28. El amor como la fotografía

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Se quitó los auriculares cuando llegó al portal del piso de Vicky, que después del verano que había pasado casi entero viviendo allí, ya prácticamente le parecía que era su propia casa. Empujó la pesada puerta cuando le abrió por el porterillo y guardó el móvil al subirse en el ascensor. Había quedado para comer con ella al salir del trabajo, porque entre unas cosas y otras, desde que había llegado el jueves anterior apenas se habían visto un rato esa noche, y no les había dado tiempo a ponerse al día.

-Hola, tita Nati-saludó Vicky, desde la puerta, con Ale riéndose en sus brazos mientras le movía la manita para que saludara.
-Pero bueno, ¿tú qué haces que no estás durmiendo, renacuaja?
-Pues si te digo que ni siquiera ha comido todavía.
-¿En serio?-la cogió de los brazos de su amiga, llenándola primero de besos a ella para después darle uno en la sien a la bailarina a modo de saludo-. ¿Pero tú cómo eres tan rebelde?
-A ver si a ti te hace caso, porque yo creo que conmigo está en huelga por haberla abandonado estas semanas.
-No seas boba, no la has abandonado-Natalia sabía lo mal que se sentía su amiga por eso.
-Yo creo que ella piensa que sí-suspiró-. Tía, que ayer un poco más y no me deja bañarla, ¡el moquillo este!
-¡Pero bueno!-exclamó Natalia, mirando a Alejandra con los ojos muy abiertos-. ¿Eso le hiciste a mamá?

La niña soltó una risilla mientras intentaba quitarle a la fotógrafa las gafas de sol de la cabeza, y ella se puso a hacerle cosquillas para transformar la risilla en carcajadas. Tuvo que reírse al escucharla, porque si algo había comprobado desde que había nacido Alejandra era que no hay nada más contagioso que la risa de un bebé, y sobre todo la de su ahijada, que achinaba los ojos al hacerlo. Le puso su babero con mangas, la sentó en la trona y ayudó a Vicky a llevar las cosas a la mesa. A su amiga le gustaba dejarle bastante autonomía, sobre todo desde que comía más sólido, así que le dejaron en la mesita de la trona un plato con chupones para que no pudiera tirarlo, lleno de brócoli y una tortilla francesa troceada, y se sentó a su lado para ayudarla cuando fuera necesario. Dejar que con diecisiete meses ya comiera sola de vez en cuando era un desastre, porque acababa todo mil veces más sucio, pero a la bailarina le gustaba darle esa independencia y dejar que experimentase aunque aquello significara estar muchísimo más pendiente de que no le pasara nada mientras comía.

-Bueno, pues cuéntame tú-dijo cuando se sentaron a la mesa.
-¿El qué?
-¿Cómo que el qué? ¿Qué ha pasado para que en dos meses que he pasado fuera hayas pasado de no querer conocer a nadie a irte a casa de una chica a ver una peli?
-Lo dices como si hubiera ido sin conocerla de nada a hacer cosas de adultos que no voy a nombrar porque está Alejandra delante-se rió la morena.
-A ver, cariño, pero es que para ti es más o menos como si hubieras hecho eso.
-Pues supongo que lo que ha pasado es Alba-se encogió de hombros, intentando contener la sonrisa con poco éxito.
-Ay, Ale, mira esa cara de boba de la tita. Verás que acabamos llamando tita a tu pediatra también.
-Qué exagerada eres-se rió Natalia, con el rubor llegando a sus mejillas.
-Te gusta mucho-Vicky no necesitaba mucho más para darse cuenta, y sonrió con ternura-. Es que es muy guapa, ¿eh?
-Y aparte de eso, no sé, es cómo me siento con ella.
-¿Mariposas en el estómago?-preguntó Vicky mientras le quitaba a su hija dos troncos de brócoli que pretendía meterse a la vez en la boca.
-También-se rió la fotógrafa-. Pero no sé, es sobre todo porque con ella no siento que esté mal ser yo.
-Es que no está mal ser tú, cada persona es como es y es igual de lícito ser como la Mari que necesitar tiempo para sentirte cómoda con la gente.
-Ya, pero es que eso es muy fácil decirlo, pero sabes que no está socialmente aceptado que una persona sea tímida, Vicky-le costaba horrores hablar de eso, pero hizo el esfuerzo para poder explicarle a su amiga cómo se sentía-. De primeras muy mona si lo eres, vale, pero en cuanto ven que hablas poco y no das conversación, oh, menuda aburrida eres.
-La sociedad es tonta-Vicky no quiso entrar en aquel debate, porque sabía que eso era algo que Natalia llevaba muchos años arrastrando y que no iba a hacerle cambiar de opinión, así que prefirió seguir guiando la conversación hacia la pediatra-. ¿Y con Alba no te pasa eso?
-No, para nada. Parece que no le importa, ¿sabes? O me pregunta mil cosas o lleva ella el peso de la conversación para que yo no me tenga que estar devanando los sesos para buscar qué decir. Y cuando hablo, me escucha como si le interesara en serio, ¿sabes?
-Suena a que ella también está loquita contigo.
-¿Tú crees?-intentó contenerlo, pero se le bañó el rostro de ilusión.
-Pues claro que lo creo, Nati, porque eres una persona increíble por mucho que pienses que no, y se ve que ella se ha dado cuenta. Además, eres guapísima, vamos, no me extraña que se le caiga la baba contigo.
-No se le cae, no seas exagerada.
-¿Que no? ¿Tú te crees que María no vino corriendo a contarme con todo detalle sus observaciones del viernes respecto a vosotras dos?
-¿Hablasteis de nosotras?
-Ni confirmo ni desmiento-se rió mientras se encogía de hombros-. Pero escúchame, ahora en serio. Me alegra mucho verte así, con ganas de conocerla más y ver qué pasa. Tiene cojones que haya tenido que irme yo de Madrid para que tú encuentres a alguien con quien se te olviden todas esas inseguridades de mierda.
-Vicky, que ahí van dos palabrotas-Natalia señaló a Alejandra con la barbilla, que estaba diseccionado un trozo de brócoli antes de llevárselo a la boca.
-Me da igual, la ocasión lo merece-se rió ella-. En serio, estoy orgullosa.
-Calla que me voy a acabar emocionando-se rió Natalia, tapándose la cara con vergüenza.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora