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Papá me dejó sola en el jardín trasero

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Papá me dejó sola en el jardín trasero. Todos mis pensamientos empezaron a fluir como el agua de los jarrones de la fuente. Me había acomodado en el suelo, apoyando mis antebrazos sobre el borde de la pileta. Ver los peces, fue tan relajante. Jamás sentí esta paz en mí.

"Encontré consuelo aquí" me había dicho mi padre. No lo comprendí hasta ahora que estaba sedada por la naturaleza. Por el suave rumor de las aves silvestres, y las imprevistas brisas que llevaban el aroma de las flores a mi nariz. No quería dejar este lugar.

—Hallaste un lugar cómodo ahí, ¿no? —murmuró una suave voz detrás de mí.

Me tensé, y me giré lentamente hacia mi madre. Ella pasó a mi lado, sentándose en el suelo, a menos de unos pasos de mí, apoyando un brazo sobre la pileta. Tenía una delicada sonrisa en sus labios, mientras su mirada cálida, reparaba en los peces en el agua.

No estaba muy segura si respirar, o mover un músculo. Me congelé.

—H-hola... mamá —dije, con un nudo en mi garganta.

No podía dejar de mirarla con pasmo. Como si en cualquier momento ella fuese a desaparecer. Vestía de blanco, suéter y falda. Su cabello tan negro hasta sus mejillas, lo movía el viento hacia atrás, revelando la serenidad de su rostro. Lucía etérea, como un sueño.

—Hola.

Su respuesta vino acompañada con una tímida sonrisa que ocultó en su brazo, mientras sus ojos azules como el cielo, seguían a los peces escurridizos. No me había visto aún, pensé que debía existir la posibilidad que entrase en pánico y no supiera separarme de Lily. A veces me ocurría a mí, cuando me miraba al espejo, así que entendía a la perfección por qué sus ojos me rehuían.

—Uh... ¿Cómo... uh... cómo... cómo estás? —tartamudeé, vacilante.

Todas mis neuronas intentaban no prenderse en llamas y estropearlo. Pero mi corazón bombeaba mucha sangre, podía sentir cada latido como un tambor en mis oídos.

Sin embargo, no había qué temer. Mamá no lucía como antes, ni un atisbo. Estaba tan relajada, que sus vibras de paz estaban empezando a capturarme, y calmar mi errático ritmo cardiaco.

—Estoy mejor ahora —respondió, encogiendo un hombro con lentitud—. He estado asistiendo a terapia de nuevo.

Cabeceé con fervor, tomando aire. ¡Dios! ¡Estábamos hablando! Desde hace más de cinco años esperé por esto. Una conversación. Sé que solo era yo, interrogándola, y ella respondiendo con frases cortas. Pero nunca tuve esto, desde hace un buen tiempo.

—Me alegro, sí. Papá me lo dijo todo, el grupo de ayuda y la terapeuta y las sesiones —enumeré entusiasmada, antes de callarme cuando noté que estaba hablando muy rápido—. ¿Cómo... cómo estuvo el grupo hoy?

—Muy platicones —admitió sonriente, apenas me miró de reojo, pero fue suficiente para que notase el deje de diversión en su mirada—. Fue bueno.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now