68. El ellas que era un no-ellas

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-Mira, Nat, ¿a que estamos guapísimas?
-¡Ida, Ati!

Natalia soltó la percha que tenía en la mano y se giró en busca de la vocecilla que acababa de llamarla, para encontrarla en brazos de la pediatra muerta de risa por los gorros que se habían probado las dos. A la pequeña le quedaba bien, pero a Alba, obviamente, no le encajaba en la cabeza y simplemente se lo había colocado encima, provocando más carcajadas aún en Alejandra.

-¿Pero qué hacéis?-se rió.
-Ita Aba-se apresuró a explicar Ale.
-¡Hala! ¡Pero serás chivata!-le hizo cosquillas por encima del peto vaquero que llevaba, y la niña se retorció tanto que acabó tirándole de un manotazo el gorro que tenía sobre la cabeza-. ¡Oye, bruta!
-Uta Aba.
-No, no, bruta tú, que estás loca.
-¡No!-se rió-. Aba ta oca.
-¿Alba una oca? ¡Pero si yo soy una persona! ¡Mira, con manos y todo!-estiró los dedos de su mano delante de la cara de Alejandra, con una expresión de miedo demasiado exagerada, y la peque se echó a reír.
-Locas estáis las dos, ¿eh?-sonrió la fotógrafa, escuchando las carcajadas de su ahijada mientras se agachaba a recoger el gorrito que había acabado en el suelo.

Vicky le había pedido el favor de quedarse con Ale durante la mañana del sábado, y como ya tenía planes con Alba, se la llevó con ellas y acabaron de niñeras por el centro de Madrid con la cabra loca de su ahijada. Natalia había escuchado a Vicky quejarse de que ya no le quedaba bien casi nada de la ropa que usó la pequeña el verano anterior, porque lo malo de los bebés a esa edad es lo rápido que les cambia el cuerpo, y con cada cambio de temporada le acababa haciendo falta ropa nueva. Así que quiso ejercer de tía y comprarle un par de cosas para que su amiga no tuviera que preocuparse por trabajar más, como estaba haciendo ese día, para poder renovar el armario de Ale. Pero claro, ir de compras con Ale y con Alba era toda una movida, porque mientras la fotógrafa intentaba buscar prendas de su talla, que no estaba acostumbrada a comprar, las otras dos se dedicaban a probarse gorros veraniegos para bebés, o jugaban a pillarse por la tienda, y la pobre de Natalia acababa siempre disculpándose con la dependienta con la cara como un tomate de roja.

-Es la última vez que os saco a comprar a las dos, ¿eh?-amenazó la fotógrafa una vez estuvieron de nuevo en la calle.
-Huy, Ale, ¿has oído eso? Nos está regañando la tita-agitó la manita que le estaba dando para llamar su atención.
-No-respondió la niña, pues últimamente esa era probablemente su palabra favorita.
-Que sí, que nos está regañando por liarla, vamos a tener que pedirle perdón.
-No-repitió la peque.
-¿Cómo que no? Mira, ven-se agachó para cogerla en brazos, y se acercó a su oído para explicarle su plan sin que Natalia lo escuchase-. ¿A la de tres le damos un abrazo de oso?
-¿Que estáis tramando ya?-preguntó Natalia, que había visto de reojo a la pequeña asentir con una risa floja.
-Una, dos, y...
-¡Tes!

Antes de que pudiera darse cuenta, tenía a las dos rubias locas encima, con su torso rodeado por un brazo y dos bracitos, y a Alejandra muerta de risa aplastada entre ambas. Se rió ella también, le dio un beso en la cabeza y le hizo cosquillas con una mano sin soltar el carrito con la otra.

-Hala, te ha dado un beso a ti y a mí no, Ale, yo creo que sigue enfadada conmigo-dijo la pediatra con un puchero enorme en su cara.
-Es que tú tienes mucho más delito que la cría, Alba.
-Definitivamente sigue enfadada conmigo-exageró más aún su expresión triste-. Ale, ¿le pides tú que me perdone?
-No-dijo la niña, riéndose.
-¡Oye! ¡Menuda traición!-aprovechó que aún la tenía en brazos para hacerle cosquillas, y Alejandra pegó un grito tan agudo que podría haberlas dejado sordas a ambas.
-¡Aba!-se retorcía entre sus brazos, gritando a carcajadas-. ¡Aba, no!
-¿Cómo que Aba no? ¡Aba sí, que me has abandonado con la tita Nati!-aprovechó que habían entrado a una calle mucho más vacía para dejarla en el suelo, y salió detrás de ella en cuanto Ale empezó a correr.
-¡Oye, cuidado!-les pidió Natalia al ver la que estaban liando, pero ninguna de las dos le hizo mucho caso.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora