70. 10 de julio

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Alba se sentó en la silla que tenía entre las plantas de su terraza, apoyó la cabeza en el marco de la ventana y cerró los ojos. Era 10 de julio, acababa de volver de pasear y llevaba toda la mañana ignorando notificaciones para no verse obligada a atender también a los mensajes de Natalia que llevaba sin responder desde la noche anterior. No es que quisiera ignorarla, es que le estaba costando más esfuerzo del que era habitual en ella enfrentarse a sus conversaciones. Habían pasado ya más de tres semanas desde que se derrumbó y María se la llevó a desayunar churros al encontrarla llorando en la cama de la fotógrafa, desde que se le pasó por la cabeza que igual no era el momento para ellas. Y también tres semanas desde que Natalia le había dicho que confiaba en que pudieran dejar de ser astronautas en el mar y convertirse en buzos, y Alba tenía tantas ganas de que fuera cierto que se había aferrado a esa conversación como quien se aferra a un clavo ardiendo. Se había convencido de que igual sí que podían, de que a lo mejor la que se había perdido era ella y solo tenía que encontrarse, así que confió en Natalia, y en que la seguridad que tenía ella le pudiera servir de faro, y se quedó. Al fin y al cabo, mientras se mantuviera el amor no debería estar todo perdido.

Y su problema no era que no se mantuviera el amor, porque Alba aún notaba cosquillas en la barriga cuando conseguía que la fotógrafa se riera; su problema era precisamente el amor y su maldita corriente de resaca. Los momentos buenos eran cada vez más efímeros, porque ya no duraban tanto como la espiral de incienso antimosquitos de Rafi sino que se esfumaban a la misma velocidad que desaparece la huella de un pie en la orilla del mar. Duraban, en realidad, lo que durase la carcajada, o la caricia, o el beso, pero en cuanto eso desaparecía sus cabezas volvían a decirles "está todo mal", y se iba la sensación de que todo seguía como antes.

Alba abrió los ojos y dejó caer su peso sobre el respaldo de la silla, agotada mentalmente de tanta pelea interna consigo misma, y cogió el móvil para enfrentarse a una conversación más que le recordase que nada estaba bien.

natus

igual estás ya dormida
pero es que mira este gordo a ti te parece normal????

La rubia sonrió al ver la foto de Fígaro que le había enviado, en la que salía con una postura rarísima que le hacía parecer más gordo todavía tumbado sobre la funda del sofá, que estaba entera arrugada en el suelo.

natus

qué mono parece una foquita con esa pose nat
tiró él la funda??

para hacerse una cama se puede tener más morro??
o sea ya no sabemos cómo colocarla porque por más que la remetamos el tío se las apaña para tirar de ella hasta que acaba en el suelo y se hace una bola encima
pero es que tiene no una sino dos camas!!

JAJAJA no quiere camas solo quiere fundas del sofá

es un capullo

sí es

Alba bloqueó el móvil y volvió a cerrar los ojos. Empezaban a desesperarle esas conversaciones en las que no había nada de malo, en realidad, pero que tampoco eran nada bueno. Empezaban a parecerle puro trámite, un mero intercambio de palabras en el que se contaban lo que habían comido o lo que acababa de hacer alguno de sus hijos felinos para que no pareciera que en realidad ya ni siquiera sabían de qué hablar porque temían que cualquier tontería pudiese desembocar en una conversación que no se veían preparadas para tener. Pero necesitaban tenerla de una vez, y por eso a Alba le costaba cada día más abrir los chats con la fotógrafa para fingir que todo seguía bien.

Cuando volvió a abrir los ojos se fijó en cómo había cambiado la nube que había visto antes de cerrarlos, y se acordó de una conversación que había tenido con Natalia sentadas ambas en esa misma silla, meses antes, y supo que tenían que tener esa conversación. Le hizo una foto a la nube, medio enmarcada por el marco de la ventana y por algunas hojas rebeldes que entraban en el plano, y la subió a su historia acompañada de una canción.




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