52. Contigo

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Las semanas estaban avanzando rápido, tanto que prácticamente no se dieron cuenta de que pasaba el mes de noviembre, y con su paso se acercaba cada vez más la cuarta estación, la más fría. Como si fueran protagonistas de un videoclip alternativo para Invierno a la vista, de Izaro, Natalia y Alba seguían quedando cada vez que tenían un rato libre y paseaban bajo un mismo paraguas los días que llovía; o cambiaban el cenar fuera los miércoles por ir al piso de la pediatra; o se molestaban la una a la otra dándose frío con unos pies congelados cuando se acurrucaban en el sofá al llegar a casa con los zapatos calados por la lluvia. Y cuando no llovía salían a la calle a ver alguna exposición de pintura o a comprar una maceta para reponer la que había roto Luisa en su última trastada, o simplemente a pasear por las calles del barrio. Todo eso, claro, entre abrazos inflados como los que menciona la canción; inflados por los chaquetones que habían tenido que empezar a usar, e inflados porque ellas mismas estaban un poco como flotando. Estaba siendo uno de los otoños más fríos de los últimos años, pero quizás también estaba siendo uno de los otoños favoritos de ambas, porque no todos los años pasas el otoño sintiendo que a lo mejor has encontrado a la persona con la que no te importaría pasar el resto de tu vida, pero ellas, con esa intensidad propia de los primeros meses de relación, sí que lo estaban sintiendo, y por eso el frío no les importaba demasiado. Además, el frío les enfriaba la nariz, y cuando Natalia tenía la nariz fría, se agachaba y se la pegaba a la rubia en la base del cuello, y esta siempre daba un salto y se cagaba en toda su estirpe mientras la empujaba para apartarla; y la forma en la que le gritaba siempre hacía a la morena reír tan alto que se le olvidaba preocuparse por si la gente las miraba. Así que, un poco como si fueran las protagonistas de un videoclip que no existe de Invierno a la vista y otro poco como si fueran Elsa de Arendelle porque el frío no les importaba, llegó diciembre.

-No me puedo creer que vayamos a dedicar el día de hoy, con todo lo adultos que somos, a hacer esto-decía África mientras levantaba las bolsas que cargaba y negaba con la cabeza, para luego señalar a Alba con la barbilla-. Veintiocho añazos va a cumplir esa señora en unos días.
-En seis días todavía, ¿eh?-apuntó la pediatra.
-Huy, ¡mira!-exclamó Sergio, señalando su flequillo-. ¡Una cana! 
-Idiota-se rió la rubia, que caminaba de la mano de la fotógrafa pero levantó el dedo corazón en su dirección con la que tenía libre.
-Oye, pero no hacía falta que vinierais, si podíais venir luego a comer y ya está-intervino Natalia.
-No te rayes, cariño, si es solo que le gusta quejarse, pero el plan mola.
-Es la falta de costumbre-se justificó África-. Que lo de tener una cría en el grupo pues es reciente para mí.
-Al principio se hace raro-sonrió Natalia, porque recordó lo raro que se le hacía ver qué su amiga era madre de verdad cuando Alejandra acababa de nacer y porque le gustaba ver a África y a Sergio tan fusionados ya con sus amigas y con ella misma.

Igual que había avanzado la relación con Alba en ese tiempo, también se había forjado una amistad bastante fuerte entre los seis, de las que constó con poco tiempo, muchas cañas y demasiadas risas para consolidarse, y a esas alturas la única concepción que tenían del grupo era de los seis juntos. Pero claro, los médicos estaban poco acostumbrados a tener una amistad con hijos y se les hacía raro quedar en un parque o, como era la ocasión ese día, para poner decoración navideña con la peque. La peque que en realidad era demasiado peque todavía como para que fuese a enterarse de mucho, pero Vicky tenía claro que quería empezar ya a inculcarle el amor que ella misma le tenía a las navidades, y les había pedido a María y a Natalia que las acompañaran en ese plan familiar, porque eran como familia. Y al plan familiar se habían acabado uniendo también primero su novia y luego Sergio y África. A Natalia le hacía ilusión en realidad, porque su recuerdo de las navidades de pequeña era bastante abarrotado, siendo cinco personas en casa; y le apetecía que el de su ahijada también lo fuera a pesar de que, técnicamente, ellas eran solo dos. Y eran dos pero solo técnicamente porque ese sábado por la mañana había otros cinco adultos llenando su piso para dar calidez a las primeras navidades de Alejandra con un mínimo de consciencia.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora