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—¿Estás seguro que esto es legal? —susurré consternada.

Enzo me halaba, sujetando mi mano, directo al mostrador de mármol claro del lobby del Ritz. El hotel donde Ethan y yo nos hospedábamos, estaba a unos veinte minutos de distancia caminando. Pude haber venido desde ayer si Aiden me hubiese llamado, pero no lo hizo.

Mi corazón se detiene cada vez que pienso en una razón para alarmarme. Una razón que me haga desconfiar. Una razón que me haga temer.

—Solo pediremos instrucciones, descuida, Maddie... —murmuró aburrido.

Nos detuvimos justo frente al mostrador, donde una mujer joven de pecas en su rostro y cabello castaño nos observaba, algo fuera de lugar. Entonces vi a Enzo en acción, esbozando una coqueta sonrisa tímida. Casi se me cae la quijada, pasó de aburrido a encantador en un respiro.

Bon nuit, ma chèrie... peut-être vous pouvez m'aider à trouver un hôte... —empezó a hablar con voz baja y ronca, dejándome hipnotizada justo como la empleada del hotel— Je cherche la chambre du Monsieur Quest. Ne me souviens pas où il se loge...

Resbalé la mirada de Enzo hacia la mujer, esperando una respuesta que no estaba segura si iba a entender. Sé que él pensaba ayudarme a hallar la habitación de Aiden, y cuando mencionó su nombre, supe que eso le había preguntado. Pero la chica pareció salir del encanto de Enzo, despertando de inmediato. Rió con gracia, como si esperase que fuese una tonta broma.

Excuse moi, Monsieur, mais je peu pas fait ça. Nous ne pouvons pas donner les numéros de chambre.

Ella sacudió su cabeza, con una mueca divertida en su rostro. Entendí a la perfección su no, y que todavía tenía la osadía de mirarnos como si estuviésemos locos. Al menos yo ya estaba loca.

Enzo gruñó desganado, echó su cabeza hacia atrás antes de esforzarse a ver a la mujer de nuevo.

Allez, ma chèrie, aide moi! Ces't pour une bonne cause...

Apenas lo dijo estiró sus brazos sobre el mostrador, no entendí el gesto hasta que separó los dedos de su mano derecha, y un billete de una alta denominación se hallaba entre ellos. Contuve el aliento, esperando que la guapa chica hiciera algún gesto. Ella miró sobre su hombro, barriendo su largo cabello con una mano.

Cuando su mirada regresó a nosotros, su mano se acercó a la de Enzo. Recibió el soborno como una profesional, dejándome atónita. Entonces sus dedos volaron por el teclado del computador por unos segundos.

D'accord, Monsieur... —aceptó con otro tono de voz, uno más sugestivo. Ella tomó una notita del mostrador y escribió algo, veloz— Tenez. Votre chambre, ne l'oublié pas, s'il vous plaît...

Enzo aceptó el papel con una sonrisa apenas lo ojeó. Lo guardó en su bolsillo, y en su lugar sacó una de sus tarjetas. Las conozco porque él me dio una "en caso de emergencia", estas apenas tenían su número de teléfono, dudo que sean tarjetas de presentación profesionales.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora