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Diciembre estaba a la vuelta de la esquina, pero la navidad llegó a la oficina con una ráfaga de guirnaldas y adornos de la época

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Diciembre estaba a la vuelta de la esquina, pero la navidad llegó a la oficina con una ráfaga de guirnaldas y adornos de la época. La nueva asistente ejecutiva, Andrea, era una ferviente creyente de estas fiestas, por lo que las decoraciones fueron mayores este año en el área ejecutiva, y mucho más temprano que cuando yo ocupé su lugar.

Todas las oficinas ejecutivas, estaban colmadas de objetos navideños, como si la misma señora Claus, hubiese decorado. Andrea, me hizo sentir inútil en ese departamento, ya que lo que yo llamé "decoración" en mis días de asistente, fue un ingrato pino de plástico con falsa nieve en el centro del lobby, y ya.

—Adoro esto... Andrea trajo galletas, y saben a navidad —gimió Owen, encantado, sentándose en el sillón frente a mi nuevo escritorio, en mi nueva oficina.

Lo vi devorar la galleta de reno, con una emoción infantil en su rostro. Fruncí mis labios, tragándome una sonrisa, cuando noté la galleta de Papá Noel que sobresalía del bolsillo de su camisa de vestir.

Owen era fanático de estas fiestas también. De asistente, no le di mucha importancia a la navidad. Después de todo, me traían buenos recuerdos de mi familia, unos que no podía tener de vuelta, lo cual me entristecía.

—Te encanta tenerla aquí. Admítelo, Owen —dije fanfarrona.

Él no había querido ascender de puesto a la rubia platino debido a su embarazo. Seguía en los cinco meses, así que debíamos empezar a buscarle un reemplazo mientras ella daba a luz.

Yo había insistido en que fuese ella la secretaria que ascenderíamos al área ejecutiva, porque la mujer me caía bien, era competente y sobre todo no se merecía tener a Simon, un insensible idiota, como jefe.

Este no le importaba su embarazo, seguía haciéndola caminar hasta el otro lado de la ciudad a buscar su almuerzo especial. Owen jamás haría eso, desde que ella estaba con nosotros, era mi jefe quién bajaba personalmente hasta la tienda de café a buscar su capuchino con tres de azúcar. Y de paso traía café para mí, su hija, y hasta un chai sin cafeína para Andrea.

—Bien —respondió reticente—. Ella es algo asombrosa. No como tú, pero le importan detalles como la navidad. Algo que tú, hija del Grinch, jamás notaste que me gustaba.

Me miró ofendido, alzando su barbilla mientras se sacaba una tercera galleta de bota navideña del pantalón. Al parecer, había subestimado el amor a la navidad de Owen. Lo miré absorta.

—Te tenía bastones de dulce en tu escritorio. Todos los días...

Owen era susceptible a las cosas azucaradas. Las adoraba. Siempre pensé que esa era la razón que él sonriera todo el tiempo, y fuese amable con todos. Cuando en realidad, su hiperactividad era única. De todos los ricachones adinerados que conocía, él estaba exento de ser un idiota engreído que creía que la plata le daba poder.

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora