55. Por primera vez

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-Buenos días, princesa-saludó Natalia con voz ronca al ver a su rubia frotarse los ojos, y se le escapó la risa cuando vio la mirada que le dedicó.
-Qué dices.
-Estoy entrenando para ser romántica, ¿no te gusta?
-¿Entrenando para ser romántica?-Alba achinó los ojos con desconcierto mientras se acomodaba sobre su cuerpo.
-Claro, rubia, para San Valentín, que ya queda poco.
-"Rubia"-Alba repitió el apodo que Natalia no le había dicho literalmente nunca-. ¿Pero cómo estás entrenando, con una guía para ser Mario Casas?-Natalia soltó una carcajada que le vibró en el pecho a la pediatra.
-Qué idiota.
-Es que estoy pensando que me han cambiado a mi novia mientras dormía, que me has llamado rubia y princesa en menos de dos minutos.
-¿No te gusta?
-Déjate de cachondeo que tengo sueño.
-Pero si llevas como tres horas durmiendo, que me tienes aquí aplastada-se rió la fotógrafa.
-Pero si tú tienes una cara de dormida que no puedes con ella, de qué te quejas.
-Mimimi-arrugó la nariz, divertida.
-¿Qué hora es?
-¡La hora de comerte a besos!-respondió, lanzándose a llenarle los mofletes de besos sonoros, y la rubia se echó a reír, poco acostumbrada a que fuera Natalia la que hiciera el tonto.
-Te has despertado payasona de la siesta, ¿eh?
-En realidad eso también era un entrenamiento para San Valentín, ¿no te mola?
-La verdad es que quiero pensar que estás de coña pero viniendo de ti no sé si puedo pensarlo.
-Qué poco espíritu romántico, Albi.
-Es que no me gusta San Valentín-dijo en medio de un bostezo.
-¿Por?
-¿Por la cantidad de gilipolleces que nos venden? Es como el peak del concepto erróneo del amor-arrugó la nariz.
-Normalmente eres un sol, cariño, pero de la siesta te levantas con tremendo mal humor.
-Perdón-se rió la rubia, que sabía que era verdad-. Es que no me gusta.
-¿Entonces no quieres que hagamos nada?
-Es que me parece que es una fecha cualquiera-se encogió de hombros la rubia.
-Ya, pero en realidad no lo es.
-¿Porque se ha utilizado para sacar dinero a la gente?
-No, porque igual que hay un día para las patatas fritas, pues hay uno para quererse.
-¿Para quererse? Tremenda gilipollez, Nat-se rió Alba-. ¿Qué es que no nos queremos si no es catorce de febrero?
-Sí, pero es para celebrarlo.
-¿Para celebrar que nos queremos?
-No sé, a mí no me suena tan descabellado-musitó, encogiéndose de hombros-. Me parece bonito.
-Tú sí que eres bonita-Alba se puso a darle besos en el cuello con poco cuidado.
-Ay-se rió la morena-, que me haces cosquillas.
-Esa es la idea-sonrió Alba, volviendo a apoyar la cabeza sobre su pecho, y la observó desde ahí-. ¿De verdad te parece bonito?
-No sé-se encogió de hombros Natalia-. No me parece feo.
-A mí es que me parece una excusa malísima para hacernos comprar regalos como si la base de una relación fuera regalarse bombones. Es que encima bombones, Nat, ¿hay algo peor que regalarle bombones a tu pareja? ¿O un peluchito con un corazón?-se le escapaba la risa.
-Me estás dando unas ideas estupendas-se rió también Natalia.
-No, en serio, ¿hay algo peor que eso? ¡Unos bombones! ¿Puede ser un regalo más impersonal? Me parece horrible, horrible-su indignación estaba haciendo a la morena reírse, y eso le dio alas para exagerarlo un poco más-. ¡Es que menuda manera de decirle a tu novia que no la conoces una mierda! ¿Una cajita de bombones? ¿En serio? Me parece uno de los peores regalos de pareja que tenemos romantizados. ¡Por lo menos dame una caja de huevos Kinder que me dure todo el mes! ¿Pero la cajita roja de Nestlé?
-Estoy saliendo con una hater de los bombones-se reía Natalia-. Está bien saberlo.
-No, está genial que lo sepas, espero que no se te ocurra comprarme bombones nunca.
-Joe, yo que ya había encargado una caja para regalártela-se lamentó-. De las de forma de corazón y todo.
-Calla, qué horror-resopló la rubia.
-Es un regalo de mierda, eso te lo admito.
-Gracias.
-¿Pero el concepto de celebrarlo juntas? ¿También te parece horrible?
-No tanto horrible, pero innecesario, no sé-comentó distraída mientras le daba golpecitos con la punta del dedo en la papada que tenía desde ahí abajo-. Ahora mismo te quiero igual de lo que te puedo querer dentro de una semana, no me hace falta que sea catorce de febrero.
-Me estás haciendo cosquillas otra vez-encogió el cuello Natalia, riéndose-. A ver, si no digo que sea para quererse más, pero me parece bonito lo de dedicar el día a demostrarlo. O sea, no a demostrarlo, porque eso es algo que hay que hacer a diario, pero sí que sea como una celebración, un día para pasarlo con la persona que quieres.
-¿Y tú con quién lo pasarías entonces?
-Albi, pues contigo, ¿con quién lo voy a pasar?-la miró con el ceño fruncido, y Alba soltó una carcajada enternecida por lo literal que había entendido esa pregunta.
-Era broma, Natus. No sé, a mí me parece una gilipollez que exista un día para eso. Es romantizar lo que se debería hacer como base cuando estás en una relación y reducir tener pareja a regalarse cualquier chorrada.
-Reducida se va a quedar mi pierna si seguimos mucho tiempo así porque ya no le llega la sangre a la pobre-dijo Natalia, y la rubia volvió a reírse.
-Ay, perdón-se dejó caer hacia el lado del respaldo, y se quedó medio encajonada entre este y el cuerpo de Natalia-. No sé por qué estamos aquí teniendo una cama en la que cabemos perfectamente.
-Porque a ver quién te movía a ti cuando te has quedado dormida con la peli de antena 3.
-Pues tú-se rió Alba, como si fuera obvio, y se quedó mirando el anuncio de una aerolínea low cost que estaba emitiendo la tele silenciada-. Mira, eso sí que me lo puedes regalar.
-¿Un avión?
-Sí, un jet privado, que ahora resulta que estoy saliendo con Kylie Jenner-se rió Alba-. Un viaje, con un viaje dejo de criticar San Valentín.
-¿Un viaje para nosotras?
-No, me regalas por San Valentín un viaje para irme con África y Sergio, ¿vale? Que me quiero aprovechar del dinero que no tienes pero que románticamente gastas en mí.
-Idiota-se rió Natalia.
-Claro que para nosotras, ¿no te apetece?
-Pues la verdad es que sí-sonrió la morena al imaginarlo.
-¿Sabes a dónde me gustaría ir contigo?
-¿A dónde?
-A París.
-¿A París?-a Natalia se le escapó la risa-. Joder, la que se estaba quejando hace dos minutos de los clichés románticos.
-No es por eso-se rió también Alba-. Es que, ¿te acuerdas del día que me explicaste que no puedo hacerle fotos a los monumentos esquivando a los turistas?
-Creo que sí-dijo con gesto pensativo-. Pero fue hace muchísimo, ¿no?
-Fue como de las primeras veces que hablamos por whatsapp. La cosa es que desde que me lo explicaste me surgió la necesidad de verte hacerle fotos a la Torre Eiffel.
-¿Por?-preguntó con voz tonta. No dejaba de darle vergüenza que a Alba le gustara tanto verla haciendo fotos.
-Pues porque serías la persona más sexy de toda Francia, Nat, haciéndole fotos a la gente que pasea por ahí, y con la Torre Eiffel de fondo y una boina que te habría comprado yo en alguna tienda para turistas.
-Idiota-se rió, sonrojándose.
-Lo digo en serio. Es que eso me encantó desde la primera vez que te vi en modo fotógrafa, ¿sabes? Que coges la cámara y parece que te vas a comer el mundo, porque en realidad te lo comes. A tu manera, pero te lo comes, porque es como si pudieras controlar todo lo que hay a tu alrededor para hacer unas fotos alucinantes pero sin poder controlarlo en realidad. O sea que la magia la haces con lo que tienes, y yo en mi puta vida haría unas fotos tan bonitas mientras abre la panadería del barrio.
-Qué exagerada-se estaba empezando a notar hasta la oreja arder.
-Te lo digo súper en serio, Nat, coges la cámara y te comes en mundo. Y me gusta ver esa Natalia de vez en cuando, porque está ahí. Un poco escondida pero está. 
-Contigo también está-musitó la morena, con la vista fija en la mano de Alba que descansaba sobre su barriga, porque por algún motivo su cerebro decidió que era buena idea contarle aquello mientras estaban encajonadas en el sofá de su piso después de una siesta de sábado.
-¿Cómo?
-Pues que... que contigo...-cogió aire, para intentar ordenar sus ideas-. Desde hace unas semanas lo he estado pensando y me he dado cuenta de que contigo también sale esa Natalia. La Natalia fotógrafa, digo. Porque casi no me asusta meterme en el mar y porque tu mar no parece peligroso y está calmado, y ya me he metido hasta la cintura y he descubierto que es como coger la cámara y hacer fotos.
-¿Mi mar?-Alba no supo ni qué responder ante aquello, pero carraspeó para deshacer el nudo que había empezado a notar en su garganta.
-Es una metáfora, del amor. Solo que así me resulta más fácil pensarlo porque no suena tan grande-le explicó, sin saber que Alba había entendido la metáfora pero que, por una vez, había sido ella la que no había sabido responder.
-Y mira que el mar es grande.
-Pero el amor más. Y dártelo también. Porque me he dado cuenta de que en esa metáfora el amor es el mar pero también lo soy yo, metiéndome al agua, porque enamorarme también es algo mío, ¿sabes? Y últimamente... le he estado dando vueltas y quiero terminar de meterme, y zambullirme y ponerme unas gafas para bucear y ver los peces.
-Ya lo estás haciendo-si no tuviese la vista fija en el techo, Natalia habría visto los ojos brillantes de Alba observándola.
-¿Tú crees?
-Claro. Mira lo que me acabas de decir, y sin canción.
-Es que era un poco difícil encontrar una canción con la que poder usar encima esa metáfora, ¿sabes?-se rió, y Alba lo hizo con ella.
-Pues me gusta que me lo hayas dicho sin canción, porque me encantan tus metáforas.
-Bueno, esta se la he robado a mi madre. Pero no sé, son maneras de simplificar lo que me cuesta decir en alto-se encogió de hombros-. Y decir en alto que... que creo que ya no me asusta enamorarme, si es contigo, pues también me cuesta-soltó todo el aire de sus pulmones y, esta vez sí, se giró a mirar a la pediatra, con las mejillas rojas como tomates, pero lo que se encontró le hizo olvidarse de su vergüenza-. Ay, Albi, ¿estás llorando?
-Puede que un poquito-soltó una risilla y cerró los ojos cuando Natalia paseó el pulgar por su mejilla para apartarle la lágrima rebelde que había caído.
-¿Por?-preguntó en un susurro.
-Es que no estoy acostumbrada a que me digas cosas así sin canciones, cabrona-le dio un golpe suave en las costillas y Natalia respondió con una risa nasal-. No sé, no dejas a todo el mundo llegar hasta esa capa del fondo en la que eres vulnerable porque te has quitado de encima todas las demás. Y a mí me estás dejando llegar a ella y me siento súper privilegiada.
-¿Lloras por eso?-ahora era la morena la que tenía un nudo en la garganta.
-Y porque que me lo digas así demuestra que es de verdad lo que me estás diciendo.
-Es que es súper de verdad-se mordió el labio.
-Yo también me he metido en el agua, ¿sabes?-acogió la metáfora que la morena le había robado a su madre, sabiendo que esa simplificación le ayudaba-. Aunque igual ya me llega por los hombros.
-Es que tú eres Tierra-Natalia le dio un beso en la frente.
-Y tú Mercurio.
-En este caso soy la típica friolera que tarda diez minutos en mojarse hasta la cabeza-se rió un poco-. Y de pequeña tardaba días, por lo menos he avanzado.
-No hay prisa-sonrió Alba-. El mar no se va a secar.
-¿No?
-No. ¿No ves que es enorme? No se evapora un océano de un día para otro.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora