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[AIDEN]

Hay días en la oficina que son un asco. Papá siempre ha dicho que ser el jefe no es fácil, pero al final del día no siente en absoluto el desgaste de la oficina. Lo creí loco. De remate. Que merecía el psiquiátrico con urgencia. Hasta hoy...

Sentí el estrés en mis hombros, como un par de yunques atados a mi nuca. Siempre recuerdo las palabras del viejo en momentos como este, cuando no entiendo si se burla de mí con sus consejos de hombre sabio, o simplemente no entendí su significado.

Abrí la puerta de mi ático, entré y cerré. Pegué mi frente contra la madera, gimiendo cansado. Empecé a quitarme el saco con movimientos lentos. Cuando me separé de la madera, algo en el suelo llamó mi atención. Un perfecto reguero de ropa femenina directo hacia mi habitación.

No creí que quedaban más energías en mí, pero me reí entre dientes. Recogí un sexy stiletto rojo, una media de seda negra, otro zapato. Su sexy falda me hizo detenerme unos instantes. ¿En serio ella estaba usando esto hoy? Demonios. Sabía que tenía que ir a HICKS a "saludar". Las migajas de mi Grettel, me condujeron hasta la dulce cama donde dormía desnuda.

—¿Día duro, amor? —pregunté curioso, caminando hacia el costado de la cama donde Madison se hallaba.

Apenas me senté en el borde, ella rodó boca arriba con pereza. No le importó que las sábanas negras de la cama no cubrieran sus pechos. Me encantó la vista, y no dudé en acariciar su mejilla y bajar mi mano, lento por su tibia piel de porcelana hacia su bonito seno. La escuché gemir, y abrió sus párpados revelando la amatista de su mirada.

—Sí, fue algo agotador —me dijo con un puchero en sus gorditos labios—. ¿Tú? Luces cansado también.

Encogí un hombro, restándole importancia.

—Estoy mejor ahora.

Maldita sea. Le debo otra disculpa a la sabiduría ancestral de mi padre.

Madison empezó a moverse, dándome espacio para recostarme. Reí entre dientes, dejando el bulto de su ropa en el suelo junto con la mía. Le dije adiós a mi camisa, zapatos, pantalones, bóxer... y me uní a ella bajo las sábanas.

Me recosté en el colchón en su antiguo lugar que había dejado caliente, entonces Madison reptó sobre mi cuerpo. Dejó un beso sobre mi corazón, y avanzó pegada a mi piel hacia el hueco de mi cuello. Hizo su ritual de restregar su pequeña nariz antes inhalarme hondo y dejar escapar ese suspiro maravillado. Dios, sus suspiros...

—No puedo creer que venía con toda la intención de reprocharte por tu desorden en la sala de estar —jadeé anestesiado por sus tiernos besos—, y solo necesitaste menos de un segundo para hechizarme...

Su suave risita coqueta estiró las comisuras de mis labios. Madison alzó su rostro y empezamos a besarnos entre sonrisas. ¿Estrés cuál?

—Te fascina mi camino de migajas sexys, mi amor...

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now