58. No te enfades

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Si buscabas en el diccionario la palabra "cansancio" aparecía la cara de Natalia, y eso que solo llevaban tres días de semana. El lunes y el martes había estado de foto fija en el rodaje de un videoclip, y eso suponía haber pasado de seis de la mañana a doce de la noche fuera de casa. Pero encima, la suerte había decidido reírse de ella ese miércoles y había perdido unos archivos editados que tenía que entregar al día siguiente, así que la siesta que había estado visualizando durante dos días se vio sustituida por volver a editarlo todo a toda prisa, para poder ir a cenar con Alba y tenerlo listo para el jueves.

-Menuda carita de explotación laboral me traes-dijo la rubia tras despedirse de África y Sergio, observándola con ternura.
-Creo que ya estoy demasiado vieja para rodajes.
-¡Pero si estás en la flor de la vida!-exclamó Alba-. De vieja nada, Natus, que yo tengo un año más y estoy estupendamente, así que tú también.
-En la flor del cansancio, diría, más bien.
-Nat, pero habérmelo dicho y no cenábamos por ahí hoy, mujer.
-Pero si es que me apetecía-entrelazó sus dedos con los de la rubia.
-Estamos a tiempo de irnos para casa, pillar cualquier cosa por el camino y dormirnos a las diez como las abuelitas-propuso, con las cejas en alto.
-No, no-insistió la fotógrafa-. Que me apetece de verdad un poco de aire.
-Vale-murmuró la rubia, y se puso de puntillas para soplarle con fuerza todo lo cerca posible de su cara.
-¿Qué haces?-preguntó Natalia, entre divertida y confusa.
-Pues darte aire, cariño.
-Dios, Alba-se rió, y la más bajita soltó una carcajada-. ¿De verdad acabas de hacer eso?
-Para que veas que mi humor a veces también es un humor de mierda-sonrió la rubia, aunque se estuviera riendo de ella, porque había conseguido lo que buscaba.
-Lo que veo es que eres un poco idiota.
-Me lo suelen decir-volvió a sonreír, porque a Natalia le había hecho demasiada gracia aquella tontería-. Venga, ¿dónde cenamos?

Una pregunta un poco tonta teniendo en cuenta que siempre acababan yendo al mismo bar todos los miércoles, pues era el que mejores opciones vegetarianas tenía sin perder el buen precio. Mientras cenaban, Alba le relataba algunos casos que le habían llegado a la consulta en lo que iba de semana, como el niño que se había tragado una horquilla del pelo, y Natalia hacía un esfuerzo enorme por enterarse, con el cansancio y dolor de cabeza que tenía encima, de todos los términos médicos que utilizaba la rubia cuando se venía arriba hablando de una neumonía. Hizo el esfuerzo y más o menos consiguió entenderla, por muy frito que tuviera el cerebro, porque a pesar de estar escuchando términos extraños para ella la capacidad para comunicarse de la pediatra le facilitaba mucho las cosas.

-Entonces, ¿con la trabronoscopia esa visteis que tenía un cacahuete en el pulmón?-preguntó Natalia mientras se levantaban.
-Traqueobroncoscopia, Nat-corrigió Alba, soltando una carcajada-. Lo tenía en la tráquea, no en el pulmón.
-Eso.
-Pero sí, tenía un trocito y eso le estaba causando la neumonía.
-Pues nada, no le volvemos a dar pistachos a Ale.
-¿Pistachos? ¡Pero si era un cacahuete!-volvió a reírse Alba-. Tienes la cabeza en otro lado, ¿eh?
-Eso, cacahuetes. No le damos más cacahuetes.
-Un cacahuete parece tu cerebro ahora mismo, Natus, que vaya empanada me traes encima.
-Oye, pero no hace falta que me llames tonta. Es solo que tengo las neuronas fritas, que con la mierda de las fotos que he perdido me he pasado todo el día delante del ordenador.
-Es que menuda putada, ¿cómo no las habías guardado en dos sitios?
-Si es que yo creía que las había guardado en dos sitios, sigo sin entender qué coño ha pasado.
-Bueno, así la próxima vez ya sabes que te tienes que asegurar y super asegurar de haberlas guardado en dos sitios para que no te pase más.
-No, si encima será mi culpa que la tarjeta de memoria haya petado.
-No digo que sea tu culpa, cariño, pero seguro que ahora le prestas mucha más atención a eso. Bueno, ahora mismo con el cansancio que me traes encima no le vas a prestar mucha atención a nada. Ahora mismo, más bien, estarías fritísima en el sofá con el trozo de pizza sin terminar y Luisa encima de tu barriga si hubiéramos ido a cenar a casa-se rió con ternura al visualizarlo.
-Y dale con eso-chasqueó la lengua la morena, que había tenido que explicarle que le apetecía cenar fuera como cinco veces desde que salió Alba de la clínica-. Que me apetecía salir, Alba, y no seguir encerrada entre cuatro paredes como llevo haciendo desde el domingo.
-Que ya lo sé, Nat, si no lo decía por eso.
-Es que parece que la que quería irse a casa y que me durmiera cuanto antes eres tú.
-Natus, nos afecta el cansancio al humor, ¿eh?-la rubia dejó de andar para mirarla y analizar bien su rostro contraído.
-No, pero es que me lo has dicho veinte veces, y parece que preferías que me durmiera a las diez de verdad para que no te pudiera molestar más con mi mal humor.
-No has entendido nada, ¿eh?-dijo Alba en tono suave.
-¿De qué?
-¡Pues que el plan de ir a casa no era para que te durmieras antes! Era plan de manta y mimitos para este cuerpo gigante que necesita cuidados-le dio con el dedo índice en las costillas, y la morena se retorció un poco.
-No los necesito-se cruzó de brazos Natalia y la pediatra alzó las cejas, divertida.
-No, para nada-sonrió-. Se te nota mucho que estás estupendamente. De un buen humor increíble, Nat.
-No te burles-refunfuñó.
-¿Conoces Jelly Jamm?-preguntó Alba, ignorando el ceño fruncido de la fotógrafa, gesto que exageró más aún ante esa pregunta.
-¿El qué?
-Jelly Jamm, la serie de niños.
-No te estoy siguiendo mucho ahora mismo.
-Da lo mismo. La cosa es que en la serie cantan una canción chulísima, No te enfades se llama-casi le entró la risa al ver la cara que puso Natalia-. ¿Qué? Es chulísima en serio, mira, es así: "no, no, no te enfades"-empezó a cantar.
-Alba, pero no hace falta cantar, que nos mira la gente.
-"¡No, no, no te enfades!"-seguía la pediatra a lo suyo-. "No sirve de nada refunfuñar. No, no, no te enfades, ¡no, no, no te enfades! ¡Con una sonrisa todo vuelve a mejorar!"
-Alba-la fotógrafa intentó taparle la boca, pero de poco sirvió eso cuando añadió un bailecito ridículo a su interpretación.
-"Si cuando sales a pasear, si cuando sales a pasear"-se le empezó a escapar la risa a Alba al poner la voz más aguda para repetir la frase-. "Una tormenta de golpe cae, ¡una tormenta de golpe cae! En vez de mojarse y enfurecer, chapotear es lo que hay que hacer, ¡divierte más!"
-Albi-a esas alturas del numerito Natalia ya estaba roja como un tomate pero incapaz de aguantar la risa.
-"No, no, no te enfades, ¡no, no, no te enfades!"
-Para ya-acabó riéndose en alto, rodeando sus hombros con un brazo para acabar con el baile, y la rubia se dejó abrazar con una sonrisa.
-¿Ha funcionado?
-Shh.
-¡Ha funcionado! "No, no, ¡no te enfades!"
-¡Albi!-se le escapó la risa a Natalia, que esta vez sí que pudo taparle la boca y sintió la carcajada de Alba contra su piel-. Suficiente, por favor.
-Te estás riendo-dijo contra su mano.
-Porque eres una payasa.
-Pero te estás riendo-repitió, con una sonrisa.
-Porque eres payasa-volvió a decir Natalia-. No quiero saber cómo te sabes una canción de una serie de niños.
-Es que las canciones las hicieron los de La casa azul-le explicó después de soltar una carcajada escandalosa-. Me saltó una vez escuchando su música.
-Por escucharla una vez no te la aprendes.
-Me has pillado-alzó las manos en un gesto de fingida inocencia-. En mis ratos libres no veo Sherlock, te mentí. Veo Jelly Jamm.
-Me lo había imaginado-se rió la morena.
-En realidad es que mi prima nos la estuvo poniendo todas las vacaciones allí en Elche.
-Seguro-se rió un poco Natalia, y luego dejó escapar todo el aire de sus pulmones-. Me he puesto un poco gilipollas, ¿no?
-Un poquito-sonrió Alba, acercando mucho el pulgar al índice.
-Perdón-volvió a suspirar Natalia mientras deshacía ese gesto de la mano de la rubia entrelazando sus dedos-. Lo siento, ¿ves? Que coja confianza con la gente es una cosa horrible, te lo puede confirmar María que vive conmigo y me aguanta así cada dos por tres. Perdón.
-Me acabas de pedir perdón tres veces en menos de un minuto, Nat-sonrió Alba, cambiando la mano entrelazada por rodear su cintura por debajo de la chaqueta.
-Perdón. Es que lo siento, me pongo súper gilipollas.
-Cinco veces-se rió la pediatra-. En serio, que no pasa nada, Natus. Estás cansada y el cansancio te hace odiar la vida y creer que todo el mundo te odia a ti, pues ya está, no podías ser tan perfecta en todo.
-Qué idiota eres-apoyó la mejilla sobre la coronilla de Alba mientras caminaban hacia el metro-. Pero en serio, perdón. Si me vuelvo a poner así de gilipollas tienes permiso para mandarme a la mierda, ¿vale?
-Me parece perfecto.





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