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—Renuncio —jadeé cansada

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—Renuncio —jadeé cansada.

Lilly jamás lo diría, ni en broma.

Me detuve a mitad de la acera de la calle Camden. Eran las cinco de la mañana, hacía frío, el suficiente para congelarme las gorditas mejillas, y hacerme exhalar nubes de vaho.

Estaba bien abrigada, corriendo —o intentando correr—, detrás de Natalie. Ella era una increíble atleta comparada conmigo. Si alguna vez soñé con ser corredora olímpica, podía decirle adiós a esa idea. Era una deshonra para la nación.

—Solo han pasado quince minutos. Y no te detengas de golpe, o te harás daño —me reprendió mi amiga entre jadeos controlados, mientras seguía trotando en su mismo lugar.

—Esos quince minutos, fueron como dos horas en el purgatorio desde que dejamos Holloway Road. Esto no es lo mío, Nat...

Sacudí mi cabeza, inclinándome hasta aferrar mis rodillas con mis manos. Jalé aire como un ahogado en el mar. Mis pulmones estaban estrujándose, y mis piernas ardían en lugares que ni siquiera sabía que podían doler.

Ella se detuvo a cierto punto, dejando escapar un pesaroso suspiro. Se quitó el elástico que sujetaba su cabello azabache, y volvió a hacerse una coleta alta, despejando su filoso rostro de pequeños mechones.

Era una belleza americana con 21 años cumplidos, y con una ambición para crecer como modelo de pasarela, como ninguna otra. Ethan la había traído consigo de su estadía en Estados Unidos hace más de un año.

La chica resultó ser un encanto de tejana, que confesó manejaba escopetas desde los diez años. Mis conclusiones llegaron solas, los sureños eran seres violentos, disfrazados en bonitos rostros gentiles, con cálidos ojos oscuros.

—Sabes, Maddie. Pronto le cogerás el ritmo a esto de despertarse temprano y correr. Es más, un día, te levantarás sola y verás que no puedes volver a dormir y necesitarás hacer ejercicio.

Me alcé de nuevo, mirándola con una mueca de desconcierto.

—¿Eso pasa contigo? —la interrogué curiosa.

—Sí. Mi cuerpo se despierta solo, a las cinco de la mañana, y luego ya no puedo dormir.

—Ok. Eso suena falso, pero de acuerdo...

Natalie rió divertida, mostrándome el camino hacia Hyde Park. Se supone que esta es una "caminata de calentamiento" ya que cuando lleguemos al parque, empezará el verdadero ejercicio...

Tierra, ya puedes tragarme, muchas gracias.

***

Mis piernas dolían. Mis brazos dolían. Desde que lloriqueé por mi apariencia con mis amigos, hace casi una semana, inmediatamente los tres me metieron en un régimen radical de entrenamiento.

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