57. El cielo

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-Tía, que ya no hace tanto frío, se nos va a asfixiar la niña-se rió María al ver a Natalia ponerle hasta la bufanda a Alejandra.
-Nati, por favor-Vicky también se rió-. Es que eres peor que tu madre.
-Es que esta mañana hacía frío-se justificó la fotógrafa, quitándole la bufanda a su ahijada pero guardándola en su mochila, por si acaso.
-Pero ya no, y me vas a poner a la pobre cría a sudar y seguro que eso le da fiebre-María señaló a Alejandra y el abrigo que también le había puesto Natalia mientras Vicky terminaba de preparar el bolso-. ¿Le podrá dar fiebre por sudar mucho? Luego se lo pregunto a Alba. Viene, ¿no?
-Sí, sí. Dice que va a la cafetería directamente, pero sí que viene. Y África también.
-Sí, con Afri he hablado antes. ¡Oye! Ale, no se tira eso al suelo, cabrona.
-Dona-repitió la pequeña, que cuanto más crecía más parecía un loro en vez de una niña.
-¡María!-la regañaron Vicky y Natalia a la vez.
-Perdón, es que me sale solo. Ale, cariño, lo que diga la tita Mari no se escucha, ¿vale? ¿Estamos ya? Porque está a puntito de romper la puerta-la señaló con la barbilla, riéndose al verla aporrear la madera como si la tuvieran secuestrada.
-Ale, cariño, un poco de paciencia-le pidió Vicky-. ¿No ves que mamá está preparando la mochila?
-¿Tila?
-Claro, que hay que llevar toallitas, el bibe de agua, los pañales... Mira cuántas cosas llevamos-le enseñó la mochila, antes de cerrarla por fin-. Venga, ya estamos listas, ¡a ver quién llega primero!
-¡Ade!-exclamó la niña, riéndose, y salió a toda prisa hacia el ascensor en cuanto Natalia le abrió la puerta.

Iban a ir a merendar en una cafetería y luego al parque, y aunque Alejandra ni siquiera fuera muy consciente de lo que iba a ocurrir y ni siquiera le había dicho nadie lo del parque para que no se pusiera muy pesada mientras merendaban, a esa edad somos felices con muy poco. Y para ella ese poco era tener a sus tías haciéndole cosquillas y saliendo a la calle, con todas las cosas chulas que había en la calle, como coches, hormigas por el suelo, perros más grandes que ella y a veces incluso caracoles. Natalia veía lo feliz que le ponían esas cosas, que luego empiezas a dar por hecho y ni miras dos veces, y le daba incluso un poco de envidia la sencillez con la que funcionaba su cabeza aún.

-¡Pero serás bicho!-exclamó la fotógrafa, agachándose para levantar del suelo a una Alejandra que huía de ella riéndose a carcajadas después de haberle pegado en la pierna.
-Lo que yo te diga, de aquí a Hermano mayor la cría-resoplaba María mientras las observaba, divertida.
-¡Ati! ¡Ati no!-gritaba Alejandra, que ya había aprendido a pronunciar esa t y había dejado de llamar "adi" a sus dos tías postizas, cuando se vio atrapada.
-¿Cómo que no? ¡Pero si me has pegado, sinvergüenza!
-¡No!-se rió la pequeña, intentando luchar contra las cosquillas que le hacía Natalia.
-¿Se le pega a la gente?
-Sí-se le escapaba la risa.
-¡No! ¡No se pega!-volvió a atacar su barriga mientras atrapaba su cuerpo con fuerza contra el otro brazo, para que no se cayera a pesar de los espasmos-. ¿Se pega?
-Sí-volvió a reírse, y Natalia volvió a hacerle cosquillas-. ¡Mami!
-Sí, ahora llama a tu madre, para que te salve.
-Alve.
-Claro, para que te salve. Porque en vez de portarte bien y no pegar a ti te parece mejor ser una rebelde sin causa que pega a su tía y luego refugiarse en su madre, ¿verdad?-le iba haciendo cosquillas según le hablaba.
-¡Nati, a dónde vas!-la llamó Vicky desde la puerta de la cafetería en la que habían quedado.
-Huy, Ale, que nos pasamos, ¿cómo no me avisas de que era esa la cafetería?-se tapó media cara con una mano y Ale se echó a reír e imitó su gesto, haciendo a la fotógrafa reírse también y querer comérsela mientras se daba la vuelta y entraba al local-. Anda, ¡mira quién está ya aquí!
-¡Aba!-saludó la pequeña, agitando las piernas de emoción a ver a la rubia, y Natalia la dejó en el suelo para que pudiera ir a saludarla.
-¡Pero bueno!-exclamó la pediatra cuando la otra se estampó sin cuidado alguno contra sus piernas-. ¡Si es un monillo!
-¡No!-se rió la pequeña, y señaló su pecho-. ¡Ade!
-Es verdad, que eres Ale, ¿cómo se me ha podido olvidar?-la cogió para sentarla en su regazo.
-Hola, ¿eh?-saludó Natalia, pasando una mano por su hombro al sentarse a su lado.
-Hola, cariño-estiró el cuello para darle un beso rápido-. Es que se me ha subido encima un mono rubio, mira, y no sé ni cómo se llama, ¿tú la conoces?
-¿A este mono?-Natalia levantó el brazo de Alejandra como si la estuviera observando con curiosidad-. Ni idea, ¿cómo te llamas, monillo?
-Ati, ¡Ade!-exclamó la niña, divertida, y se bajó del regazo de la pediatra para ir a buscar a su madre bajo la mirada enternecida y divertida por partes iguales de Alba y Natalia.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora