24. Casino abierto

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-Hola, bombón-saludó Paula según entraba por la puerta, aunque no le pasó inadvertido el leve giro de cabeza de Alba para alejar el beso que fue a darle de la comisura de sus labios.
-Hola, Pau-sonrió-, ¿qué tal?
-Intrigada contigo-respondió ella-. O sea, ¿tú? ¿Proponiéndome comer un domingo? O tienes fiebre o te pasa algo, y te veo muy buena cara como para que sea lo primero.
-Mírala qué avispada ella-se rió la pediatra, y Paula alzó la barbilla con chulería.
-Yo siempre. Y tampoco creo que lo que te preocupe tanto sea si me gusta o no la carbonara vegetariana y sin lactosa que has preparado, ¿no?
-No es eso, pero la pasta está buenísima-se defendió Alba, observando a Paula acariciar a Luisa mientras Queen la miraba con superioridad sin acercarse a ella.
-¿Buenísima? Ya sois dos entonces-le guiñó un ojo, la muy payasa, sentándose en el taburete alto de la barra que separaba cocina y salón y que servía de mesa también-. No, pero en serio, en tus habilidades culinarias confío, palabra.
-Me alegra haberte enseñado algo entonces.
-Tú me has enseñado muchas cosas.
-Me refiero a que no todo lo vegetariano y sin lactosa está asqueroso, Paula-se rió. Esa chica no tenía remedio.
-A eso me refería yo también.
-Ya-negó con la cabeza, sacando dos latas de cerveza del frigorífico antes de sentarse junto a ella.
-Bueno, cuéntame, ¿qué es lo que te preocupa, te atormenta y te perturba?
-Es que te inquieta, te atormenta y te perturba, joe, Pau. 
-Eh, ¿perdón por haberme equivocado con una palabra?
-Una palabra lo cambia todo, porque pasas de ser Esperanza Gracia a ser una imitación mala.
-Dios, Alba-puso los ojos en blanco después de llevarse el primer tenedor a la boca-. Esperanza Gracia no soy porque no me había imaginado que esto fuera a estar tan rico.
-Pues claro que no eres Esperanza Gracia, has dicho te preocupa en vez de te inquieta.
-Mimimimi-se burló con un tono infantil que hizo reír a Alba-. Bueno, a ver, ¿qué te pasa entonces?
-Pues no me atormenta ni me perturba, pero hay una cosa que quería hablar contigo.
-Me lo he imaginado, soy toda oídos.
-Es que estoy conociendo a alguien. O sea, no le estoy conociendo, pero me gustaría empezar a hacerlo, y no sé, creo que me gusta.
-¿Me estás dejando?
-Bueno, yo... A ver, es que no somos nada, ¿no? Quiero decir, que...-Alba se puso nerviosa al ver la ofensa en la cara de Paula. No había pensado que para ella eso pudiera suponer algo importante, pues la última vez que lo habían hablado le había dejado claro que no tenía ningún problema. Fue la carcajada de Paula la que hizo que dejara de acelerarse su pulso, aunque la sangre ya había llegado hasta sus mejillas y las había teñido de rubor-. Imbécil.
-Perdón, es que no has visto tu cara-se rió más-. Mírate, estás rojísima.
-Si llego a saber que te ibas a burlar te lo digo por whatsapp-la señaló con su tenedor lleno de espaguetis enrollados.
-Perdón, perdón-intentó ponerse seria-. Así que por eso no te apetecía quedar.
-Pues sí, no sé. Ni siquiera hemos quedado ni nada de eso todavía pero... No sé, simplemente no me salía Bueno, ya viste cómo fue la última vez que quedamos. ¿Te... te importa? Quiero decir, igual debería habértelo dicho antes de rechazarte tres veces cuando me decías de quedar.
-No te preocupes, creo que voy a poder superar el dolor-dramatizó, pero se puso seria de pronto-. Bueno, espera un momento, ¿es un tío o una tía?
-Es una chica.
-Vale, menos mal-suspiró como si realmente eso la tranquilizara completamente-. Que me dejes por otra tía lo puedo llegar a entender, ¿pero por un hombre? Eso no te lo perdonaría-arrugó la nariz y Alba soltó una carcajada que probablemente escucharon hasta los vecinos-. Lo digo en serio, vosotras las tías bisexuales nos ponéis al mismo nivel a nosotras, las mujeres, que a los tíos, y sinceramente me parece un insulto para nosotras.
-Para que luego digan que una puede elegir su orientación sexual-se rió Alba.
-No, desde luego que no podéis elegirla-sacudió la cabeza con fingido dolor-. Las lesbianas somos las elegidas de Dios.
-Bueno, no sé yo si eso de las elegidas de Dios es el mejor término, teniendo en cuenta que la iglesia os llama enfermas.
-Tú lo has dicho, la iglesia. ¿Pero Dios nuestro señor? ¿Con el rollito que tenía con esos pelos y pegándose fiestas con doce tíos más? Ese hetero no era, te lo digo yo-Alba volvió a reírse, y Paula aprovechó para observarla con cariño. Se había hecho querer en esos meses, para qué mentir-. Bueno, pues cuéntame, ¿de dónde ha salido la tía que ha robado tu corazón y cuánto llevas engañándome?
-Eres idiota-se rió, sacudiendo la cabeza, y comenzó a contarle de dónde había salido la chica que estaba amenazando con acercarse a su corazón.


La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora