22. Lo que casi pasa pero no pasó

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Carraspeó mientras se alisaba la falda de camino a la puerta del local, sintiendo que se le había pasado todo el mareo de golpe. Estaba nerviosa, sobre todo, porque no sabía si se estaba pasando de la raya con eso de plantarse en su territorio nada más que para hablar con ella cuando claramente había estado esquivándola. Salió a la calle y le abrumó un poco esa sensación de sordera repentina de cuando sales de una discoteca, así que volvió a carraspear mientras el portero le ponía su sello para poder volver a entrar y ella buscaba a Natalia con la mirada. Por poco se queda sin respiración cuando la vio unos metros más allá, apoyada en una pared de ladrillo del edificio de enfrente y expulsando por la boca el humo del cigarro que sostenía entre sus dedos. Llevaba unos pantalones blancos de tiro alto y un top sin mangas que apenas cubría su torso. Un cinturón para las tetas, vaya. "Joder con los abdominales para lavar ropa". Tragó saliva y sintió que todo el esfuerzo que había puesto ella en verse guapa esa noche se iba al garete con tan solo aquella mirada hacia Natalia. No era que le disgustase su físico, pero es que en ese momento se sentía bastante insegura mientras se acercaba hacia semejante persona.

-Hola-saludó con una timidez que Natalia, que no la había visto llegar por estar mirando hacia otro lado, no reconoció en ella.
-Alba, hola-sonrió un poco.

Solo sonrió un poco, porque estuvo a punto de atragantarse con el humo cuando la vio de frente, con el pelo medio engominado por los laterales de la cara, y los ojos resaltados con aquella sombra negra. En la discoteca la había visto de espaldas, pero es que verla de cara y a esa distancia estuvo a punto de hacer que se desmayara. "Qué barbaridad de mujer".

-Hacía un poco de calor ahí dentro-explicó Alba con nerviosismo-. No sabía que ibas a venir.
-Es que no te lo había contado-respondió Natalia, aún embobada con los brillitos que resplandecían en los párpados de la rubia por la sombra de ojos.
-Ya-carraspeó-. Mola mucho el sitio.
-¿Os gusta? Es que Pablo es el mejor.
-¿El dj?
-Sí, es el novio de María, más le vale poner temazos-se rió. "Natalia, qué coño haces dándole conversación. Distancia y olvidarse, ¿no te acuerdas?"
-Los está poniendo-aseguró Alba-. Oye.
-Dime.
-Aún tengo tu pendrive. Te lo podría haber traído hoy, pero es que claro, no sabía que iba a verte, y no lo he traído, porque no iba a salir de fiesta con un pendrive tan grande en la riño. O sea, no porque sea grande y ocupe mucho espacio y no me quepa en la riñonera, quiero decir que es grande por dentro, ¿sabes? Por fuera es pequeñito como todos pero por dentro tiene muchísimo espacio y seguro que es caro, por eso te lo quiero devolver.

Natalia soltó una carcajada de las de echar la cabeza hacia atrás y cerrar los ojos. "Qué bonita", pensó Alba, que aunque tenía la sensación de que el mareo se le había pasado, estaba claro que un poco afectada sí que seguía. O eso, o habían sido los nervios. Apoyó la espalda en la pared, y Natalia la miró de lado con media sonrisa en su rostro, también pensando en lo bonita que era la rubia con el rubor que estaba tiñendo sus mejillas. Estaba segura de que era la primera vez que la veía ruborizarse, y no le quedaba mal.

-No te preocupes, te había entendido. ¿No lo has dejado en el buzón?
-No, es que... quería dártelo yo, por asegurarme.
-¿Asegurarte?
-De que lo recibías y no se extraviaba por el camino-explicó rápidamente la rubia.
-No creo que se fuera a extraviar dejándolo en un buzón-se rió Natalia, con el ceño un poco fruncido.
-Ya, pero es que yo... yo entiendo que a lo mejor me excedo un poco presentándome en persona, pero yo prefiero hacerlo así, ¿sabes? Cara a cara, para ver que está todo bien. Con el pen, que está todo bien con el pen. Que está bien y eso, y que no la he cagado. Lo he cagado, o sea, lo he jodido, roto, ya sabes.
-Te entiendo-respondió divertida-. Pero seguro que el pendrive está genial.
-¿Lo está?-levantó la mirada con ilusión.
-Supongo, ¿no? Si solo lo usaste un momentito para guardar el archivo en tu ordenador, no debería haberle pasado nada-se encogió de hombros mientras le daba una calada al cigarro con despreocupación.
-Claro-asintió, casi del todo segura de que Natalia no había terminado de entender a lo que ella se refería en realidad, así que se armó de valor para hablar directamente de aquello-. Natalia, yo... Lo del otro día, en tu casa...
-No te preocupes, Alba-atajó la morena, que se imaginaba por dónde iban a ir los tiros-. Como si no hubiera pasado.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora