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[AIDEN]

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[AIDEN]

Este pueblo me da escalofríos. No es como si pensara que fuese a ocurrir algo sobrenatural o algún homicidio, pero cuando todo un restaurante lanza miradas indiscretas a una sola mesa, es para levantarse e irse. En especial porque estoy sentado en esa jodida mesa.

—¿Por qué no nos vamos? —gruñí de nuevo, mirando a los otros cuatro con fastidio.

—Porque todavía tengo hambre —se quejó Ethan, echando la cabeza contra el borde acolchado de la cabina—. Y no conocemos otro sitio que no sea este, nuestra una única guía se fue, Aiden.

Las razones que me mantenían sereno y con buena cara, también se habían ido. No podía sentirme más incómodo en este maldito lugar. De un momento a otro, sabía que alguien se levantaría y comenzaría a soltar tanta mierda pesada sobre Madison que haría sangrar los oídos de sus amigos.

Palmeé la mesa cuando me incliné al frente, sacándole un susto a las chicas. Ethan abrió un ojo y me observó con desgana.

—Entonces saca tu puto móvil y pregúntale a Siri dónde más puedes comer en este jodido lugar. Nos vamos.

Hice ademan de ponerme en pie, pero fui detenido por la mesera y su compañera que cargaban nuestra orden en una bandeja cada una. Natalie tomó mi muñeca, la miré sobre mi hombro, ella y Greg tenían la misma resignación en su rostro para que tomase asiento. Lo hice, con un cabreado resoplido.

La joven rubia fue muy cordial al colocar los platos, y los tarros de cerveza con el logo impreso de Jelly's sobre la mesa. En un momento todos teníamos una hamburguesa con papas gruesas frente a nosotros. Miré el espacio vacío frente a mí.

—Disculpe —le murmuré a la mujer, sin apartar la mirada del asiento que perteneció a Madison—, puede poner eso para llevar.

—Oh, ¿su amiga no regresará?

Nadie respondió enseguida. Todos se miraron con expresiones de preocupación, así que suspiré con pesadez y sacudí la cabeza.

—Me temo que no.

Esperé que mi tono amargo dejase de motivarla para seguir preguntando. La mesera solo cabeceó una vez, y se llevó el plato extra de regreso a la cocina. Ethan simplemente haló el tarro de cerveza demás, cerca de él, mientras se empinaba el suyo propio.

—Es como si no tuvieras fondo —lo regañó Natalie, mirándolo con incredulidad.

—Está muy buena, carajo. No la voy a desperdiciar.

Nina colocó los ojos en blanco, mientras mordisqueaba sus papas. Y en la mesa se formó una pequeña falsa sensación de paz, murmuraron sobre la buena comida chatarra. Y Greg estuvo muy tentado de pedir otra cerveza de la casa. No pude dejar de mirarlos con el ceño fruncido, inclinado sobre mi plato todavía entero.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now