66. Gol

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-Ay, Fígaro-se rió Natalia, con un ojo cerrado y la nariz arrugada mientras el gato le plantaba el culo en la mejilla-, ¿cómo vas a sentarte ahí? Ven, ven aquí.

Se acomodó boca abajo, y el peludo no tardó en buscar su hueco bajo el brazo de Natalia. El pobre era siempre un cuadro en las fotos, pero que saliera con cara de estar harto de la vida no le quitaba lo cariñoso que era. Pegó su cuerpo al pecho de la fotógrafa y empezó a retorcerse para pedir mimos, haciéndole reírse en alto.

-Eres un mimoso, ¿eh?-le dijo mientras se volvía a tumbar boca arriba-. No me mires así, tontito, que no iba a dejar de acariciarte.

El gato se había sentido traicionado cuando Natalia cambió de postura y dejó de abrazarlo, así que ahora estaba mirándola con el cuello bien estirado mientras analizaba si debía volver a acurrucarse junto a ella o marcharse con dignidad. Natalia volvió a reírse, buscó el móvil a tientas e hizo una foto para subirla a instagram, y luego lo cogió para ponerlo ella misma sobre su pecho y seguir dándole mimos. Desde que tenía a Fígaro entendía perfectamente la pasión de la gente que es de gatos por esos animales, porque al menos al suyo era imposible no quererlo. Pasaron un rato más ahí tumbados los dos, hasta que decidió que el rato de siesta había durado demasiado y que era hora de trabajar un rato.

-Hombre, buenos días-saludó María al verla aparecer por el salón-. Menuda siesta, ¿eh?
-Pues casi no he dormido, chula.
-Ya, seguro.
-¡Pero si tú te echas siestas de tres horas!-se rió Natalia.
-Eso ahora no importa, me estoy metiendo contigo.
-Te estás metiendo conmigo por supuestamente haber hecho algo que tú haces casi a diario y sin haberlo hecho siquiera. Me parece un poco injusto esto-le dio con el hombro mientras se sentaba a su lado.
-Qué buen humor manejamos, ¿no?
-No estoy mal-se encogió de hombros la fotógrafa.
-¿Y eso igual se debe a que ayer pasaste el día con tu rubia favorita?
-¡Pero si ayer no te vi en todo el día!
-Mírala, haciendo coñas y todo-le devolvió el golpe con el hombro, riéndose-. Todo guay con Alba, entiendo, ¿no?
-Sí-se mordió la mejilla por dentro-. O sea, despacio, pero... pero bien.
-¿O sea que bache arreglado?
-Más bien bache en proceso de arreglarse.
-Pero en un proceso que progresa adecuadamente.
-Sí-sonrió Natalia-. No hicimos nada del otro mundo, pero... no sé, fue un poco como volver al principio, ¿sabes?
-Volved al principio todo lo que queráis pero por favor no volváis a hacerme potar arcoiris.
-Eso acaba de sonar a envidia.
-Eso ha sonado a que menudo par de moñas tengo por amigas. Algodón de azúcar tenéis en las venas.
-Qué gilipollas eres-se rió la fotógrafa-. ¿Te vas a meter conmigo también si te digo que me gusta cómo suena eso?
-¿El qué?
-Ese amigas en plural. Que... que consideres a Alba tu amiga.
-Es que como para no considerarla a estas alturas, Nati. Que la enana se hace querer.
-Pues me gusta-confesó la morena-. No sé, yo... os quiero mucho a las dos, y me gusta que os llevéis bien.
-¿Aceptas nuestra amistad entonces?
-La acepto. Pero eso sí, cuando haya discusiones y venga a quejarme de ella tú de mi parte siempre.
-¿Y si eres tú la que está siendo una gilipollas?
-De mi parte, Mari. Que son muchos años viviendo juntas para que ahora vaya a venir Alba y por hacerse querer tanto tú te pongas de su parte.
-¿Entonces no me dejas ni hablar con ella cuando tengáis movidas?
-No-se rió Natalia.
-¿Y si te digo que ya ha ocurrido?
-¿El qué?
-Pues lo de escuchar su versión de la historia.
-¿Has hablado con ella?
-¿Cuando el sábado te dije que me había ido a comer con Pablo? En realidad fui con la pediatra.
-¡Pero serás cabrona! ¿Me dejaste a mí, tu amiga desde hace tantísimos años con la que has compartido tanto, dos horas aquí sola con la crisis mental que tenía mientras comías con la novia de tu amiga que era la culpable de su crisis mental?
-Quitándole un 90% del drama que le acabas de poner, sí, eso hice-se rió la rubia de la cara ofendida de Natalia.
-¡Y encima me mentiste!
-Es que si te lo decía el sábado sí que me matabas. Además, que conste que fui porque me lo pidió ella.
-¿Te pidió que fueras?
-Me dijo que quería hablar conmigo. Y como muy a tu pesar también es mi amiga, yo fui.
-A mi pesar no, que te acabo de decir que me gusta que lo sea.
-Pero mira lo traicionada que te sientes.
-Idiota, no me siento traicionada. Estoy procesando.
-¿Que la rubia quisiera hablar conmigo también de vuestras movidas?
-Pues sí. ¿Qué te dijo?
-Secretos de Estado.
-¡Oye!-se quejó Natalia-. No seas cerda, cuéntamelo.
-Me quería preguntar cómo de crudo veía yo que se arreglase lo vuestro-sonrió María, y la fotógrafa tuvo que morderse el labio para no hacerlo también-. Y nada, estuvimos hablando de todo un poco.
-¿Te llamó para preguntarte eso?
-Me invitó a pizzas y cerves para preguntarme eso, imagínate lo que te quiere.
-Ay, es muy mona, ¿no?-suspiró Natalia.
-Te quiere mucho-María sonrió de lado-. Y ojo, que yo fui la primera que quería asesinarla cuando me contaste lo que te había dicho.
-O partirle las piernas-se rió la morena al acordarse de aquello.
-Exacto. Pero no sé, yo la vi arrepentida.
-¿Qué más te dijo?
-¿Qué te hace pensar que te voy a contar los detalles de toda la conversación?
-¿Que me quieres muchísimo?-puso su cara más angelical, y la rubia soltó una carcajada.
-No funciona así, que soy una tía legal. ¿O tú crees que fui y le conté todo lo que había hablado contigo desde que discutisteis?
-No sé, ¿se lo contaste?
-Por supuesto que no. Solo solté la información justa que consideré necesaria, como he hecho ahora.
-Te odio.
-Ya lo sé-sonrió.





La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora