6. Mercadillo de scoutgirls

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-Madre mía, qué peste hueles, ¿eh?-dijo Natalia con la nariz arrugada mientras levantaba a la niña por debajo de las axilas, intentando no aplastarle el pañal contra el culo mientras no fuera sumamente necesario.

La tumbó con cuidado sobre la cama y se giró para coger las toallitas, la crema y un pañal limpio, pero Alejandra no estaba muy por la labor de ponerle las cosas fáciles a su madrina. Estaban pasando un domingo demasiado domingo, sin salir de casa porque el calor aquel día era insoportable incluso a las ocho de la mañana, y el encerramiento le estaba pasando factura al humor de Ale. Cuando volvió a mirar a la cama, se había puesto de pie intentando huir de Natalia, y se reía con cierta malicia hasta que la morena la agarró y volvió a tumbarla, esta vez sobre la tela plastificada del cambiador. Se revolvió en un intento de darse la vuelta, y Natalia tuvo que agarrarla por las piernas y luego cogerle los hombros para volver a tumbarla boca arriba, porque la pequeña seguía retorciéndose y quejándose.

-Ale, cariño, es que tienes caca y hay que limpiarla. ¿No ves lo mal que huele?-se tapó la nariz con dos dedos y puso su mejor cara de asco-. Como tus pies, que huelen fatal. ¿A ver este pie? ¡Ugh, qué peste!

El mini teatrillo bastó para distraer a Alejandra, que soltó una carcajada cuando Natalia se apartó velozmente de su pie, y volvió a levantarlo en su dirección para pedirle que lo repetiera. Y eso hizo, volvió a acercar la cara a la planta de ese piececillo rechoncho, olfateó concentrada y luego fingió un gran espanto por el olor que en teoría emanaba. Y después volvió a hacerlo, y otra vez, y otra, sonriendo cada vez que la niña estallaba en risas, y frunciendo el ceño cuando por fin pudo abrir el pañal y se encontró con la verdadera fuente del olor. Empezó a limpiarle mientras sujetaba ambas piernas en alto, pero una de las veces que exclamó un "¡Qué peste!" tras oler el pie de Alejandra, a ella le hizo tanta gracia que empezó a retorcerse y a Natalia se le resbalaron sus tobillos de la mano. Como resultado, toda su pierna derecha cayó encima del pañal abierto, pero Alejandra siguió moviéndose y acabó manchándose también la otra pierna.

-Mierda-musitó Natalia, intentando atrapar sus tobillos de nuevo-. Literalmente, mierda. Ale, Ale, Ale, espera.

Puso una mano sobre su pecho cuando vio que la niña empezaba a retorcerse para soltarse de su agarre, intentando buscar la manera de limpiar aquello sin empeorar la situación. Aprovechó una mini pausa en sus movimientos para soltar su pecho y, con la mano izquierda, empujar hacia su derecha el pañal y así, al menos, alejarlo de un posible segundo accidente. Podía sentir la gota de sudor arrastrarse hacia abajo por su frente mientras valoraba las posibilidades que tenía, acabando por decidir que tenía que moverse rápido para levantarla y llevarla hasta la bañera. Suspiró, contó mentalmente hasta tres, y cuando estaba a punto de soltar sus tobillos para cogerla corriendo por el pecho, empezó a ver el chorro de pis salir hacia arriba como una fuente.

-La madre que te parió-se quejó para sí misma, volviendo a utilizar la mano izquierda para coger el pañal sucio y taparla como pudo con el lado de fuera, al menos hasta que hubiera terminado de mear-. ¿Tú no podías esperar un minuto que te iba a meter en la bañera, tía?

Alejandra simplemente la miró, sonriente, y movió un pie para que Natalia continuase diciéndole lo mal que olía, completamente ajena a la que había liado primero llenándose las piernas de caca y luego meándose encima. Cuando la morena consideró que le había dejado tiempo suficiente, hizo malabares para retirar el pañal sin mancharse y, ahora sí, cogió a la niña por debajo de las axilas y la llevó hasta la bañera todo lo rápido que pudo, para evitar más accidentes. Trató de mantenerla de pie, al menos hasta que pudo limpiarle las piernas, aunque la tarea fue más difícil de lo que había pensado que sería y acabó empapada. Alejandra, con lo que le gustaba el agua, empezó a patalear en cuanto empezó a salir la primera gota, intentando agacharse para jugar con la que resbalaba por el suelo de la bañera hasta el desagüe. Aquello era una mala idea porque iba arrastrando la caca que le estaba limpiando de las piernas, así que tuvo que rodearla con un brazo mientras con el otro se peleaba con la alcachofa de la ducha para limpiarla lo mejor posible. "Anda que menudo puto cuadro". Cuando consideró que tanto la niña como la bañera estaban lo suficientemente limpias, dejó que se sentara y puso el tapón para que se llenara unos centímetros, cosa que Alejandra celebró como si fuera la persona más afortunada del planeta. Natalia se secó la cara con la primera toalla que encontró, orgullosa de haber conseguido salvar la situación mínimamente bien, y en cuanto volvió a girarse hacia la bañera Ale dio un par de manotazos en el agua que le volvieron a empapar la cara.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora