~Proklyataya Rabota~

4 1 0
                                    

A penas entrar a la sala de reuniones me sentí asqueado por la multitud de sonrisas complacidas que mostraban los hombres delante de mí, como si hubieran ganado una competencia. «Pero han ganado, ¿no es así?»

¡No! No iba a aceptarlo así, eso no era una competencia, era una villanía donde sólo ellos tenían posibilidades y opciones; no importaba cuantas veces mi cabeza dijera que yo los había dejado ganar, que había renunciado a mi promesa y mis principios. Al final de cuentas, cualquier cosa que eligiera iría en contra de mis ideales.

― Supongo que el que esté aquí significa que ha tomado una decisión.

No quería mirar el rostro de esa persona de rasgos desfigurados por la excitación de conseguir lo que quería, pero mi orgullo me obligaba a hacerlo sólo por no darle la satisfacción completa.

― Ustedes hijos de...

Antes de que pudiera continuar con mi frase un puño se enterró en mi estómago sacándome el aire y enviándome directo de rodillas al piso. El golpe había sido tan fuerte que todas mis terminaciones nerviosas se habían activado, enviando señales de alerta por todo mi cuerpo; sin embargo no me impidió escuchar la burla de los burócratas frente a mí.

― ¿Decía algo señor Smirnov? ¿No? Sabe que somos sus amigos, si tiene alguna queja por favor tenga la confianza de decirla.

― Vy!- mi respiración era dificultosa, quitándole volumen a mi voz. Al final sólo pude murmurar con sangre en la boca―. Cobardes como ustedes merecen la peor de las muertes.

Lo último que vi fue esa sonrisa enfermiza que estiraba el gesto del hombre que me había hablado todos esos días. Fui arrastrado de vuelta al cuarto blanco, de vuelta a una habitación vacía, y de vuelta a la prisión de cristal. No pasó mucho cuando me llevaron al otro lado del largo corredor, a otra habitación; un cuarto estéril con más instrumentaría de la que había tenido nunca, donde dos chicas de batas blancas y cubrebocas esperaban en una rígida posición de firme.

― Estas son tus asistentes, irás de tu habitación a trabajar y de regreso, no necesitas más.

― No.

― ¿Qué dijiste basura?

Takeshi parecía haber perdido la poca paciencia que podría haber tenido alguna vez, pero si ya estaba obligado a hacer lo que querían, al menos lo haría a mi manera.

― No quiero asistentes, no médicos ni cuidadores en mi habitación. Trabajo solo, o no haré nada.

― ¿Quién te crees para ponerte exigente?

La amenaza en su mirada era evidente, tanto que casi podía sentir cómo me quemaba entero con una sola mirada.

― No aceptaré nada diferente. O me dejan trabajar a mi manera o no lo haré.

― ¿Quieres jugar a ser rudo? Tú...

― Basta Jihinashi- el presidente del Kokkai entró por el pasillo, obligando a Takeshi a fruncir el ceño y alejarse de mí―. Señor Smirnov, a esto me refería exactamente- con un gesto las dos chicas hicieron una reverencia y desaparecieron por el pasillo― si nos dice lo que quiere nos encargaremos de ello, usted sólo debe darnos los resultados que esperamos. ¿Hay algo más que necesite?

La rabia comenzaba a inundarme, ¿cómo podía existir una persona tan descarada? ¿No era suficiente con tenerme prisionero, sino que también tenía que burlarse de mí? En esos momentos, incluso Takeshi o Shima parecían mejores personas que él.

― Quiero conocer su nombre.

― ¿Mi nombre? ¿Para qué le serviría conocer mi nombre?

― Suelo saber para quién estoy trabajando, es una necesidad básica que tengo.

Una carcajada llenó el lugar y pude ver cómo Takeshi rodaba los ojos, como si para él la presencia de ese hombre fuera tan insoportable como para mí.

― Sus necesidades son extrañas considerando su posición, pero está bien, ya que lo quiere saber, soy Ishimura Ryûnosuke.

No dije más y simplemente me di la vuelta para entrar al laboratorio que habían montado para mí, no había químicos ni muestras; en su lugar había una pantalla con algo parecido a una ficha de préstamo, con lo que supuse que sólo debía escribir lo que necesitaba y me lo traerían.

Debía admitir que la instalación era buena y los materiales y equipos eran de la más alta calidad, pero simplemente no podía sentirme cómo en ese lugar. Tanto tiempo había deseado volver a mi laboratorio y jugar a ser Dios con simples cosas terrenales; ahora que podía hacerlo no podía sentir más que asco al ver las superficies brillantes e impecables. ¿Cómo iba a hacer lo que me pedían si tenía cosas más importantes en la cabeza?

― ¿Y qué le parece?

― Necesito acostumbrarme, hace demasiado tiempo que no lo hago.

― Entiendo, pero mi paciencia es poca, trate de no tomarse demasiado para ello.

El hombre salió dejándome sólo en el amplio espacio, di un par de vueltas más contemplando los equipos y tratando de quitarme la sensación de asco que me invadía. Al salir simplemente fui conducido por Takeshi a la habitación.

Esa sería mi vida a partir de ahora, dos habitaciones blancas y un largo pasillo vacío. Si hubiera estado menos molesto tal vez incluso me hubiera parecido algo poético.

No soy nadie [BL] (EDICIÓN)Where stories live. Discover now