51. Cara guapa

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-¡Es que tú estás un poco más abajo!-se quejaba Alba, riéndose-. Es trampa eso.
-¡No lo estoy! Mira, espera-Natalia levantó la cabeza y le pidió a Alba que hiciera lo mismo con un tironcito a la almohada, que sacó de debajo de sus cabezas cuando la rubia obedeció-. Sube, pega la cabeza a la pared.
-Ni diez años tenemos-se rió Alba, pero arrastró su cuerpo hacia arriba hasta que tuvo la coronilla pegada a la pared.
-¿Ves como no estaba haciendo trampa? Te sigo sacando el mismo cacho.
-Es mucho-Alba levantó la cabeza para poder ver bien la diferencia entre dónde acababan sus pies y dónde acababan los de Natalia, y se le escapó la risa.
-Es mucho, Albi, si es que ya te dije ayer que eres un poco llavero.
-¿Llavero porque solo me quieres en tu vida como objeto decorativo?
-¡No! Oye, no, no lo digo por eso, en serio. Es por lo pequeñita, pero de broma, no porque seas ningún objeto decorativo, Alba.
-Ya lo sé-volvió a reírse la pediatra-. Era una broma, car...a guapa.
-¿Cara guapa?-se rió Natalia esta vez, que no se había dado cuenta de que ese cara guapa iba a ser otra cosa.
-¿Es alguna mentira? Ya te dije anoche que eres guapa.
-Es verdad que me lo dijiste.
-Te lo dije porque lo eres.
-Y luego me pusiste una canción sobre que te gusta que pase las noches contigo-se giró para mirarla de frente, con una ceja alzada.
-Porque me gusta que las pases-asintió Alba, girándose también.
-Y a mí pasarlas-sonrió-. Porque me encanta dormir con Luisa, ¿sabes?
-Ya, con Luisa-se rió Alba.
-Claro, ¿por qué iba a ser?
-Ah, no sé-volvió a tumbarse boca arriba la pediatra, muy digna, y Natalia no tardó en rodear su torso con fuerza.
-Que es broma-se rió y le dio un bocado en la mejilla, divertida con el pique falso de la pediatra.
-¡Ay! Serás carnívora-soltó una carcajada la rubia.
-Y tú exagerada, que no te he mordido tan fuerte.
-Pero estás un poco loca-se volvió a girar para mirarla de frente-. Que se supone que a la que se le va la pinza es a mí.
-Perdón, Albi, es que es mi manera de expresar cariño, igual debería haberte avisado antes, como te avisé de que soy Mercurio.
-¿O sea que para ti darme un bocado es como decirme que me quieres?
-Más o menos-se rió Natalia, dándole otro esta vez en el hombro-. Se lo hice a mi hermana cuando nació, ¿te lo he contado eso?
-No.
-Pues cuando nos llevaron a conocer a Elena, yo la vi tan mona y tan achuchable que no supe gestionarlo y le mordí la mano-le contó, riéndose-. Pero en plan, súper fuerte.
-Pobre Elena-se rió la pediatra.
-Ya-Natalia también soltó una risilla-. Así que eso, si te muerdo no te estoy atacando.
-Qué pena que no haya una canción para explicar eso.
-¿Verdad? Debería haberla. Ay, Queen, hola-la fotógrafa tuvo que reírse cuando la gata se subió sin ningún tipo de cuidado sobre ella-. Eres un poquito bruta.
-Más que bruta es reinona, y va por la vida sin ningún cuidado-se rió también Alba, achinando los ojos porque estaba empezando a moverle la cola en su cara, aunque no tardó ni medio minuto en volver a irse a los pies del colchón-. Y nosotras deberíamos levantarnos ya.
-¿Ya? Cinco minutos más, porfa.
-Nat, tenemos que desayunar y tú deberías pasar por casa para cambiarte antes de ir a comer con tus padres. Y son ya las doce.
-A esta hora ya no se desayuna, así que una hora que nos ahorramos-sugirió, y la rubia tuvo que reírse-. Lo digo en serio, va, cinco minutos más.
-Eso me llevas diciendo desde las diez, Nat. O sea que me lo llevas diciendo dos horas, dues hores, two hours, deux heures, dois horas. No sé cómo se dice horas en portugués, así que dois horas.
-¿Algún idioma más?-Natalia la miró, con las cejas alzadas.
-Kaksi tuntia-sonrió con suficiencia la rubia, y Natalia frunció el ceño.
-Te acabas de inventar ese idioma.
-¡Que no! ¡Que es finés!
-Finés de fino, no te jode.
-Finés de Finlandia, gilipollas, y no me lo he inventado.
-¿Y tú desde cuándo hablas finés de Finlandia?
-Hay muchas cosas de mí que no sabes-se giró para tumbarse boca abajo, con la barbilla sobre el pecho de la fotógrafa, y la miró a través de sus pestañas con una ceja alzada y media sonrisa dibujada en sus labios.
-Ah, ¿sí?-se rió Natalia mientras dejaba caer sus manos sobre la espalda baja de la pediatra.
-Sí-Alba se estiró para alcanzar los labios de la morena-. Por ejemplo, que igual te compro lo de no desayunar.
-¿Has cambiado de opinión?-Natalia bajó una de sus manos e hizo que Alba, en vez de morderse el labio, le mordiera el suyo.
-Puede ser-sonrió, pero se levantó de un saltó y dejó a la fotógrafa un tanto confusa sobre su cama. Aunque no tardó en comprender por qué se había levantado así, cuando la vio coger a las gatas y sacarlas de la habitación.
-Me van a coger manía-se rió Natalia, levantando el edredón cuando Alba volvió a la cama, riéndose.
-Pues que te la cojan.





La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora