92. Estar

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albi

pero tú y yo también somos mar

oye pero deja de parafrasear no te burles

no me burlo idiota
es que me ha gustado mucho esa frase

por?

pues porque no me lo había planteado así sabes?
con todo el tiempo que llevo pensando en el amor como mar nunca se me había ocurrido pensar que tú y yo también lo somos
en realidad somos el mar
o sea que sin nosotras no habría mar quiero decir
que en realidad lo formamos nosotras, como dice rigoberta, cuando saltamos

me parece increíble que luego digas que se te da mal hablar
o sea tremenda mentira tú te estás leyendo?

perdón me he puesto un poco demasiado intensa no?

pero no pidas perdón boba
es bonito

perdón

me estás vacilando?

no JAJAJA ha sido sin querer perdón

noparanoparanopaRA

AJAJAJAJA ay es que me sale sin querer

qué ganas de matarte a veces

calla que no había terminado de hablarte de la canción

a ver qué más le pasa a la canción?

pues que me ha gustado mucho porque a ver
no sé si te acuerdas de esto
pero la primera vez que te hablé de enamorarse como bañarse en el mar me dijiste que qué fuerte qué estuviera hablando de algo así sin canciones
y te dije que es que era un poco difícil encontrar una canción que justo utilizara esa metáfora

sí me acuerdo

pues tú la has encontrado
no sé es una tontería pero me ha hecho como ilusión
y nada era solo eso
eso y que a qué hora nos vemos entonces

Alba sonrió con ternura a su móvil, como si la tuviera enfrente a ella y no a una mera pantalla, con ganas de darle un abrazo y decirle que claro que la había encontrado y que estaba bastante segura de que eso era una señal más del mundo diciéndole que lo que ellas habían tenido era demasiado importante como para dejarlo ir sin darle otra oportunidad. Pero en realidad solo era una coincidencia, dos mentes que habían pensado parecido y habían utilizado la misma metáfora para hablar de enamorarse, así que se limitó a decirle que a ella también le había hecho ilusión descubrir una canción que se acercara tanto a su lenguaje, el de ellas dos, y que si las cinco le parecía una buena hora. Quedaban unas seis horas para las cinco, y se le hacía mucho pero a la vez le resultaba demasiado poco tiempo para hacerse a la idea de volver a verse, y sobre todo para prepararse mentalmente porque esta vez sabía que lo de la semana anterior había sido una ilusión, como un espejismo en el desierto, y que no podían seguir jugando a fingir que todo estaba bien.


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-Hola-saludó Natalia con las mejillas sonrojadas y su sonrisa tímida sin dientes, cuando vio a Alba llegar.
-Hola-correspondió la rubia, que se puso de puntillas para saludar con dos besos al ver que la más alta no tenía muy claro cómo hacerlo-. ¿Qué tal?
-Muy bien-sonrió más, y Alba se fijó en cómo se estiraba su lunar al hacerlo-. Intrigada por ver a qué me has traído en este sitio perdido de la mano de Dios.
-Pero si ya te he dicho que a merendar-se rió la pediatra. En realidad no había sido gracioso el comentario de Natalia, pero el encoñamiento tan real como al principio del que había hablado Marina una semana antes era cierto, y le hacía reírse aunque no hubiera demasiados motivos para ello.
-Ya, pero se puede ir a merendar a un montón de sitios, y yo no conozco ninguno por aquí.
-Yo conozco uno.
-A ver, Alba, me imaginaba que conocerías al menos alguno-alzó las cejas Natalia, y la rubia soltó esta vez una carcajada que primero le hizo cosquillas en el estómago y luego volver a sonrojarse-. ¿Qué?
-Nada-se encogió de hombros la pediatra, porque tampoco había manera de explicarle que se había reído por puro encoñamiento-. Pues vas a tener que adivinar cuál es el sitio que conozco, Natalia.
-¿Cómo que adivinar?
-Pues lo que suele significar adivinar-se rió la rubia, y dio un tirón de su mano para hacer que echara a andar junto a ella.
-¿Pero sin pistas? Alba, ¡si ni siquiera me conozco este barrio!
-Eso es lo divertido-sonrió en grande la pediatra-. La pista es que es un sitio que creo que te puede gustar, como decía la canción, así que vamos a dar una vuelta y tienes que estar pendiente de qué sitios crees que puedo yo pensar que te pueden gustar.
-Eso es dificilísimo.
-Deja de quejarte y ponte a mirar que podría estar ya en esta plaza.
-¿Está aquí?
-No te voy a dar más pistas.
-¿Es ahí?-preguntó la morena, señalando el primer bar que vio. Un bar que era en realidad una especie de kiosko de ladrillos con un par de mesas de plástico delante, que bien podría llevar sesenta años funcionando y probablemente veinte sin cambiar esas mesas, y la pediatra empezó a reírse demasiado alto.
-¿Pero cómo va a ser ese?
-No sé, ¿por qué no iba a serlo?
-Nat, ¿pero qué hay ahí que podría gustarte a ti?
-¡Pues que ponía en la pizarra que tienen churros!-intentó defenderse la fotógrafa, fingiendo indignación ante sus carcajadas. Carcajadas que aumentaron con ese argumento.
-¿Solo por los churros de un bar antiguo con un nivel de higiene cuestionable te iba a traer a un barrio, y cito textualmente, perdido de la mano de Dios?
-Es que a lo mejor están riquísimos, Alba, yo qué sé.
-¡Pero para unos churros ricos vamos al centro!-se rió en alto la pediatra, y Natalia la miró como si no existiera nada más en el mundo cuando entró en bucle de carcajadas mientras intentaba decirle que aquel sitio era demasiado cutre y que cómo iba a llevarla ahí.
-Calla, que me desconcentras y tengo que adivinar esto y es súper difícil.
-No es nada difícil.
-¿Cómo que no?-la miró con los ojos muy abiertos, indignada.
-Pues que no lo es-sonrió la rubia, dejando a Natalia embobada otra vez, sobre todo cuando se cruzaron sus miradas-. Pero así no vas a adivinarlo nunca.
-¿Así cómo?-carraspeó la fotógrafa.
-Pues así, mirándome a mí y no a los sitios que nos cruzamos-le dio un golpe con la cadera y Natalia se sonrojó, dándose cuenta de que había pasado más tiempo del que debería impregnándose de los detalles de la rubia sonriendo.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora