Madison tiene problemas de sobrepeso debido a su pasado. Perdió a su gemela idéntica de adolescente, y desde entonces, el sentimiento de culpa no le permite ser ella misma. Hasta que un mal encuentro laboral con su amor platónico, arranca la venda d...
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Tres pasos. Eso es lo que toma apagar el interruptor de la rabia del infierno de Aiden. Los he estado meditando desde hace unos días, y hoy tuve la oportunidad de ponerlos en práctica. Y como lo imaginé, funcionaron a la perfección.
Desestabilizarlo. Reconfortarlo. Hacerlo reír.
Lo más difícil es neutralizar su ira, odio admitirlo, pero las bombas de realidad, son muy efectivas en él. Apenas solté el desastre de nuestro primer encuentro, su rabia se extinguió, dejándolo malhumorado. Manejar un novio gruñón es más sencillo que uno caótico, él solo necesita sacar ese mal, hablándolo, y ser recompensado con besos, y caricias, hasta que puedo aplicar el arma secreta, y eso es, hacerlo sonreír y traerlo de vuelta.
Debería recibir un Nobel por esto.
—Listo, todo empacado —murmuró concentrado, entrando a la cocina con una mochila abultada.
Escaparíamos de Londres.
Por unas horas, nada permanente. Haríamos senderismo, lo más lejos posible de la civilización. El sol brillaba mejor que nunca, así que aprovecharíamos el buen clima para comer fuera también.
Yo ya había empacado varios bocadillos, además de agua, los deliciosos zumos de frutas, vino, por si acaso, por supuesto. Estaríamos solos, y por el contenido en la mochila de mi novio, ese saco de dormir cambiaba la idea de un inocente picnic en el bosque.
—Ya casi termino aquí, esto será divertido...
Sonreí emocionada. Adoro hacer cosas con él, además de nuestras mini vacaciones en Italia, esta era la primera vez que teníamos una cita a solas, en Londres, como novios. Y con muchísimo gusto, cambio la formalidad de una cena, por esto. Aiden Quest con una sencilla camisa blanca, apretada en sus bíceps, y definiendo su torso.
Mis ojos vagaron con descaro hasta su calzoneta negra de los diablos rojos del Manchester. Recreé mis pupilas unos instantes hasta escuchar su grave risa, despertándome. Alcé mi rostro, a tiempo de verlo cruzando sus poderosos brazos. Un gesto más, y tendría que cambiar mis bragas por unas secas.
—¿Hay algo que te llame la atención, amor? —preguntó fanfarrón.
Tragué saliva.
—Tú.
En una zancada él ya estaba frente a mí, me sentó al borde de la isla de la cocina haciéndose un espacio entre mis piernas. Rodeé sus caderas, y su cuello con mis brazos. Esa impúdica sonrisa estirando sus labios, detuvo mi corazón.
—Si seguimos así, jamás saldremos de casa —jadeé, tratando de contener mi excitación.
Me dio un rápido beso, y se distanció. Mal momento para hacerme caso, pero demonios, ya teníamos un plan. Senderismo. Caminar y eso, nos haría bien, nos despejaría la mente. Y mantendría el infierno de Aiden donde corresponde, muy lejos de su cabeza...
