5 4

41.1K 2.9K 963
                                    

Deze afbeelding leeft onze inhoudsrichtlijnen niet na. Verwijder de afbeelding of upload een andere om verder te gaan met publiceren.

Seis días después, estar sentada en un asiento turista en un avión comercial de camino al Reino Unido, se sentía extraño. Joe ocupaba el puesto a mi lado, se había quedado dormido apenas el avión despegó. Todos los marines se quedaron en el campamento, junto a los chicos del documental y uno de los traductores, Ravina.

El resto volaba a casa. Necesitábamos resolver asuntos antes de regresar. Joe debía hablar con sus superiores en América, e instarlos a apoyar la causa, al menos con una pequeña base militar que acogiera refugiados. Tener seguridad era tan importante como conseguir comida.

Sin embargo, estábamos cansados para planearlo en este momento. Lo noté cuando el marine a mi lado no se despertó ni con la turbulencia sacudiendo la cabina. Fue un alivio llegar sanos y salvos a Londres. Pero el agotamiento, me tenía caminando como zombi, arrastrando mis pies, forzando a mis parpados a mantenerse abiertos. Necesitaba un baño, y una cama.

—¿Así que tu vuelo sale en quince minutos? ¿No hubiese sido mejor volar directamente desde Egipto a América? —interrogué al marine—. Me refiero que, hiciste un viaje a Londres sin propósito alguno.

Él sonrió, cogiendo mi maleta de la cinta transportadora. Le tendí la mano para que me la devolviese, pero él la cargó sobre su hombro. Rodé los ojos, sí que apreciaba la ayuda, pero yo podía cargar mis cosas, muchas gracias.

—Quería asegurarme que llagases bien —replicó sonriente—. Te preguntaría si puedo acompañarte a casa, pero no tengo mucho tiempo, Madison.

Sonreí.

—¿Madison? ¿Ya no soy Aldridge, sargento? —me burlé.

—Lo eres, pero solo cuando trabajemos juntos. Fuera de la misión, puedo llamarte como me plazca, cariño...

Encogió sus hombros, dando un paso más cerca. Era un hombre grande, y fuerte. Y guapo, no voy a negarlo. Una parte de él, entendía lo que ocurría en mi cabeza. Era extraño, pero no me sentía amenazada porque Joe conociera mis secretos, tal vez porque no intentaba ganarme su aprobación, no como lo busqué con mis amigos. Ahora que no tenía que hacerlo más, sentía que volvía a ser yo de nuevo.

—Y yo que ya me había acostumbrado a ser una recluta más... —murmuré sarcástica.

Joe rió en un aliento, negando con suavidad. Se acercó más, mostrándome el brío azul de su mirada cada vez más próximo a mí. Dudé. Por primera vez, dudé si Pierre tenía razón sobre él. Cuando el americano empezó a inclinarse a mi rostro, tuve que poner una mano en su pecho para detenerlo.

Tan pronto lo hice, sentí cómo su cuerpo se alejaba bruscamente de mí. No entendí qué ocurrió, fue como si mi simple toque lo hubiese enviado lejos. Pero no, yo no tenía súper fuerza. Yo no lo moví, sino Aiden.

—¿Qué demonios crees que haces con mi chica? —le gruñó al rostro.

—Oh mi Dios —jadeé desconcertada.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu