~¡Izvinite i Spasibo!~

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El paso del tiempo se volvió tortuoso, siempre la misma rutina repetitiva de despertar, caminar hasta el laboratorio, quedarme horas contemplando los matraces y frascos ambarinos llenos de químicos peligrosos, salir y volver a la habitación blanca. A veces pasaba días enteros sin comer, sólo por el asco que me daba la pasta extraña que me servían como menjurje dos veces al día. Dormía muy poco y las paredes se tornaban cada vez más asfixiantes.

Abrían pasado aproximadamente dos meses cuando volvieron a revisar mi progreso. La paliza parecía no tener fin, pero la verdad no tenía la más mínima intención de apresurarme a darles lo que querían.

La situación había sido incómoda y dolorosa desde que Takeshi abrió la puerta dejando entrar a Ishimura con su característica sonrisa arrogante.

― ¿Y bien?- miró alrededor, casi como si estuviera buscando un gran espectáculo en la habitación― ¿Cómo ha progresado su trabajo?

― No hay nada.

No quería responder bien, no quería mostrarme amable. No quería seguir viendo esa maldita sonrisa en su cara.

― ¿Qué acaba de decir?

― No hay...

De nuevo los golpes llegaron a manos de Takeshi; me preguntaba si algún día se cansaría de ser el perro de pelea de esos malditos, pero mi respuesta tendría que esperar a que mis órganos dejaran de ser masacrados aún dentro de sus cavidades. Al cerrar mis ojos el dolor se hizo tan fuerte que realmente llegué a pensar que podría ser una mejor idea arrancarme todos los órganos, uno por uno desde dentro; quizá así al menos ya no me sentiría ahogarme con mi propia sangres, impotente y patético.

Cuando los golpes pararon no me sentía capaz de siquiera levantarme del frío piso, sólo escuchaba la voz que se mofaba sobre mi cabeza.

― Espero que esto no vuelva a pasar. No quiere ser un enemigo del Kokkai, así que mejor coopere rápido y olvidemos este feo malentendido.

Se fueron dejándome con la sangre escurriendo por mi rostro, el sabor metálico dándome nauseas hasta que no lo soporté más y escupí el coagulo que se albergaba en mi estómago, junto con algo de bilis. El piso era un espectáculo digno de ver, las manchas rojas extendiéndose por todos lados sobre las blancas superficies. Las flores sangrientas representando cómo me sentía por dentro en ese momento.

A día siguiente todo había desaparecido. La sangre, el vómito y la golpiza eran recuerdos surrealistas de los que no quedaba más evidencia que la que se desvanecía gradualmente en mi piel. Pero eso no me ayudó a trabajar, ¿cómo podían pensar que querría continuar trabajando cuando era un prisionero de sus deseos?

El tiempo siguió pasando, semana tras semana. Cada día arrastrando el peso del agotamiento sobre mí; pero no lograba comenzar con lo que querían que hiciera. Trataba de generar ideas, de proyectar algo que pudiera hacer y al mismo tiempo hacer la cura sin que ellos se dieran cuenta.

Los múltiples frascos brillaban con las luces, tentándome a tomarlos y no preocuparme por nada más. ¿Qué más podía importar estando concentrado en las mezclas de colores? Pero esa no era la verdad. Una vez que comenzara no podría detenerme y simplemente destruiría todo lo que había conservado durante más de tres años de encierro.

Sin embargo no tardé en caer en la tentación. Destapé el frasco más grande, dejando que el olor del alcohol concentrado dentro del recipiente escapara lejos de mí; jalando consigo miles de recuerdos fuera de la botella. Uno tras otro los frascos fueron abiertos y el olor de los químicos llenó el ambiente como una advertencia silenciosa de lo peligrosos que podrían ser si no se les manejaba con el cuidado y el respeto necesarios; pero claro, ¿qué iban a saber las sustancias inertes de peligro o de respeto? Sólo eran químicos pateando mis entrañas con las promesas que hicimos en un tiempo en el que no podía importar nada más que ellos y yo.

No soy nadie [BL] (EDICIÓN)Where stories live. Discover now