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—Bueno, amor... esta vez no puedes tragarlo.

—Eres un tonto —le reproché, mirándolo a los ojos.

Aiden rió divertido, con esa baja risa gutural que reverbera en su pecho y me eriza la piel. Se llevó ambas manos al cierre de su pantalón negro, quitando el broche, tan lento, que mi respiración empezó a agitarse.

—¿Sí vas a ayudarme? —preguntó con malicia.

Alcé la barbilla de nuevo, mirándolo con indignación. No entré al cuarto de baño con él voluntariamente. La bolsa de mi suero colgaba del mismo perchero que el suyo. Él conectado por su brazo, y yo por mi mano. Me encogí de hombros, señalándole el tubo de metal con ruedas que tenía a mi par.

—¿Acaso tengo otra opción?

Aiden no me dio ninguna cuando me arrastró fuera de la cama con él. No estaba muy entusiasmado con eyacular en un vaso de plástico. Pero esa perversa media sonrisa, y ese brío en sus ojos, dictaba que la emoción llegó a él. No voy a negarlo, podría tomar mi bolsa de suero y largarme de aquí.

Pero no quiero.

Sonreí cuando vi el elástico de sus bóxeres negros. Lucían tan bien rodeando su cintura, ocultando su paquete. Ya que él fue todo un caballero, cediéndome la taza del inodoro como asiento, tenía a Aiden de pie, justo frente a mí. Oh sí, estaba en primera fila, asiento VIP para verlo masturbarse. Que pecado tan dulce.

—De acuerdo. Entonces ayúdame, necesito saliva, amor —arrastró las palabras con grave voz.

Se sacó su semi duro miembro, alcé las comisuras de mi boca en una sonrisa satisfecha. Me incliné hacia él e hice lo que me pidió. Fue fácil proporcionarle lubricante cuando Aiden hace que se me caiga la baba. Lo miré bajo mis pestañas, mientras hacía más de lo que pidió. Saqué mi lengua y probé su caliente piel.

—Oh, joder... —susurró complacido, inclinando sus caderas hacia el frente— sigue un poco más, Maddie. Si te hubiese tenido antes, me habría encantado hacerme estos exámenes cada semana.

Después de probarlo un poco más, saborear su limpio sabor, besar un poco de piel, lamer su longitud, me separé. Me lamí los labios, estaba parcialmente satisfecha, recordando que esto es por fines médicos. Soy la encargada oficial de sostener el vaso plástico. ¡Pff! Cómo si él no pudiese hacerlo solo. Pero de nuevo, mi morbo me tenía apretando mis muslos con deseo.

—Ya te ayudé demasiado, Aiden. Ahora es tu turno.

Meneé el vaso en mi mano para que recordase su trabajo. Aiden sacudió su cabeza, riendo en un aliento. Empezó a tocarse, su mano subió y bajó por su pene. Y lo miré. Me perdí en cada movimiento sensual de sus manos, cómo su brazo se tensaba con cada apretón de su puño. Fue tan caliente.

—Eres una pequeña pervertida —me riñó sonriente.

Cabeceé con fervor sin apartar la mirada de su ingle. Este hombre desata mi locura...

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now