~Eto ne khorosho~

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Abrí los ojos para encontrarme con que estaba en una cama que no era la mía y usaba ropa que tampoco me pertenecía, me quedaba algo grande pero funcionaba; bajé de la cama torpemente, estaba algo mareado y caí al suelo, me levanté comenzando a buscar a Aki por toda la habitación encontrándolo en una esquina riendo sin razón aparente con una botella de Vodka junto a él.

-Aki...-corrí hacia él- ¿qué hiciste?... ¿por qué?...perdóname...- dije preocupado mientras que las palabras se repetían en mi cabeza, era mi culpa que estuviera así, solo le estaba dando problemas- ven...levántate...-lo jalé con todas mis fuerzas pero con un ligero movimiento él tiró de mí haciéndome caer y golpearme con la pared mientras le daba otro trago a la botella que estaba a punto de acabarse; intenté arrebatársela pero la quitó de mi alcance.

      -Sabes que odio que te metas cuando bebo- dijo molesto- ya no tengo 13 años- me puse en pie quitándole la botella y alejándome lo más que pude.

-No me importa si tienes 13 o 40...esto no está bien...-lo regañé, no quería verlo así; se puso en pie con dificultad y se acercó a mí tambaleándose.

      -¡Suelta - Mi - Botella!- gritó dando un golpe en la puerta de metal hiriéndose los nudillos.

-No...- repliqué alejándome más sin perderlo de vista- ahora tendré que curarte la mano Aki- corte un trozo de sabana humedeciéndolo con el contenido de la botella.

      -¿Qué te pasa?- me gritó furioso- agh, yo me largo de aquí- abrió la puerta y salió tambaleándose, mientras lo veía marcharse en mi mente se libraba una lucha interna entre dejarlo ir y salir tras él para detenerlo y curarlo; en el último momento salí corriendo de la celda y lo alcancé en otra sección y ante la mirada de todos los presos lo jalé logrando que perdiera el equilibrio cayendo al suelo y comencé a arrastrarlo de regreso a la celda. Él no me hacía las cosas fáciles, se jalaba y retorcía sin parar de gritar,-Suéltame, que me puedo cuidar solo, ¿qué no lo entiendes?, después de todo este tiempo aún no entiendes que ya no soy un niño.

Supe que no hablaba conmigo, volvía a discutir con alguien que no se encontraba presente; me dolían sus palabras y él ni siquiera parecía notar el daño que me hacía con cada una de sus acciones.

-Cálmate ya Aki...deja de hacer tanto ruido...te estas comportando como un crío- estábamos a pocos metros de la puerta, no me agradaba llamar la atención cuando nadie fuera de Aki y los guardias me habían visto en ese sitio.

      -Que me dejes de decir crío- se zafó de mi agarre y comenzó a avanzar a gatas hacia las escaleras rápidamente fui tras él alcanzándolo en el borde de las escaleras.

-Aki...-grité para que se detuviera- tampoco eres un perro...vamos...regresa...solo trato de cuidarte...-estaba tratando de ignorar todas las miradas divertidas que estaban sobre nosotros, pero cada vez me era más difícil- no dejaré que te vayas- lo abracé por la cintura jalando de él lejos de las escaleras, comenzó a patalear pero no lo solté y comenzó a balbucear tratando de zafarse.

      -Mimi mimimi mi mimimi.

-Por favor...cálmate...cálmate...ven conmigo...-dije cuando al fin se quedó quieto y empecé a acariciarle el cabello tratando de darle confianza, en ese momento se giró jalándome y haciendo que quedara a horcajadas sobre él, me beso con fuerza manteniéndome en esa posición, traté de retirarme y lo conseguí con algún esfuerzo levantándome con los ojos cristalizados por el dolor que sus besos me provocaban, esos besos que me gustaban tanto y me daban tanta seguridad, me reconfortaban pero también me llenaban de ese sentimiento que tanto odiaba porque sabía que esos mismos besos no eran míos; lo jalé de los brazos para tratar de levantarlo pero solo se quedó quieto y rígido sin mirarme.

En un instante soltó sus brazos y yo caí hacia atrás golpeándome en la cabeza con el barandal que se encontraba a mi espalda quedando semiinconsciente, podía ver el techo muy alto sobre mí pero no era capaz de moverme, estuve en ese estado unos minutos hasta que recuperé el control de mi cuerpo, me incorporé y vi que Aki seguía ahí, acostado a la orilla de la escalera mirando la nada mientras murmuraba cosas que me eran ininteligibles, me acerqué tomando su pierna y jalándolo de ella como último recurso con las lágrimas amenazando con salir de mis ojos otra vez. Al llegar a la celda metí a Aki con cuidado dejándolo en medio de la habitación y cerré la puerta, tomé el trozo de tela que había cortado anteriormente, estaba ya seco así que tomé la botella y termine de vaciar su contenido en el trapo, me arrodillé al lado de Aki y tomé su mano limpiando sus nudillos de la sangre seca y la tierra que había quedado con su arrebato en el pasillo, tomé una de las vendas que estaba en el piso y la coloqué cubriendo las heridas de su mano; al terminar me alejé de él, tenía demasiadas cosas en la cabeza y su cercanía me ponía mal en ese momento, me senté recargándome en la puerta para que Aki no pudiera salir tan fácilmente, estrellé mi cabeza dejando que las lágrimas salieran de mis ojos, me sentía muy culpable por el estado de Aki, además la mezcla de emociones me estaban confundiendo mucho, no terminaba de entender lo que este chico me hacía sentir y eso me estresaba de sobre manera.

Él solo estaba ahí, perdido en sí mismo, no parecía estar consciente de lo que pasaba, después de un rato en que estuve mirándolo mientras que de mis ojos seguían brotando las lágrimas; me desplacé hasta llegar a la cabeza del chico, levantándola y colocándola sobre mis piernas, acariciando su cabello mientras que una canción antigua llegaba a mi memoria y salía de mis labios suavemente dando con mi voz todos mis sentimientos a Aki, quería decirle todo pero no me atrevía, sentía que ya me había humillado demasiado a mí mismo así que solo canté y en esas palabras rusas que eran un arrullo y un recuerdo de mi madre consolandome por las noches; en mi voz le daba mi cariño sincero. Nadie me había escuchado cantar nunca, era mi secreto que escondía entre las ramas de los árboles en los bosques congelados de mi hogar, mientras el viento me arrullaba y me acompañaba con la voz de mi madre a la distancia que cantaba la canción que ahora le dedicaba al hombre que era mi único compañero y al menos desde mi punto de vista era lo único que tenía.

Debía tomar una decisión, podía dejarme llevar por él siendo lo que él quisiera que fuera o podría renunciar a esto y alejarme como había hecho siempre, mi confusión era mucha y todo por lo que sentía a su lado. Seguí cantando y noté como sus labios se movían sin producir sonido alguno.

-Aki...tranquilo...estoy aquí...estoy contigo...-le di un beso en la frente y continué en voz baja pronunciando los versos que tanto consuelo me habían dado a mí alguna vez. Solo podía mirarlo, se encontraba tan cerca y al mismo tiempo tan lejos y cada vez se alejaba más de mí; comencé a acariciar su antebrazo hasta llegar a su mano donde deje la mía-¿cómo puedo ayudarte?...- murmuré reprochándome por no saber qué hacer y bajé la mirada volviendo a cantar, realmente me preocupaba, no tenía idea de que había pasado después de que Aki me separara de la pared, pero él no se veía nada bien; entrelacé mis dedos con los suyos acariciando su mejilla con mi otra mano y fui notando como su respiración disminuía hasta que por fin estuvo profundamente dormido.

No podría levantarlo aunque quisiera así que jale las mantas tapando al rubio con ellas y por un rato lo miré dormir, se veía tan sereno y perfecto, definitivamente no había mucho que alguien como yo pudiera hacer para llamar la atención de un chico como él, sin embargo ahí estábamos y él había demostrado preocuparse y me había hecho sentir bien después de mucho tiempo, su pecho subía y bajaba al compás de su respiración; después de un lapso me quedé dormido yo también.

No soy nadie [BL] (EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora