que le dijeron que no iba a mejor. Cami no lo sabía, pero él sí, quería disfrutar del tiempo con ella. No tenía por qué decirle nada, no debía asustarla.

-... habrá dejado de sufrir. – escucho al fondo del pasillo, sus madres estaban hablando con una de sus tías, no sé acuerda de quien era – Era la mejor decisión, Camila ya no podía seguir entre nosotros, era doloroso para todos.

-¡Estúpida! – murmuro, estaba mal decir malas palabras, le reñían cada vez las decía, a Cami le parecían divertidas – Es mi hermana.

Rose estaba sentado a su lado, su prima era la única que lo conocía de verdad. Después de su hermana, era la persona más importante para él. Rose lloraba, aunque ella no había visto a Cami aquel día, su prima lloraba, por él. Nash la observó de reojo, sin decir nada, le habían pedido que esperará fuera hasta que fuera la hora, debía despedirse de nuevo de Cami, aunque no quisiera, tenía que decirle de nuevo adiós.

No podía soportarlo más, Nash estaba cansado de ver a todas esas personas en casa. Nunca habían ido a ver a Cami cuando estaban en el hospital y ahora estaban fingiendo llora por ella, eran una panda de estúpidos. Sus madres tenían la mirada fija en alguna parte, apenas escuchaban a esas personas que ocupaban su casa.

Comenzó a caminar despacio hacía la puerta, se ahogaba en su propia casa, escucho como Rose lo llamó, la ignoro. Ella también estaba fingiendo, todos lo hacían, lloraban por Cami sin conocerla, eso era lo que más lo molestaba. Al abrir la puerta, sintió libertad, Rose seguía llamándolo, ni siquiera se dio la vuelta para mirarla, sus piernas empezaron a correr escaleras abajo sin parar, quería salir de ahí lo antes posible.

Había un coche negro en la puerta de su casa, allí se encontraba Cami, había visto como la bajaban en su ataúd. Nash no sé había acercado para verla una última vez, la había visto hacía dos días. Antes de irse a casa, le había dicho que era bueno rendirse. Pero ahora se arrepentía, podía haber esperado un poco más, hasta que él estuviera verdaderamente preparado.

Siguió corriendo, sin saber dónde ir. Escuchaba que lo llamaban a su espalda, era la voz de una de sus madres, Nash no se detuvo, no quería que lo vieran, no iba a dejar que lo atraparan. Necesitaba estar a solas, no iba a despedirse de nuevo de Cami, iba a esperar a estar preparado de verdad, le daba igual que lo persiguieran por cien años más, él tan solo quería esperar a que fuera el momento indicado. Entro en el parque cuando dejó de escuchar a su madre, se escondió en el hueco que había debajo del tobogán haciéndose un ovillo, acercó sus piernas al pecho escondiendo su rostro entre ellas y comenzó a llorar para aliviar ese horrible picor en sus ojos.

Hasta el final del caminoWhere stories live. Discover now