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Prometí un intercambio que no me molestaba aceptar

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Prometí un intercambio que no me molestaba aceptar. Esta locura, de una aventura de una noche, era lo que mi yo del pasado habría hecho. Hoy, no estaba pensando en decepcionar a nadie. Quería ser Madison, en realidad lo necesitaba.

Siempre intentaba ser más como mi hermana. Lily no habría hecho esto, pero justo ahora, mi cabeza borraba cada idea que mi conciencia colase para detenerme. Estaba enviando todo al diablo...

Aiden me dejó sobre mis pies, a un lado de su enorme cama. Encendió las lámparas de sus mesitas de noche con un solo chasquido de dedos, y la claridad mortecina alumbró su habitación. Eso fue impresionante, pero me atreví a guardármelo para mí.

Paredes negras, muebles blancos. Nada gris, nada de color. Lo miré, de cabeza a pies. Vestía un traje de tres piezas negro, con su eterna camisa blanca. Ni siquiera él estaba fuera de lugar.

Lo más colorido aquí, era mi vestido rojo. Tuve que mirarlo con recelo.

—¿Debería preocuparme de tu gusto psicópata para decorar habitaciones?

Él rió en un aliento, fue algo bajo que hizo temblar su pecho debajo de mis dedos.

—Soy simple, amor. En blanco y negro, así se toman las buenas decisiones, sin puntos intermedios.

—Todo es un sí o no, para ti. ¿No es así?

El cabeceó una vez, dándome la razón. "Sin puntos intermedios". Lo pensé unos segundos, antes de sentir sus dedos acariciando mi mejilla. Me hizo alzar la barbilla, conteniendo el aliento ante su rostro.

No pude contenerme, repté mi mano de su pecho hasta su cuello, mi piel se regocijó ante el picor de su barba rubia. Tracé su fuerte mandíbula, y dibujé sus labios con la punta de mis dedos. Él no dijo nada, solo crispó las comisuras de su boca antes de tomar mi mano y besar mi palma.

Ese azul eléctrico en sus ojos, jamás dejó los míos. Notó el instante que ruborizó mi piel, su ladina sonrisa me lo dijo. Era tan arrogante, incluso sin decir nada. Y una parte de mí, estaba maravillada por ello. Aiden exudaba confianza y seguridad, dos cosas, que yo necesitaba encontrar. Tal vez, embriagarme en él sería suficiente.

—¿Quieres esto, amor? —arrastró las palabras con su voz ronca.

—Sí.

No lo pensé. Solo lo dije. No habría puntos intermedios esta noche. Lo quería a él. Mañana, ya solucionaría mi vida. Yo fui la que pidió un polvo casual, al todopoderoso Señor Sexo. ¡Cristo! Tenía que mantener mis emociones simples, no quería ser otra de sus adictas, no con él.

Entonces Aiden dio un paso atrás, llevando sus manos a su chaqueta de vestir. Fue lo primero en irse, cayendo al suelo como si no le importase, siguió su chaleco, y pronto los botones de su camisa blanca.

Se tomó su tiempo, una mueca de sonrisa en su atractivo rostro, y su mirada corta-respiraciones, dirigida a mí. Todo este tiempo, jugué con él la carta de indiferencia ya que se me había dado bien la primera vez. Él no era distinto a los ricos y poderosos egocéntricos que presumían sus bienes.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora