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Me dirigí a casa, sin poder sacarme de la cabeza a Aiden

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Me dirigí a casa, sin poder sacarme de la cabeza a Aiden. Se había ido de HICKS sin decir más. Tiró la revista al basurero y azotó la puerta al irse. Owen apareció un par de minutos después, quería comentarme lo que acababa de mostrarle nuestra flamante Carla, adicta a Instagram.

Aiden ya había llegado al internet. Este día marcó una línea sobre cómo veía al hombre que todas llamaban Señor Sexo. En mí, no había más ira para él, ni siquiera un poquito. Olvidé sus palabras desdeñosas y en lugar de causarme enojo, sentí la tonta empatía.

El porcentaje de mi cordura para mantener mis narices fuera, perdió batalla a cada hora que surgía una nueva notificación, donde Aiden era siempre la estrella.

De todos los comentarios que me atreví a leer, todos los hombres querían ser él. Por otro lado, las mujeres, se dividían en varios grupos, las que querían comprarlo, las que querían repetir, las que lo odiaban por misógino, y las que sentían lástima y defendían sus sentimientos.

Yo me hallaba en el último y más minúsculo de los grupos. Que fuese un promiscua no molestaba a la sociedad, quizá porque era hombre, así que estaba exento que lo mirasen con asco y lo llamasen puto. Él era un héroe masculino. Solo que... yo dudaba que él lo tomase con tanta gracia...

—Haremos algo, no te preocupes, ya tomé cartas en el asunto. Me veré mañana con la editora de la revista, la que aceptó esta publicación, y le exigiré la fuente de las fotos o la enviaré a la puta cárcel —escuché a Greg, rugiendo como el salvaje abogado destroza tribunales que es.

Me quedé de pie, a la puerta de mi apartamento apenas unos segundos antes que notase que Ethan se acercaba al final del pasillo. Abrí la puerta, y la dejé así para él.

Esperaba que Greg estuviese caminando en círculos por la sala de estar, con una zanja en la alfombra debido a sus incansables pisotones. Él no me defraudó, pero sí el hecho que no estuviese hablando por teléfono con Aiden, sino en persona.

—Hola, nena —me saludó Ethan.

Me rodeó por la espalda, envolviéndome en sus brazos y su aroma masculino, besándome la mejilla, cosa que hacía desde que lo conocía. No me había sonrojado con sus cariños, desde que superé mi pasajero crush por el vecino que duró menos de 24 horas.

Pero cuando Aiden se volvió en el sofá, fijándose en nosotros, se me incendiaron las mejillas de nuevo. Apretó los labios y se tragó los celos que brillaron en el azul eléctrico de sus ojos. Pareció entender que, si alguna vez tuvo el derecho a reclamarme, su oportunidad se esfumó esa mañana.

—¿Cómo estuvo tu día, Maddie?

—Tranquilo —le dije a mi amigo, encogiendo un hombro cuando me alejé sin que notase que lo rechazaba a propósito—. ¿Qué hay de ti?

Ethan se encogió de hombros, restándole importancia. Cerró la puerta a sus espaldas y me tomó de la mano arrastrándome a la sala de estar hacia el sillón reclinable donde se sentó, y luego me dejó estar en su regazo. A este paso, mi sangre se haría lava.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora