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[AIDEN]

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[AIDEN]

Algunas veces sé cuándo retirarme, como el empresario que soy sé que hay tratos que no me convienen. Pero claro, no siempre aplico mis conocimientos en mi vida fuera de la oficina.

Como mi padre dice, "las mujeres y los negocios caminan de la mano, descifra una de ellas, y tendrás el éxito completo". Yo sé de mujeres, al menos lo suficiente para crear negocios fugaces con ellas. Sé que mi padre no se refiere a eso, pero es lo máximo que estoy dispuesto a ceder.

Hasta que conocí a Madison, y me vi envuelto en la constante inquietud de: ¿Puedo ceder un poco más por ella? No he respondido esa pregunta aún, debe significar algo. Jamás cuestioné mis métodos de seducción hasta ella, y tampoco me importó seguir esforzándome en agradarle a alguien hasta ella. Mi detonante, era Madison.

—Señor... —dijo Kirk, el guardia de los reservados del último piso de mi club— sus invitados llegaron hace dos horas.

Cabeceé con suavidad, mirando las escaleras de cristal hacia la zona privada de reservados. Las últimas dos horas, las había pasado en la oficina del club, decidiendo si debía presentarme o no. Después de varios meses persiguiéndola, ya no sentía las esperanzas de lograr un avance con ella.

Subí las escaleras, sintiendo el peso de mi fatalismo sobre mis hombros. Estaba tan cansado. Lo único que me tenía subiendo, era el deseo de ver a Madison.

Me había ausentado de Londres la última semana antes de fin de año. Debía pasar las navidades en casa de mis padres, pero el constante pensamiento de Madison, no dejaba de regresarme a la realidad. Una maldita realidad, donde yo no la tenía.

Divisé el asiento oscuro de media luna, y la mesa baja llena de bebidas y un pastel a medio comer en el reservado de Madison. Sentí mi frente arrugándose al fruncir el ceño. Madison estaba ahí, empinándose su vaso de cristal hasta vaciar el contenido ambarino. Pero estaba sola. ¿Dónde diablos estaban todos?

—Hola, amor ¿Por qué estás tan sola?... —le saludé, acercándome hasta sentarme a su lado.

Debía dejar de llamarla así, solo que, no podía. Jamás usaba apodos cariñosos para mis amantes, y Madison, sin ser nada, ya me tenía babeando por su atención.

Era un jodido imprudente que la celaba peor que un león a su comida. No me he ganado el derecho de hacerlo, y ya estaba resignado que quizá jamás lo haría. Pero eso no significaba que yo iba a cambiar de la noche a la mañana.

—Oh por Dios... ¡Aiden! —me observó como si mirase un fantasma— ¡¿Dónde has estado?! Es casi media noche.

Su expresión de ilusión y asombro, me hizo retractar el cuello. ¿Acaso ese tono de voz aliviado era por mí? Oculté el recelo, y con cautela esbocé una sonrisa indolente.

—Me encanta escuchar que me extrañaste, amor.

No quise esperanzarme, pero lo estaba. En especial cuando noté su sonrojo, y la forma que mordió sus labios, apenada.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now