21. Gasolina

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-Oye, chicos, os tengo que contar una cosa.
-¿Estás embarazada, cerda?-Sergio casi gritó aquello y una señora se giró a mirarles con desaprobación.
-¿Pero cómo va a estar embarazada si ahora mismo no está liándose con ningún tío, imbécil? No te estás liando con ningún tío, ¿no?
-No-se rió Alba, con un ceño fruncido divertido en su rostro.
-Ay, es que se ha puesto tan seria la cabrona. ¿Entonces qué pasa?
-A ver, os acordáis de la fotógrafa, ¿no?
-¿La modelo?
-Es fotógrafa-aclaró Alba.
-Coño, pero tiene una pinta de modelo que te caes para atrás.
-Me sigue pareciendo injusto no haberla visto nunca.
-Eso te pasa por no ayudar en la prote, Sergio, te pierdes lo mejor.
-Bueno, ¿os acordáis de ella o no?
-Cariño, ¿no ves que estamos hablando de ella? ¿Qué ha pasado, algún avance?
-Más bien todo lo contrario-resopló-. Bueno, primero avances y luego lo contrario. Necesito vuestra ayuda.
-¿La nuestra por?
-A ver, es que estuvimos a punto de besarnos en su casa, y ahora creo que no quiere saber nada de mí.
-¡¿Cómo?! ¿En su casa?
-Albita, cariño, ¿y esto cuándo nos lo pensabas contar?
-¿Pero en su casa, casa?-seguía Sergio.
-¿Qué otras formas de casa hay que no sean una casa, casa?-se rió África.
-Déjame, que estoy en shock. ¿Y eso cuándo fue?
-El domingo.
-¡¿Antes de ayer?!
-No, el anterior-admitió con la boca pequeña. La iban a matar por no haberlo contado.
-¡Pero serás cerda!
-¿A cuento de qué estabas en su casa un domingo y no nos cuentas nada?
-A ver, relajaos un poco. Le dieron unas convulsiones febriles a su ahijada, y como la madre está otra vez trabajando fuera y estaba sola, me llamó porque estaba asustada. Por eso estaba en su casa.
-¿Y en qué momento pasas de decirle que no se le está muriendo la niña a estar a punto de besarla?
-Pues no lo sé-suspiró, entrando al vagón-. No sé, estábamos hablando y surgió.
-Pero no pasó.
-No, porque ella se apartó de pronto y desde entonces me está evitando. Si tenía que devolverle un pendrive y me ha pedido que se lo deje en el buzón del estudio.
-Hostia, te está evitando pero bien.
-Ya, y ese es el problema.
-Hombre, pues sí es un problema, pero Mari, ¿no será que a lo mejor no quiere nada?
-¿Y si tiene pareja?
-Es que, me vais a decir que estoy loca, pero cuando he estado con ella no la he visto muy reacia que digamos.
-A ver, se apartó para no besarte y desde entonces no te habla, yo eso un poco reacio sí lo veo, Albita.
-Ya, pero no digo eso. Es como que... noto que hay química, ¿es eso posible?
-A ver, a tu favor he de decir que la química la noté hasta yo el día del mercadillo.
-¿A que sí?
-Tanto que era hasta incómodo-asintió África.
-¿Entonces qué pretendes?
-Pues ahí necesitaba vuestra ayuda. Es que llevo desde entonces dándole vueltas y no se me ocurre una manera de acercarme, aunque solo sea para saber por qué ha reaccionado así, ¿sabes? Que si no quiere que nos sigamos conociendo no voy a forzarla, pero yo qué sé, por hablar aunque sea una vez. La cosa es que no tengo ni una excusa ni un nada para poder hablarle, y claro, plantarme en el estudio me parece un poco demasiado, y no sé qué hacer.
-Pues a su casa, ¿no te acuerdas de dónde está?
-¿Pero tú eres tonto?-le regañó África-. No va al estudio para no parecer una acosadora, ¿y se va a plantar en la casa?
-No voy a hacer eso, Sergio-se rió Alba.
-¡Hostia! ¡Ya lo tengo!-probablemente casi todo el vagón se enteró de que había dado con una solución-. El bar ese de dosmileo, tía, que mientras hacíais ojitos me dijo su amiga que van casi todas las semanas. Este viernes salimos, y con un poco de suerte, zas, te la encuentras ahí.
-¿Tú crees?
-Que sí, coño. Si íbamos a ir un día de estos a ver qué tal es de todas formas.
-Ya, no sé.
-Menuda rayada te traes, rubia-se rió Sergio.
-Es que mira que he intentado darle conversación por whatsapp, pero se me has acabado las excusas y no lo he conseguido-suspiró con el ceño fruncido-. Cero, fría, seca. No sé, solo quiero saber qué es lo que le ha sentado tan mal y disculparme si me he pasado.





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-Que te estoy diciendo que no, Mari, que no me apetece.
-Natalia-se puso seria.
-María-la imitó.
-¿Cuánto llevas sin dormir bien?
-Pues mucho, pero es que con lo de Ale no estoy tranquila.
-¡Pues por eso! Te va a venir bien.
-A ver que yo me entere-entrecerró los ojos-. Estás intentando convencerme para salir de fiesta... ¿diciendo que necesito dormir? ¿Desde cuándo se descansa al salir de fiesta?
-A ver, al salir mientras sales no, pero luego vuelves a casa y duermes doce horas.
-Ya.
-Además, lo que digo es que te hace falta desconectar un poco.
-Pero que estoy bien, en serio.
-Estás bien de ojeras, Nataliuca.
-Pero eso no se arregla con una noche de alcohol precisamente.
-Pero una noche de alcohol y baile sí que te libera de tus estreses y preocupaciones.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora