8. Yin y yang

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Cuando Natalia salió de la consulta de Alba, se convirtió en un mar de inseguridades que no la dejó tranquila hasta que se fue a dormir, y sin embargo, el efecto que había tenido esa visita en la rubia fue bastante distinto. Se dio cuenta de que había sido la primera vez en toda la tarde que se había distraído de verdad de lo que la había estado atormentando, se había reído de verdad y las sonrisas tranquilizadoras le habían salido del alma, sin tener que forzarlas como había hecho con todas sus consultas anteriores. Había algo en esa chica que le hacía sentirse cómoda con su presencia, por eso había vuelto a insistirle con lo del teléfono, todo sea dicho. Obviamente, no quería forzarla a nada, pero recordarle que podía escribirle para lo que necesitara tampoco estaba de más. No sabía muy bien por qué, pero le picaba demasiado la curiosidad de ver qué se escondía detrás de esa timidez suya que le hacía sonrojarse cada vez que le dirigía la palabra.

Un par de horas después de ver a Natalia salir de su consulta, ella también salió por la misma puerta para encontrarse, como era costumbre, con África y Sergio de camino a casa. Cuando salió de la clínica ya estaba África en la puerta, así que aprovechó para enterarse con más detalle de lo que le había contado antes sobre un calendario, y así no tener que leer el grupo.

-¿En serio te has creído que eran fotos en bolas?-se carcajeaba la morena.
-Joder, ¡yo qué sé! Me lo has dicho tan convencida...
-Pues igual que digo súper convencida que Sergio viste bien-dijo al verlo acercarse por el rabillo del ojo-, ¿y es verdad? Pues claro que no, cariño.
-Perdona, ¿y este ataque tan gratuito a qué viene?
-Afri, que me ha dicho que teníamos que hacer un calendario en bolas para la protectora.
-¿En serio? ¿Como los bomberos?
-¿Ves?-se rió África.
-Que no, que era una coña, la muy cerda.
-Oye, pues habría sido gracioso veros posar desnudas para un calendario benéfico. Así en plan yin y yang.
-Esta y yo no somos yin y yang ni queriendo, cariño-dijo África-. Somos más iguales de lo que pueda parecer por nuestras pieles.
-Y por vuestros pelos. Pero es verdad, os une el amor por la medicina, no sois yin y yang-suspiró Sergio-. Pues no es por nada, pero ya me estáis encontrando alguna a vuestro yin o vuestro yang.
-Yo ya estoy pillada-se excusó África, levantando una mano.
-Cierto, entonces tenemos que encontrarle yang a esta-señaló con la barbilla a Alba.
-Menuda obsesión me traes últimamente con lo del yin y el yang, ¿eh?-rodó los ojos la rubia-. Pues siento decirte que yo no creo en eso, cariño.
-¿Cómo no vas a creer en eso?
-Pues que las personas somos demasiado complejas como para reducirnos a un yin o un yang-se encogió de hombros-. Yo estoy hecha de demasiadas cosas como para encontrar a una persona que sea todo lo contrario a mí. Incluso aunque solo habláramos del aspecto biológico, ¿vale? Dejando a un lado gustos y energías y toda esa movida, para que esa persona sea una persona hay un mínimo de genética que tenemos que compartir, así que no podemos ser 100% opuestas.
-Pues que sepas que ni siquiera funciona así, que a veces apestas a repelente.
-¿De mosquitos?
-No, de ser tú una repelente de mierda.
-¿Por?-se rió ante la agresividad de su amigo.
-Pues porque no dejas a la gente ser feliz con sus creencias.
-Oye, que yo te dejo, tú puedes ser feliz con lo que quieras, idiota.
-Sí, pero me lo intentas desmontar-se quejó con más dramatismo del necesario-. Bueno, ¿entonces lo del calendario qué es?
-Nada, que la semana que viene vamos a hacerles fotitos a los gatos de la protectora para hacer un calendario y venderlo en los mercadillos y eso-respondió África-. No es por nada, pero doce fotos de gatitos preciosos, eso vende. Podríamos hacer también en formato estampita.
-Sí, claro, como las vírgenes-se rió Alba-. Para que las pongan los taxistas en sus coches.
-Virgencita de Miaudalupe, yo lo veo-asintió Sergio, haciendo a las otras dos soltar una carcajada que se escuchó en toda la calle.
-Yo me pido la de San Felino.
-¿Eso no suena a una carrera o algo así?-frunció el ceño Alba.
-La carrera es la San Silvestre, gilipollas, la del 31 de diciembre. San Felino suena más a San Benito.
-Miau Bunny baby-medio cantó Sergio, volviendo a hacer reír a sus amigas.
-Ay, cabrones, no sabéis cuánto os necesitaba-suspiró Alba.
-¿Mal día?
-Por eso me ha tirado por tierra mi yin y yang-afirmó Sergio.
-He mandado a una niña a oncología.
-Joder, ¿muy pequeña?
-Tres añitos. Y la conozco desde que trabajo aquí.
-Qué putada.
-Demasiado. La vida a veces es una mierda.
-La vida es una hija de puta, Albi, pero si necesitas distraerte ahora mismo nos vamos de cañas.
-Sergio, ¿algún día aprenderás que las cañas no son la solución para todo?-se burló África.
-Pero es una opción efectiva, ¿o no?-se giró hacia Alba-. ¿Paradita en el bar?
-No hace falta, creo que necesito más dormir.
-Últimamente estás muy anciana tú, ¿eh?
-Bueno, y eso porque no nos cuenta sus planes de señora mayor. Que lo de irse por ahí a pasear sola es de tener cincuenta y cinco años por lo menos, cariño.
-Pues yo los hago muy orgullosa a mis veintisiete, ¿algún problema?
-Te compramos así-negó África con la cabeza.
-No sabéis apreciar la soledad.
-No es que no sepamos apreciarla, es que te deja pensar demasiado.

La casa del árbolWhere stories live. Discover now