63. Destruye este tweet*

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Natalia no sacó el móvil de su bolsillo ni para poner música, temerosa de encontrarse con algún mensaje de la rubia y no saber cómo enfrentarlo. Se dejó llevar, con el nudo en su garganta cada vez más grande, casi por inercia, desde el piso de la pediatra hasta el suyo, con la cabeza poco centrada en el trayecto y mucho en repetir las palabras de Alba una vez tras otra. Cuando quiso darse cuenta, estaba girando las llaves para abrir la puerta de su casa, y un segundo después tenía a Fígaro enredándose entre sus piernas, y otro segundo después María le estaba preguntando desde el sofá que dónde había metido a la pediatra para estar ahí un sábado a mediodía si no era con ella, y otro segundo después estaba dejándose caer a su lado y viéndose cada vez más incapaz de retener las lágrimas. En realidad había pasado más de un segundo entre todas esas cosas, pero la percepción del tiempo de Natalia estaba un tanto distorsionada desde que había salido de casa de Alba.

-¿Y ese careto?-preguntó la rubia, con las cejas alzadas-. ¿Problemas en el paraíso?

La única respuesta que obtuvo fue un puchero y sus ojos llenándose de lágrimas en tan solo una fracción de segundo, y al ver aquello se preocupó de verdad, dejó el portátil encima de la mesa y se pegó a ella para darle un abrazo. Un abrazo que hizo que la morena se pusiera a llorar en cuanto sintió el contacto, como cuando tocas una flor que está demasiado seca y se rompe incluso con la delicadeza de la yema de un dedo.

-Ay, Nati-suspiró María, estrechándola con más fuerza en cuanto escuchó el primer sollozo-. ¿Pero qué ha pasado?
-Hemos... hemos discutido y... joder-hipaba, abrazada al torso de su amiga.
-¿Tengo que ir a partirle las piernas al enanito de jardín?-preguntó María, en un intento de hacer la gracia, pero solo recibió otro sollozo-. Tenemos helado, ¿lo traigo?

Natalia negó con la cabeza, porque no quería soltar aún su contacto, que sentía que era lo que le estaba manteniendo el pecho entero, y porque mientras le estuviera abrazando no tenía que enfrentarse a mirarla, y sabía que mirarla y tener que explicarle todo iba a ser difícil. Así que estuvieron así un rato más, todo el que necesitó la fotógrafa, en realidad, y ninguna de las dos supo muy bien cuánto fue.

-¿Me quieres contar lo que ha pasado?-preguntó la rubia, cuando la vio más tranquila.
-Hemos discutido-respondió Natalia, secándose las mejillas con el dorso de la mano.
-¿Y se ha ido mucho de tono?
-Pues me ha llamado inepta social, te puedes hacer una idea de lo que se ha ido de tono-Natalia no fue consciente del enfado que tenía hasta que escuchó su propia voz repitiendo las palabras de la pediatra en alto.
-Espero que me des un contexto que justifique eso lo suficiente como para que no vaya a partirle las piernas de verdad-dijo María, muy seria, y con un sentimiento de decepción hacia la pediatra que no sabía que pudiera ser tan intenso.
-Pues estábamos discutiendo por... por una gilipollez, porque yo me he sentido mal por una cosa pero era una puta tontería-empezó a explicar la fotógrafa, cada vez más enfadada-. Y se ha empeñado en que se lo explique, y joder, Mari, tú sabes que a mí eso me cuesta muchísimo. Y si para ella es fácil decirme de pronto "oye, has dicho esto y no me ha gustado" pues me alegro muchísimo por ella, pero es que para mí no lo es. Yo gestiono las cosas mucho conmigo misma y precisamente tener que expresarlas me supone más de lo que pueden suponer por sí mismas.
-Y sabes que eso no es bueno-intervino María, porque era algo que habían hablado con ella muchísimas veces.
-No digo que sea bueno, pero joder, tampoco me puede forzar. Y como me estaba intentando forzar y yo no se lo quería explicar me ha dicho que no me puedo escudar en ser una inepta social.
-Joder con la rubia-resopló María.
-Pues sí-le tembló el labio inferior al decir aquello-. Es que no sé... no sé qué prefiero pensar, Mari, que piensa de verdad que lo soy o que lo ha dicho para hacerme daño.
-Bueno, a ver, ¿qué más te ha dicho después?
-No mucho, me he ido. Me dijo que lo sentía y me pidió que me quedara, creo. No sé, no... no me he parado a escucharla.
-A ver, Nati, yo me estoy quedando un poco en shock porque no me esperaba un comentario así de ella.
-Pues imagínate yo.
-Por eso te digo, igual ha sido cosa de la discusión, ¿no? No sé, la rubia tiene mucho carácter, y a lo mejor ha sido por puro impulso, por el enfado-intentó ejercer de abogado del diablo.
-¡Me sigue pareciendo igual de mal!-se quejó Natalia, sintiendo otra vez aquella fuerza que apretaba su garganta.
-¿Te ha escrito o algo después de que te fueras?
-No sé-suspiró-, no he mirado el móvil.
-E intuyo que no quieres mirarlo-adivinó la rubia.
-Intuyes bien.




La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora