26. For one night, and one night only...

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-Niña, ¿tú sabes lo que le pasa a tu hermana hoy?
-Pregúntale tú, mamá-se rió Marina, uniéndose a observar a la pediatra tararear mientras fregaba los platos de la comida.
-Si es que a mí no me va a decir nada, pregúntale tú y luego me lo cuentas.
-Cuando bajes al perro hago interrogatorio-aceptó la menor de las Reche, que tenía más idea que su madre de lo que podía tener a Alba de tan buen humor.
-Ay, pues espera que lo bajo ya-dijo como si fuera la mejor idea del mundo, mientras salía casi corriendo a por la correa de Nico, y Marina se rió desde el marco de la puerta de la cocina.
-Guapa, ¿no tienes nada que contarme?
-¿A ti? ¿De qué?-se giró la aludida, secándose las manos.
-Pues no sé, dímelo tú. La última noticia que tenía era que ayer quedaste con la fotógrafa por la que me dejaste abandonada el viernes pasado, ahí tirada con tus amigos.
-Pero si con Sergio y Afri te llevas casi mejor que yo.
-No me cambies de tema y cuenta.
-¿Qué cuento?
-¡Pues cómo te fue! Coño, que te falta andar como Heidi y me puedo hacer una idea, pero yo qué sé, alimenta un poco mi alma maruja, dame detalles.
-O sea que solo preguntas por el cotilleo-fingió ofenderse la pediatra-. Qué bonito.
-Deja de hacer el payaso y cuéntame-se apoyó en la encimera-. ¿Qué pasó?
-A ver, pasar, pasar, no pasó nada.
-¿Nada?
-Nada.
-¿Ni al despediros?
-No. Pero me lo pasé muy bien, no sé-se le escapó la sonrisa mientras se apoyaba en la pared frente a su hermana.
-¿Pero qué hicisteis?
-Pues estuvimos comiendo en el vegetariano que hay cerca de casa, tomando unas cañas y eso, y luego paseando por el barrio.
-¿Por el barrio? ¿Por el barrio dónde?
-Yo qué sé, por ningún sitio en concreto. Nos sentamos en un banco que hay cerca del Día, donde la boca del metro, y echamos ahí la tarde hablando.
-¿Hablando?
-Sí, yo qué sé. Me estuvo explicando su criterio para hacer las fotos que hace por la calle, y te lo juro, me encantaría vivir en su cabeza por un rato.
-A ti te encantaría hacerle otra cosa por un rato-se rió Marina, y Alba le lanzó el trapo con el que se había secado a la cara-. ¡Oye! ¡No he dicho ninguna mentira!
-Guarrona, que eres una guarrona. Ya no te cuento más, que no me escuchas.
-¡Sí que te escucho! Pero es que me distrae un poco el aura de arcoiris que me traes, ¿sabes? Tengo que rebajar el nivel de azúcar en sangre.
-Eres tontísima.


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-¿Este viernes?
-Sí, ¿qué pasa?
-¿El de esta semana?
-Eso suele significar "este viernes", ¿pero qué pasa?
-¡Que eso es en cuatro días!
-¡Muy bien, sabes contar!-aplaudió María con entusiasmo, llevándose una colleja por parte de Natalia-. ¡Ay!
-Imbécil.
-Agresiva.
-Estúpida.
-Oye, oye, relaja. ¿Qué tiene de malo que vengan el viernes?
-Pues que no estoy mentalizada.
-No sabía que necesitaras una semana de preparación mental para ver a la chica que te mola.
-¡María!-se quejó Natalia, y la rubia se rió.
-Perdón, perdón. A ver, ¿pero qué esperabas? ¿Quedáis y tardáis dos semanas en volver a veros?
-No sé, pero es que también vienen sus amigos.
-Sus amigos son muy majos, por eso no te preocupes.
-Te voy a matar-se tapó la cara con el cojín, sollozando teatralmente.
-Me lo vas a agradecer.

Seguramente sí se lo acabaría agradeciendo, pero en ese momento tenía ganas de matarla. En realidad no había hecho nada malo, solo había hablado con África, la amiga de Alba, y habían organizado una salida esa semana, pero como una cosa grupal, no es que les hubieran organizado una cita realmente. Pero ya sabemos cómo era Natalia, y para Natalia salir con tanta gente a la que apenas conocía iba a suponer un mundo. Y todavía tenía cuatro días por delante para ponerse nerviosa.


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Apagó el ordenador, se quitó la bata y la colgó en el perchero que tenía junto a la puerta de la consulta, frotándose los ojos después de un día larguísimo de trabajo. Fue la primera de los tres en salir, así que esperó en la puerta de la clínica a sus amigos para coger juntos el metro, como hacían todos los días. El final del verano se estaba acercando y, aunque aún hacía calor, durante la primera semana de septiembre ya estaba empezando a anochecer antes. Todavía había algo de luz a las nueve, pero ya era cuestión de tiempo que hubiese oscurecido del todo cuando salieran de trabajar.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora