82. No quiero 1 beso

5.7K 457 96
                                    

Más o menos al mismo tiempo que Alba se cagaba en Ayuso al salir de la clínica, Natalia estaba siendo interrogada en su piso por María y Vicky, mientras Ale jugaba con Fígaro y llenaba el salón de carcajadas contagiosas.

-¿Y qué tal? ¿No te ha matado?
-Creo que no le han faltado ganas-admitió la morena-. Pero no lo ha hecho, supongo que eso ya es algo, ¿no?
-Eso es muchísimo.
-Ay, chicas-suspiró Natalia-, ¿vosotras qué creéis que tengo que hacer ahora?
-Esa no es la pregunta-dijo Vicky-. La pregunta es qué quieres hacer.
-Y por qué quieres hacerlo.
-Pero si yo eso lo sé, lo que pasa es que seguro que piensa... yo también lo pensaría, porque a cuento de qué... es que corté con ella, la dejé, y ahora...
-Natinat, por partes-la frenó la bailarina desde la cocina, y la fotógrafa guardó silencio hasta que la vio aparecer por el salón de nuevo con la cena de su hija-. ¿Qué es lo que quieres?
-Pues quiero volver con ella.
-Mírala, qué firme-sonrió María-. Qué orgullosa estoy de ti.
-¿Y por qué quieres volver?
-Porque llevo desde que volví de Barcelona arrepintiéndome de tomar esa decisión por las dos, porque... porque no se había ido el amor-se mordió el labio, con la cabeza gacha, y esperó que no le pidieran que elaborase más esa respuesta.
-Pero para eso vas a tener que pelear, lo sabes, ¿no?
-Sí, si yo lo sé, Mari-se rascó la nuca-. Pero creo que merece la pena hacerlo.
-¡Pues claro que merece, coño!
-La niña-recordó Vicky, riéndose.
-Está arrancándole la cola al gato-se encogió de hombros María, restándole importancia con un gesto de la mano, y puso cara de inocente cuando Ale repitió sus últimas tres palabras, se rió y Vicky la miró con cara de "¿ves como lo escucha todo?"-. ¡Es que es un loro!
-Por eso te lo digo-se rió Vicky.
-Ale, a la tita Mari ni se le escucha ni se le repite, ¿vale?
-Se escuta se depite-se rió la niña mientras se sentaba en la silla con ayuda de su madre, y le dio más risa aún con la cara que puso María.
-Esta renacuaja no me tiene ningún respeto-negó con la cabeza-. A ver, Natalia, a lo que íbamos. ¿Entonces tú lo tienes claro?
-Sí, yo lo tengo clarísimo, pero ella seguro... Seguro que piensa que lo hago por capricho, porque a cuento de qué después de casi dos meses de dejarla de pronto quiero volver. ¿Y ahora soy yo la que toma la decisión otra vez?
-Si le explicas bien por qué quieres volver no va a pensar que lo haces por capricho.
-Y no estás tomando tú ninguna decisión, estás dejando abierta la posibilidad, diciéndole que se lo piense, que si ella quiere puede pasar-añadió Vicky.
-Estoy cagada-dijo la fotógrafa, mordiéndose el labio, y sus amigas la miraron con ternura.
-Es que no va a ser fácil, Natinat, pero si tienes claro que es lo que quieres, pa'lante.
-Quiero que me escuche-se encogió de hombros-. Solo eso, aunque si consigo que lo haga cuando no esté tan enfadada, mejor.
-Yo creo que ni siquiera está tan enfadada-reflexionó en alto María, y siguió explicándose cuando vio la mirada de "no nos la ilusiones en vano" que le dedicó Vicky-. O sea, está cabreada, pero no es para tanto. Que no te odia, quiero decir.
-Eso me ha dicho ella-murmuró Natalia mientras se encogía de hombros.
-¿El qué?
-Que no me odia.
-¿Ves? Es que estoy segura de que no lo hace, pero que intenta hacerlo para que le sea más fácil olvidarte y pasar página.
-Pero yo no quiero que me olvide.
-Pues consigue que no te odie.




...............................................................................




-Gilipollas-murmuró Alba mientras cerraba la puerta del frigo con más fuerza de la necesaria-. Es que es gilipollas.

Llevaba desde la visita de Natalia a la consulta del jueves sin poder parar de pensar en el intercambio tan breve de palabras que habían tenido, ni en las pocas veces que sus ojos se cruzaron, y cada vez que lo hacía su estómago se revolvía y su pulso se aceleraba, y Alba se cabreaba aún más. No llevaba todo el tiempo que llevaba intentando asumir que todo lo que hubiese vivido con la fotógrafa era ya parte del pasado y que no iba a volver, y autoconvenciéndose de que no le dolía tanto como lo hacía, para que ahora todo aquello se le pusiera patas arriba por culpa de una visita de diez minutos a su clínica.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora