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Mi espalda rebotó contra el colchón una vez, y al instante Aiden ya estaba sobre mí. Jadeé cuando volvió a hundirse en mí, su barba raspó mi cuello y sus labios buscaron los míos. Lo besé, y él me devoró. Jugó con mi lengua, y mordió mi labio inferior. Saboreándome mientras yo gemía por sus duros envites.

Mis manos se aferraron a su espalda y le clavé las uñas en cuanto se meció más fuerte dentro de mí. Lo escuché gruñir, y sentí su sonrisa contra mi mejilla. Giré el rostro, y fui yo quien buscó sus labios y lo besé con fuerza, tan cerca del orgasmo.

—Córrete, amor —jadeó con voz ronca.

Eché la cabeza hacia atrás, y dejé que los espasmos estallasen, acelerando mi corazón. Gemí contra sus labios, y Aiden siguió entrando con brusquedad, manteniéndome en el clímax. Sus manos se aferraban a mis piernas y con una estocada más, se corrió con un rugido que retumbó en su pecho y vibró contra mi piel.

—¡Joder!

Cabeceé con suavidad. Sí, él tenía razón. ¡Joder! Estábamos sudados, cansados, y satisfechos. No nos habíamos dicho nada más que "hola" cuando llegué a su ático. Simplemente se acercó y me besó. Y lo que empezó con sexo lento en el sofá, terminó con una real follada en su cama.

Su peso laxo sobre mí era aplastante, pero tan grato. Era bueno sentirlo, y me aferré a él para que no se distanciara mientras recuperaba mi aliento.

—¿Soy yo o cada vez lo hacemos mejor? —inquirió contra mi cuello.

—No eres solo tú.

Me reí, cerrando mis ojos. Él no se equivocaba. Poco a poco, día a día y beso a beso aprendíamos algo nuevo de nosotros. Hoy, por ejemplo, aprendimos que el dulce sexo y una real follada podían combinarse en una misma noche, y estaba feliz por ello.

Aiden rodó sobre la cama, acostándose boca arriba a mi lado. Lo miré unos segundos, su pecho seguía subiendo y bajando, con su abdomen contrayéndose con cada respiración. Lamí mis labios, y rodé hasta quedar a horcajadas sobre él. Su instinto se encendió y me sujetó de las caderas, mientras abría sus ojos para encontrar mi mirada.

—No quiero romper la burbuja de sexo, pero... —murmuré curiosa— ¿debería preguntar cuándo regresan los preservativos?

Desde el encuentro en la bañera en aquel hostal, Aiden se ha olvidado deliberadamente de utilizar el estúpido látex que rodeaba su pene. Debo admitir, que lo prefiero sin barreras, él suele gruñir tan sexy cuando estamos juntos que el solo sonido me pone a cien. Y luego estaba el excitante desorden que dejaba entre mis piernas.

Él frunció sus leonadas cejas, y me atreví a repasarlas con mi pulgar, sonriendo cuando un puchero emergió de sus labios. Es lindo cuando se enoja.

—Amor, nosotros follamos demasiado. Estamos haciéndole un favor al medio ambiente al no utilizarlos. ¿Sabías que esas cosas terminan en el océano? ¿qué no te importa la vida marítima?

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now