88. Un regalo y una canción

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-¿Me explicas qué poseyó a tu novia anoche?-preguntó Marina, más o menos a mitad de camino entre Madrid y Elche, cuando ambas se dieron por descansadas y dejaron de intentar dormir en aquel vagón.
-No es mi novia-le recordó su hermana.
-Como si lo fuera-la más pequeña hizo un gesto con la mano para restarle importancia a la aclaración-. ¡Te cantó dos canciones!
-Ya-Alba se mordió el labio inferior para contener la sonrisa. Aún le daban ganas de reírse cuando lo recordaba.
-Y te cantó una canción de Mamma mia, y esa peli es como vuestra peli.
-Más o menos.
-Una canción de Mamma mia, que es vuestra peli, que dice que te va a esperar el tiempo que haga falta porque el amor que te tiene puede con todas las dudas que puedas tener. Una canción de Mamma mia, vuestra peli, para decirte que va a estar esperándote porque te quiere.
-Ay, Mini-esta vez se le escapó una risa tonta a la pediatra mientras se tapaba la cara con ambas manos-. Es una payasa.
-No sabía que ahora se le llamaba así a la gente que te hace el chichi agua.
-¡Marina!-la regañó, porque seguían metidas en un vagón de tren con gente alrededor, y la pequeña se rió.
-No, pero ahora en serio, en realidad estás ya perdidísima, lo sabes, ¿no?
-Yo solo sé que no se nada-suspiró Alba.
-Un coño nada, ¿tú has visto la cara de pava que se te ha puesto cuando la he mencionado?
-Es que me cantó Mamma mia-intentó justificarse.
-¿Qué vais a hacer ahora?
-Me pidió una cita-se encogió de hombros la pediatra-. Pero no sé... no sé qué hacer, Marina.
-¿Por?
-No quiero que nos precipitemos-suspiró-. Mira cómo acabó todo la otra vez.
-Bueno, la otra vez no os precipitasteis precisamente, Alba.
-Ya, pero si sin precipitarnos acabamos mal, ¿cómo podemos acabar si corremos demasiado ahora que encima tenemos esta mochila en la espalda? No sé, prefiero ser precavida esta vez.
-¿Ser precavida es morirte por aceptar esa cita pero rechazarla por miedo y quedaros estancadas en el querer avanzar pero sin hacerlo?
-A ver, es que dicho así...
-Es lo que estás haciendo.
-Estoy pidiéndole que avancemos despacio, ¿vale? Para poder solucionar bien lo que nos hizo estar mal en un principio y no volver a caer en lo que caímos.
-Pues yo no creo que ir despacio os vaya a ayudar-reflexionó su hermana en voz alta.
-¿Por?
-No sé, yo creo que lo que necesitáis no es tardar dos meses en quedar y comeros la boca, sino avanzar al ritmo al que de verdad queréis avanzar pero cuidando bien la relación desde el principio esta vez, y haciendo las dos vuestro esfuerzo para que no se vuelva a joder. Quiero decir que el cuidado lo tenéis que tener con lo que hacéis, y no con la velocidad a la que lo hacéis.
-¿Tú crees?-Alba se giró a mirarla, con el labio inferior atrapado entre sus dientes.
-Sí. Al final, ir más lento no es lo que va a hacer que hagáis las cosas mejor, solo que tardéis más en hacerlas.
-Bueno, por ahora tengo dos semanas para pensar en todo esto sin tener que darle una respuesta-suspiró la pediatra, que no tenía muy claro, después de los acontecimientos de la noche anterior, si se alegraba por tener dos semanas de margen o se cagaba en las dos semanas por no poder llamarla y quedar esa misma tarde.




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