95. "Hace tiempo"

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-Creo... creo que esto significa que podemos buscar al Spiderman, ¿no?-Alba le dedicó una sonrisa pequeña a la fotógrafa, que observaba las manos que habían entrelazado mientras escuchaban la canción pero levantó la mirada cuando la escuchó hablar.
-Significa eso-la morena soltó una risilla-. Pero también significa más cosas.
-¿Y quieres hablar de esas cosas?
-Sí-carraspeó-. También significa que... ¿te acuerdas cuando te puse aquella canción, la de Brillito, porque te decía que estabas siendo como una luz que hacía más fácil un camino complicado?
-Me acuerdo-asintió la rubia, perdida en los ojos nerviosos de Natalia.
-Pues es que siempre has sido eso, ¿sabes? Como una luz para acompañarme, y hacer las cosas más fáciles. El problema es que... llegué a un punto en el que, como estaba esa luz, lo veía todo tan fácil que de verdad me creí que podía plantarme en medio del mar sin que pasara nada. Y bueno, a la vista está que un poco sí que pasó y que en realidad esa luz hacía las cosas más fáciles pero no hacía que estuviera a salvo-hizo una mueca con la boca, una especie de sonrisa tímida que en realidad era más una sonrisa triste.
-No era un salvavidas-entendió Alba.
-No, pero... ahora entiendo que no tenía que serlo, aunque llegué a verlo así. Llegué a ver esa luz como un salvavidas al que aferrarme cuando todo estuviera mal y... pues no era eso.
-¿Y esa luz... la sigues viendo?
-Claro-sonrió la morena, porque tenía a Alba al lado y acababa de pedirle que se hicieran una foto con un señor disfrazado de Spiderman para seguir una tradición tonta que había empezado con una payasada de la pediatra, y claro que seguía viendo la luz-. Pero ahora es distinta, porque ahora sé que no es un salvavidas. Es una luz para estar ahí, para hacer el panorama más bonito. Y quiero... con la canción quiero decirte eso, que ahora entiendo lo que es esa luz en realidad y que aún así quiero ir al agua. Quiero ir al agua aunque sea peligroso y aunque haya partes en las que no haga pie porque, si viene el temporal y me hago daño porque me revolcó una ola, además de mar también somos río y también podemos ayudarnos a curar esas heridas con un poquito de agua dulce, pero seguir nadando.
-¿También somos río?-preguntó la rubia, con una sonrisa, según iba entendiendo lo que decía Natalia.
-Sí-se encogió de hombros-. Podemos serlo, podemos ser un río de agua dulce ahora que tenemos las heridas abiertas, para que la sal del mar no haga que nos escuezan, y así poder seguir nadando juntas hasta que podamos volver al mar. Eso... eso es lo que quería decirte con la canción, que sé que quiero meterme al agua a pesar de las heridas porque, como hay luz, ni siquiera da tanto miedo el mar.
-Tiene cojones que vivimos en Madrid y no paramos de hablar de mares y ríos y agua, ¿eh?-sonrió la pediatra, para quitarle peso a la conversación, y consiguió sacar una carcajada a su fotógrafa. Se le ensanchó la sonrisa y le dio un apretón en la mano-. Yo también tengo ganas de ir al agua, ¿sabes?
-¿Sí?-la morena se sintió flotar de alegría ante ese dato.
-Sí-asintió-. Cuando te pedí que nos tomáramos un tiempo te dije que a lo mejor nos venía bien tomar el sol un poquito, porque creía que alejarnos del mar iba a ayudarnos. Pero la realidad es que tomar el sol ha sido mucho peor que cualquier ola rompiendo con demasiada fuerza, y me he quemado entera y resulta que no era la solución a nada. Y echo de menos estar en el agua.

Con esa afirmación, una mirada larga y muy brillante, y un beso que pudo durar diez días, sellaron aquel mensaje que ambas habían querido darse, cada una a su manera. La fotógrafa con canciones, metáforas y mares que no existían en Madrid pero que existían con ellas; y la pediatra, más terrenal y un poco loca, con una foto posando con un hombre disfrazado de Spiderman que se convertiría en la segunda de su colección de infinitas fotos con Spiderman por cada Navidad que pasaran juntas. Esas fotos podrían colgarlas, ordenadas por año, en la pared de una casa que aún no tenían pero que quizás algún día compartirían. E incluso podrían enseñarle a sus nietos cómo había cambiado el pelo de cada una de un año para el otro, aunque ellas siguieran allí, nadando en plena Plaza Mayor de Madrid y buceando, sin soltarse, entre peces que desde fuera solo eran muchísimos turistas atraídos por el famoso mercadillo navideño.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora