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Ventanas abajo, viento en mi rostro, sol en mi piel, y Aiden a mi lado

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Ventanas abajo, viento en mi rostro, sol en mi piel, y Aiden a mi lado. Íbamos hacia el norte, dejamos Siena hace mucho y según mi novio, una bella villa nos esperaba más allá de la histórica Florencia. Jamás pensé que me hallaría recorriendo Italia en carretera, y menos con mis amigos sentados en el asiento trasero.

Aiden es el conductor, y lucía muy sexy sujetando el volante con una mano, y su mano libre en mi pierna. Además, que sus lentes de sol, estilo aviador, tenían a mi corazón estrujado en un puño de deseo, cada vez que lo observaba.

—¿Así que ella ya te domó o te dejas montar por gusto? —murmuró Ethan, tratando de lucir serio.

Miré hacia atrás, específicamente al guapo y estúpido incoherente. Iba sentado en medio, con Natalie a su derecha, y Nina sobre Greg a su izquierda. Lucía como el pequeño niño molesto que toda familia tiene en un viaje de carretera. Ese que quieres abandonar en casa, como a Kevin McAllister*.

—Ethan... —siseé como la madre rezongona.

No quería que esta insana boda apresurada se estropease. Nina y yo todavía necesitábamos hablar de esto, pero eso no significaba que no quería ver a mis amigos casados. Esperé esto por mucho, y sinceramente, haría de todo para evitar que alguno de los dos se arrepintiera por escuchar comentarios como los de Ethan. En especial Greg.

Pero Ethan solo se encogió de hombros, su tonta mueca en su rostro lo hizo ver lindo, pero demasiado fastidioso para que me compadeciera de sus buenos genes.

—¡¿Qué?! Hice una pregunta seria —peleó conmigo, antes de volver su atención a mi novio— Aiden, respóndeme.

Greg empezó a carcajearse. Al menos no fui la única que creyó que esas palabras iban dirigidas a la acaramelada pareja del asiento trasero, ya que mis amigas observaban a Ethan con mi misma expresión asombro.

—Estaba más que convencida que esa pregunta iba dirigida a ellos.

Natalie señaló a los futuros esposos, ambos con pícaras sonrisas a juego. Fue el turno de Ethan de volver su atención a la sureña americana con una mueca incrédula.

—Demonios, no. Hace mucho que sabemos que Nina somete a Greg a polvos —bufó Ethan.

Miré hacia Greg, esperando que este lo golpease o algo. Pero el hombre solo había fruncido sus labios, meditándolo con un ceño fruncido. Nina estaba sobre su regazo, y las manos del hombre se hallaban bajo su corta falda de verano. Al final el abogado solo encogió un hombro, alzando su rostro antes de sonreírle a su prometida.

—Meh, no pelearé ante esa lógica...

—¿Ves cómo tengo razón? —reclamó el modelo— Ahora, lo que sucede entre ustedes dos es nuevo. Así que, Aiden... estabas por responderme, ¿ya estás domesticado, mi querido amigo?

Ethan incluso entrecruzó sus dedos sobre su regazo, tan propio. Quería pegarle. Si tan solo mi cinturón de seguridad no me mantuviera en mi asiento...

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXODonde viven las historias. Descúbrelo ahora