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Jamás creí que Lily muriese por mi culpa

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Jamás creí que Lily muriese por mi culpa. No fui yo quien la contagió con cáncer. No fui yo quien evitó que sus células no combatieran la enfermedad. No fui yo quién deterioró sus órganos. Yo solo fui su hermana menor, y sin embargo no hay ocasión en la que no me sienta culpable por estar aquí, viva, y ella no.

Si lo pienso detenidamente, mi hermana era la mejor de las dos para seguir con su vida. La que tenía sueños, y ambiciones, la que hacía sonreír a todos y contagiarlos de buenas vibras.

En la adolescencia, mientras ella daba charlas sobre la leucemia infantil y su experiencia luchando, yo aprendía a fumar hierba, y a beber cerveza barata. Robaba el licor del estante de colección de mi padre, y fumaba cigarrillos sobre el techo de mi casa.

Sin duda no me estaba ganando ese pase al cielo como Lily. Yo no la maté, pero mi autodestrucción propició su muerte...

—Hola —le dije al espejo.

Hola, ha pasado mucho tiempo.

Ese par de ojos violeta azulados, me miraban con asombro. Lily había vuelto. Sentí el picor de lágrimas al darme cuenta de ello. Mi recuperación había terminado un par de meses antes de fin de año, para mediados de octubre, yo tenía el cuerpo de la Madison que escapó de casa a los 18 años. Jamás pensé que lo recuperaría, pero lo había hecho.

Frente al espejo se hallaba la chica esbelta y baja, de mirada perdida. No había rastro de mi máscara, de mejillas regordetas y papada de por medio. Mi confianza, llegaba y se iba; bajar de peso solo sirvió para recordarme todos los días a Lily. No creo que haya hecho bien.

Lo hiciste.

—¿Maddie? ¿Estás ahí? —preguntó Greg, golpeando la puerta del estrecho baño de nuevo.

—Salgo en un minuto.

—¿Cómo te sientes? ¿Las náuseas se fueron?

—Sí. Junto con mi almuerzo por el inodoro.

Lavé mis manos y mi boca en el lavabo. El sabor ácido ardía en mi garganta. Lo ignoré mientras me aplicaba algo de labial rosa pálido, para disfrazar la coloración blanca de mis labios.

Una vez me sentí lista, abrí la puerta encontrándome con la mirada preocupada de Greg. Él esbozó una media sonrisa lastimera a la que apenas devolví el gesto. Detrás de él, noté las ventanas del tren, y el lento movimiento hacia el andén de la estación de trenes de Skipton.

—No tenías que acompañarme, Greg —suspiré resignada.

Me había tardado mes y medio en apretar el "aceptar" del boleto de tren. Ya era tarde para dar marcha atrás, estaba en casa.

Greg se encogió de hombros, esbozando una sonrisa más suya esta vez. Era un tipo serio con una alegría intermitente, sus ojos brillaban más cuando estaba cerca de Nina. Desgraciadamente, mi amiga no estaba aquí para sacarle una sonrisa completa.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now