2 5

44.8K 3K 282
                                    

Pasar de fiesta la noche anterior a un vuelo internacional era la peor idea del mundo, aunque solo durase 45 minutos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Pasar de fiesta la noche anterior a un vuelo internacional era la peor idea del mundo, aunque solo durase 45 minutos. Cerré mis ojos, y las imágenes de HELL llegaron a mí como flashes. Alcohol. Luces. Música ruidosa. Mucha gente. Risas. Caras felices.

Y luego...

Aiden.

Sus ojos. Su rostro. Su cuerpo. Y su oh-mi-Dios pene.

Abrí mis ojos. Era demasiado. Mi respiración se agitaba al recordarlo, mi cuerpo empezaba a vibrar, como un primitivo llamado de deseo carnal, que esperaba ser escuchado por el Señor Sexo.

¿Qué acaso no era suficiente que todavía lo sintiese en mi piel?

Lo juro por Dios, su aroma masculino estaba justo bajo mi nariz. Esto no era sano. Definitivamente no. Incluso con mis muslos adoloridos, mi vientre no dejaba de sentir ese vacío que él llenó muy, muy bien anoche. ¡Cristo! Estoy loca.

No pude evitarlo, pero todo el viaje a París, pensé en Aiden Quest, y no de un modo muy profesional. Para nada profesional. ¡Dios! ¡Es en serio! ¿Qué me hizo?

—¡Señorita Aldridge! ¡Señorita Aldridge!

Esa voz chillona y familiar me hizo alzar el rostro de la alfombra ocre por la que caminaba hacia la salida. Justo ahí, sosteniendo una hoja de papel con mi nombre en rojo, se hallaba Carla. La asistente temporal de HICKS.

Fruncí el ceño, y me acerqué a ella con cautela. Cuando notó que la observaba con recelo, la guapa chica borró todo rastro de emoción de hace segundos. Empezó a lucir nerviosa, era fácil descubrirlo, ya que pasaba una de sus manos por su cabello negro con demasiada ansiedad.

—¿Carla? —pregunté, sin disfrazar la incertidumbre en mi voz.

La chica estiró sus labios pintados en violeta muy oscuro forzando una sonrisa incómoda, y alzó su mano, rígida.

—Hola, señorita Aldridge. ¿Tuvo un buen vuelo?

Rodeé los ojos, sonriendo. Yo era mayor que ella por apenas dos años. Estuve en su lugar muchas veces y sé lo intimidante que puede lucir un jefe. Y Carla me observaba como tal, miradas rehuidas, y sonrisas apenadas.

—Carla —la llamé de nuevo, esta vez con un toque de resignación cuando suspiré—, te lo he dicho cien veces, está bien si me llamas Madison. En realidad, lo prefiero. Me haces sentir como una anciana, algo así como... Owen...

Hice una mueca de desagrado, y ella rió divertida, cubriendo su boca en el segundo siguiente que notó que se reía del jefe de su jefe.

—Ay no... No le digas que me reí de tu chiste, Madison —me pidió apenada—. Me agrada el jefecito.

—Guardaré el secreto. No te preocupes. Ahora... no quiero sonar ruda, pero ¿qué haces aquí?

—¡Cierto! Se nos hace tarde.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora