Madison tiene problemas de sobrepeso debido a su pasado. Perdió a su gemela idéntica de adolescente, y desde entonces, el sentimiento de culpa no le permite ser ella misma. Hasta que un mal encuentro laboral con su amor platónico, arranca la venda d...
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Fui feliz de niña. Viviendo al norte de Inglaterra donde mi nariz se congelaba casi todo el año. Solíamos asar malvaviscos por las noches, en las que el frío nos obligaba a encender la chimenea. Era prácticamente a diario. Mi hermana y yo, fuimos felices. Mis padres eran felices.
¿Por qué todo tuvo que cambiar?
Hundí mi rostro en mi almohada. Era el día dos, después de mi fiasco en Quest Enterprise. Me reporté enferma en el segundo siguiente que salí del rascacielos. Sabía que no aceptarían por excusa "sentimientos heridos", así que usé la clásica "indigestión", que viniendo de mí —la gordita de la oficina— era más que creíble.
—Ay, cariño... no deberías ponerte así... —musitó Nina, acariciándome el cabello.
—¿Y cómo quieres que esté? —repliqué contra la almohada—Tú jefe es un ogro.
Mi amistad con Nina era de años, ella es una genio del diseño de interiores que manejaba todo ese departamento en la empresa de Aiden. Mi amiga había sido la responsable de conseguirme una cita con él, una que arruiné estrepitosamente.
Moví mi rostro de lado, estaba a pasos de ahogarme. Si bien me lo merecía, mi vida no podía acabar de forma tan miserable. Además, tenía hambre.
—Debiste empezar por alguien pequeño, como te dije —escuché la advertencia de Ethan, a mis espaldas.
Mi vecino, modelo de revista, entró a mi habitación ocupando el otro espacio de mi cama. Me fijé en Nina, que me ignoraba lanzándole una acusadora mirada a nuestro vecino, para que cerrase la boca. Esos ojos claros, ardieron como el infierno.
Mi amiga, eras de esas chicas que podían pasar de inocentes con su actitud sencilla y encantadora. Además, su cabello rubio cenizo, y su cutis perfecto eran mancuernas ideales con su bonito cuerpo.
Volví mi rostro hacia mi izquierda, encontrándome a Ethan James, un modelo en ascenso. Sus ojos verdes me observaron con cariño, esbozando una media sonrisa, digna de ser fotografiada.
Sip. Vivía entre guapos. Mi maldición.
Si Natalie, la compañera de cuarto y de trabajo de Ethan, entraba a la habitación, entonces tendría una razón para asfixiarme hasta la muerte. A veces no encajaba en la imagen con ellos, a veces no encajaba en la imagen de nadie.
Lily habría encajado.
—Ni tu presencia ni la de Nina, hacen que me sienta mejor, Ethan. No digamos tus palabras...
—Vamos, Maddie... fue solo un traspié. Apuesto que lo harás mejor la próxima.
Los ánimos de Ethan, no me hicieron sentir mejor. Enterré mi rostro en la almohada, pero Nina se cercioró que no ocasionase mi propia muerte, sujetando mi frente.
—Claro que lo hará mejor la próxima.
—No. No lo haré —resoplé hastiada, mirando a Nina—. No habrá próxima, el señor Quest tiene razón, nadie me tomará en serio cuando me vea.
