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Entramos a mi habitación, yo seguía sobre él, prendada a su cuello y su cintura. Su boca contra la mía, intentaba robarme el aliento entre besos. Hicimos lo que Freya recomendó, vernos en público para cambiar el rumbo de los rumores.

Fue extraño almorzar al aire libre, sabiendo que estaban fotografiándonos. Claro que, Aiden logró hacer de las suyas, y comenzó hablar de cosas sucias haciéndome sonrojar antes que llegase el plato fuerte. Es un descarado imprudente, lo amo.

Caímos en mi cama, él sobre mí aprovechándose para besar mi cuello. Le ayudé con la camisa de vestir, y de un solo tirón yo me quedé sin vestido. Semi desnudos, mucho mejor, pero no suficiente.

—Espera... espera... falta algo...

Lo empujé para que dejase de aplastarme. Cargaba mi móvil en la mano, así que busqué algo lo más rápido posible. El místico principio de Undone empezó a sonar, haciéndolo sonreír.

—Esa no es música para una real follada, amor —sonrió con picardía.

Lo pensé, era demasiado romántica.

—Lo siento, tendrás que trabajar con ella.

Aiden rió en un aliento, gateando hasta mí, encerrándome bajo su cuerpo. Sus desesperados besos fueron pacientes, pero llenos de pasión. Nos acopló tan bien a la canción, que me hizo suspirar de deseo.

—No me molesta —susurró en mi cuello—, puedo hacerte el amor en pleno día.

—Eso me gusta.

No había horario para lo que nos teníamos. Me sentía en la eterna luna de miel con Aiden. Solo sexo, sonrisas, y sí problemas, pero nada que nos separase. Cada dificultad hemos logrado superarla, y eso hace que confíe en él de una forma que no haría con ningún otro.

Nos deshicimos de la ropa interior. Mis dedos acariciaron su piel, justo como él hacía lo mismo. Empezó a explorarme con lentitud, un beso en mi cuello, en mi hombro, se entretuvo en mis pechos. Su picosa barba aruñó mi piel y erizó mis pezones. Adoro que lo haga, descontrola mi corazón.

—Aiden... —le pedí, jadeante.

Él empezó a besar mis costillas, directo al centro de mis nervios, bajo el crescendo de violines. Eché la cabeza hacia atrás y arqueé mi cuerpo, desesperada por su codiciosa lengua entre los pliegues de mi sexo. Aiden se sació lo suficiente, dejándome a flor de piel, sin darme lo que necesito.

—Eres tan jodidamente comestible, amor... te amo...

Besó mi boca. Y se introdujo en mí en una estocada que lo llevó hasta los confines de mi sexo. Me hizo gemir, un buen gemido que me obligó a morder su hombro. Su risa gutural reverberó en su pecho, haciéndome temblar.

—Eres una pequeña agresiva.

—Tú me haces así —le repliqué, recostándome de nuevo, empezando a mover mis caderas bajo su hipnótica mirada.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora