49. "Alianza cuñadil"

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La pediatra salió de su consulta con una sonrisa enorme y a toda prisa porque sabía que fuera debía estar Natalia, o al menos debía estar a puntito de llegar, porque era miércoles y los miércoles cenaban juntas. Noviembre acababa de empezar y se notaba en el frío y en el ambiente, que empezaba a desprender ese aura cálido, a pesar de las temperaturas, que rodea a la época navideña. O quizás la culpa de esa sensación la tenía la felicidad que manejaban las dos, también conocida como encoñamiento extremo según sus amigos, que las tenía flotando sin importarles lo más mínimo los días grises que habían acompañado a esos primeros días del mes. La vio desde dentro de la clínica gracias a las puertas de cristal, charlando con África de vete a saber qué pero riéndose alegremente, y esa sensación cálida de su pecho se extendió enseguida, haciéndole sonreír.

-Es muy guapa, eso te lo tengo que reconocer-el comentario de Sergio la sobresaltó, porque no se lo esperaba, y el saltito que dio al asustarse hizo que su amigo se riera en alto.
-Cabrón, qué susto.
-Es que estabas un poco embobada, pero te había saludado ya, ¿eh?
-Ya, claro-le dio un golpe en el hombro, riéndose, y salieron a juntarse con las dos morenas-. Os lo estáis pasando bien, ¿eh?
-Hola-saludó Natalia con una sonrisa amplia-. Es que me estaba contando África una cosa.
-Espero que nada malo de mí-Alba alzó una ceja.
-Qué egocéntrica eres, tía-la del pelo rizado negó con la cabeza, haciendo reír a Natalia-. No era nada de ti, gilipollas, era que hoy me ha venido una mujer a la consulta que no ha parado de peerse, y claro, imagínate mi cara.
-Ay, Afri, qué asco-se rió Sergio.
-Qué apuro, más bien, que la mujer es que venía mala pero eso olía mal, ¿sabes? Y yo teniendo que ser profesional.
-A mí se me han cagado bebés encima, cariño-se rió Alba-. Gajes del oficio.
-Eso le estaba diciendo a Natalia, que a veces me arrepiento de haber estudiado medicina-suspiró-. Bueno, nosotros nos vamos, pasadlo bien, guapas.
-Hasta mañana, anda-se rió Alba.
-¡Nos vemos!-la morena movió la mano en el aire para despedirse mientras la pediatra prácticamente la empujaba en dirección contraria, y sus prisas la hicieron reír-. ¿Qué te pasa a ti?
-Que tenía ganas de saludarte-dejó de andar cuando consideró que se habían alejado lo suficiente y se puso de puntillas para poder darle un beso en condiciones a Natalia, un beso que la dejó con cara de emoji sonriente al separarse-. Hola.
-Hola, Albi-buscó su mano para seguir andando.
-Es que te echaba un poquito de menos, que este finde nos hemos visto poco-se encogió de hombros la rubia, justificándose, y Natalia tuvo que morderse el labio cuando la miró y vio en sus ojos que lo decía en serio.
-Nos vimos el domingo-se rió.
-Pues eso, poco.
-No te tenía yo por una de esas novias acaparadoras, ¿eh?-se burló la morena, de broma, porque en realidad a ella también le había fastidiado un poco haber pasado el sábado trabajando y no haber podido verla.
-Para que veas, soy una caja de sorpresas. Es que, ¿sabes qué pasa?
-¿Qué?
-Que la gente me compara mucho con una hormiga, por lo pequeña, ¿sabes? Pero en realidad se equivocan de insecto.
-¿Y cuál eres?-se rió Natalia.
-Ven-le hizo un gesto para que se agachara y poder contestarle al oído, y la fotógrafa obedeció, divertida.
-A ver, dime.
-Una babosa-respondió, y le lamió la mejilla de arriba a abajo antes de soltar una carcajada que casi la deja sorda.
-¡Alba!-exclamó Natalia, atónita, y empezó a restregar la cara en el hombro de la rubia para limpiarse, mientras ella se reía-. ¡Pero qué guarra eres!
-¡Pero qué rica estás!-intentó cogerle la cara para volver a llenársela de babas, pero esta vez la fotógrafa fue más rápida y se apartó.
-¡Alba!-repitió, riéndose, cuando vio que la rubia seguía intentando lamerle la cara cual vaca a carcajada limpia.
-Es que estás riquísima, Nat-se reía, divertida con las mejillas rojísimas de la fotógrafa por el espectáculo que estaban liando en la calle.
-Enséñame tu DNI-dijo esta muy seria cuando vio que la rubia dejaba de hacer el tonto.
-¿Por?
-No me creo que tengas veintisiete años, enséñamelo-lo dijo con tanta rotundidad que Alba soltó una carcajada-. Ríete, pero no me lo creo en serio, tienes que tener como mucho diez y medio.
-En realidad acabo de cumplir los once-sonrió felizmente, y Natalia tuvo que reírse.
-Lo sabía, más de once era imposible que tuvieras.
-En realidad es un poco turbio eso.
-¿El qué?
-Decir que tengo once años después de haber estado haciendo lo que estuvimos haciendo el domingo-alzó una ceja y luchó por mantener su seriedad al ver la cara de espanto que puso la morena.
-¡Alba!
-¿Qué? Es turbio, ¿verdad? Espero que no lo pienses cuando te estoy fo-
-¡Alba!-la interrumpió Natalia, con las mejillas rojas y los ojos muy abiertos, y esta vez no pudo aguantar la carcajada-. Claro que no lo pienso, Alba, qué escalofrío.
-Ay, Nat, tu cara-la otra estaba ya descojonándose a carcajada limpia, y la morena escondió la cara en el hueco de su cuello mientras la abrazaba por la espalda.
-Eres boba.
-Es que solo estaba hablando de follar-se rió Alba, sobre todo cuando le tapó la boca con las dos manos al ver que una señora se giraba a mirarlas.
-Qué vergüenza, que nos miran.
-Pues que miren-se rió más la rubia.
-Es que eres una escandalosa-buscó su mano a tientas para entrelazar sus dedos con los suyos-. Encima al lado del trabajo, Albi, que te puedes cruzar a los padres de algún paciente y tú hablando de follar y haciendo de babosa.
-¿Te imaginas?-Alba se carcajeó, en vez de darle apuro aquello-. Ay, pues sería divertido verles la cara.
-Yo me moriría de vergüenza-negó con la cabeza la morena, riéndose.
-Es que tú eres una vergonzosona, Nat.
-Y tú estás un poco loca, Albi.
-No voy a decir que no porque sí-se rió-. ¿Pero y lo bien que te lo pasas conmigo?

La casa del árbolWo Geschichten leben. Entdecke jetzt