65. Primeras citas

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-¿Y tú dónde estabas?-preguntó Natalia en cuanto vio a María aparecer por la puerta.
-¿Y tú desde cuándo eres mi novia controladora?-se mofó la rubia.
-Perdón, Mari, es que contaba con llegar y poder contarte todo.
-He ido a comer con Pablo, pero ya soy toda tuya-mintió, porque una mentira piadosa a veces hacía falta, y en ese momento en concreto la hacía-. ¿Qué tal con la pediatra?
-No sé-resopló con agobio-. O sea bien, no ha ido mal.
-¿Entonces por qué no sabes? Hazme sitio, Fígaro, cariño-le pidió al gato mientras lo empujaba con cuidado hacia su dueña, para hacerse hueco en el sofá.
-Es que creo que igual me he pasado un poco.
-¿Pero qué le has dicho?
-No, no digo hablando con ella. Me refiero a todo esto... las dos semanas, el no hablarnos... ¿Crees que ha sido demasiado?
-¿Tú crees que lo ha sido?
-Yo creía que no, pero ahora... estoy empezando a pensar que sí.
-¿Qué te ha dicho Alba?
-Que me dijo eso sin querer, no sé, dice que no lo piensa de verdad pero tampoco creo que lo dijera solo por hacerme daño. Se la veía arrepentida.
-¿Entonces tú te la crees?
-Si le he dado un abrazo y casi se echa a llorar-suspiró Natalia, y María sonrió con ternura. Se lo creía de sobra, porque con ella sí que se había puesto a llorar con un abrazo-. ¿Tú crees que me he pasado?
-No creo que te hayas pasado porque no has tardado tanto tiempo en ir a hablar con ella a propósito, Nati. Quiero decir, que has ido cuando te has visto preparada, ¿no?
-Sí-se mordió la mejilla por dentro-. Pero es que en realidad yo también la he echado mucho de menos.
-¿O sea que te arrepientes de haber tomado tanta distancia?-tanteó.
-Es que a lo mejor no fue para tanto, ¿no?
-¿Quieres que te dé mi opinión?
-Por favor.
-Yo creo que la enana es una impulsiva de cojones, y por eso te soltó aquello. Y estuvo feo porque está feo usar así con tu pareja unas palabras que sabes que pueden hacerle daño, pero tía, yo le veo cero maldad a la rubia.  Seguramente lo soltaría sin pensar, y es normal que tú te hayas enfadado por muy sin pensar que lo dijera, pero Natinat, ¿lo que os queréis vosotras?
-Es muchísimo-afirmó la morena con un puchero que hizo a María reírse de ternura.
-Sí que lo es. Y por eso te sientes así ahora, Nati, la has echado de menos este tiempo y ahora que estás viendo que no tuvo intenciones de hacerte daño es normal querer volver a lo que teníais antes de toda esta movida.
-¿Tú crees que es normal querer eso?
-A ver, jirafa, ¿tú sigues resentida con ella?
-No-musitó Natalia-. Es que a mí lo que me dolió fue que pudiera haberlo hecho con maldad, ¿sabes? Pero, Mari, tendrías que haber visto cómo estaba.
-Me lo puedo imaginar-dijo la rubia.
-Es que se le notaba en los ojos que lo sentía.
-¿Tanto como se te notan a ti las ganas de volver a su casa a comerle los morros? Porque entonces se le debía de notar muchísimo.
-Gilipollas-cogió el cojín que tenía a su lado para pegarle en la cara, y María soltó una carcajada.
-Lo digo en serio, no entiendo por qué no te has quedado allí si ibas a venir a casa para lamentarte porque en realidad quieres estar con ella.
-Pues porque no es tan sencillo, Mari-suspiró la fotógrafa-. Que yo sepa ahora que lo siente de verdad y que no tuvo intención de hacerme daño no facilita todo de golpe. Y aunque no tuviera intención sí que me hizo daño, y eso no se borra tan fácilmente.
-¿Por qué tienes que tener respuesta para todo? Con lo bonito que habría sido que me dijeras "pues tienes razón", y salieras corriendo para su piso para pasar lo que queda de finde echando polvos de reconciliación.
-Eres una bruta-se rió Natalia, y María sonrió al verla.
-Me compraste así-sonrió-. Yo creo que de aquí se saca una conclusión, Nati: tenéis cada una un carácter que choca mucho con el de la otra. Y ella va a tener que aprender a controlar esos impulsos, pero cariño, tú también tienes que adaptarte. No todos los cambios tienen que darse por su parte, porque no es la única que hizo las cosas mal, en eso estamos de acuerdo, ¿no?
-Se supone que eres mi amiga y me tienes que apoyar a mí bajo cualquier circunstancia, ¿eh?
-Claro, porque ser tu amiga significa lamerte el culo hagas lo que hagas-se rió mientras le devolvía el cojinazo.
-Pues claro que significa eso-se rió Natalia, pero no tardó en ponerse seria-. No, pero ahora en serio, sí que estamos de acuerdo.
-¿En que deberías haberte quedado allí comiéndole los morros?
-¡Mari!-se quejó la fotógrafa, y María soltó una carcajada.




La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora