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[AIDEN]

No odiaba hacer tratos con americanos, hasta ahora. Por lo general, una conversación con algún negociante del otro lado del estanque, era fría y estrictamente de negocios. Hasta que tuve la desdicha de verme en la necesidad de negociar con Miles King.

Era un tipo conservador, de familia e hijos. Paciente, y meticuloso para los negocios, mucho más que los asiáticos. Él jamás sería el tipo de hombre con el que involucraría mis finanzas, principalmente por su aire de samaritano y de buena persona.

No obstante, mis inversiones en mi naciente compañía de seguridad de software, dependían de él. Tal vez su apariencia relajada engañaba a muchos, pero yo sabía que debajo de todo eso se hallaba el típico tiburón americano de negocios.

El neoyorkino podría abrirme las puertas del mercado en su continente como si nada. Si tan solo no fuese un tipo que tiene en mal visto a personas como yo. Hijos de empresarios, listillos, que creen que pueden comerse el mundo a la primera. O al menos eso piensa él de mí.

No le importa que esté al frente de mi propia compañía de complejos turísticos, o que sea inversor en tres cadenas de hoteles a nivel mundial, incluyendo este. Tampoco que HELL sea el club de noche del que habla toda Europa, ni el que visitan todas las personas famosas cuando están en la ciudad.

—Háblame de tu familia, Aiden...

Así es. Eso era lo único que a él le importaba. La jodida familia.

—Mis padres son ingleses, pero viven en Italia hace más de veinte años. Papá tiene varios viñedos al norte de Italia, y se encarga precisamente de eso, vinos.

Noté su agrado en sus ojos azules, él cabeceó satisfecho.

—¿Conoces bien la región? ¿El negocio de tu padre?

—Sí. Me nombró su socio cuando cumplí diecinueve años, y administré sus viñedos hasta que quise regresar a Londres.

—¿Por qué regresar, Aiden? ¿No te sentaba el aire de los prados de Italia?

Sonreí, divertido.

—Quería hacer algo fuera del negocio familiar. Algo mío. He invertido en todo lo que me gusta —admití sincero.

Miles entrecerró los ojos, había caído en una trampa yo solo. Lo noté en su media sonrisa socarrona cuando miró la carpeta abierta de mis inversiones, y luego tomó un trago de su vaso de whisky en las rocas.

—Hoteles y clubes nocturnos —canturreó indiferente—. Tu reputación te precede aquí en Europa, tanto así, que también eres conocido en mi país.

—¿Lo soy?

Él asintió una vez, serio.

—Lo eres. El playboy millonario. Las revistas de chismes te consideran uno de los ricachones por los que es necesario viajar a Inglaterra. Pero no por negocios, si sabes de lo que hablo...

NO TE ENAMORES DEL SR. SEXOWhere stories live. Discover now