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[AIDEN]

Malhumorado. Cretino. Serio. Bastardo. Eran solo el principio de calificativos que mis expresiones demostraban cuando hablaban conmigo. He tenido momentos de locura, arranques de enojo y rabia que jamás duran más de unas horas.

Dos semanas y dos días siendo un imbécil era un record personal. Regresar a Londres no me devolvió el buen ánimo, en todo caso lo empeoró cuando descubrí que Madison seguía ausente. Esa pequeña granuja. ¿Cómo fue capaz de hacerse a un lado y no luchar por lo que quería?

—Así que viajaré esta noche a los Emiratos —dijo Greg, su voz se coló entre la nube de pensamientos que me tenía ausente—, resolveré los últimos detalles con los abogados del jeque Hasbún, pero necesitaré un favor tuyo, Aiden...

—¿Qué? —pregunté confundido.

Mi amigo se levantó del sillón frente a mi escritorio, su cara larga delató lo fastidiado que lo tenía. No podía evitarlo, Madison era un tema constante en mi cabeza. Es extraño, ya que no lo fue antes. La tenía a mi lado así que no había necesidad de preocuparme, ahora... no era yo mismo.

—Me estoy cansando que pases en la luna 24 horas al día, amigo.

—Ni lo menciones... ¿qué estabas diciéndome?

Greg se alejó hacia la salida, abrió la puerta y después de un par de gestos con su mano, Nina apareció. Cruzada de brazos, con labios fruncidos y sus serios ojos claros mirándome con cero alegría. Igualé su expresión inconforme, tampoco era un gusto verla.

—Al menos que ella esté aquí por negocios, no tengo nada que decirle —le gruñí a Greg.

No pensaba despedir a Nina como ella sugirió hace semanas. Era buena en lo que hacía, aunque no iba a alabarla en voz alta. Sin embargo, tampoco pensaba dirigirle la jodida palabra a menos que me dijese dónde hallar a Madison. Y ella, no lucía complacida a hacerlo.

—Pues no tenemos nada de qué hablar, eso es perfecto para mí.

Nina hizo ademan de retirarse, pero Greg la tomó del brazo con delicadeza y cerró la puerta antes que ella se escapase. La rubia no era feliz, miró a su novio con apatía, pero este no se inmutó.

—En realidad, los tres tenemos un asunto pendiente. Así que... Aiden si me haces el favor...

El abogado señaló los sillones en la sala de estar. Me miró expectante, y después del tenso silencio, gruñí hastiado, levantando mi empecinado culo de mi asiento en el escritorio. Ellos tomaron el sofá blanco mientras me sentaba en el sillón individual frente a ellos. La mesita de café en el centro era lo único que dividía la amargura de la rubia contra mi obstinación.

—Voy a estar fuera unos días, Nina. Y Aiden me hará el favor de acompañarte a casa mientras no estoy.

—¿Qué? —jadeó ella, desconcertada.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora