9. Una fiesta de bienvenida y una conversación intensa

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-Hermanita, ha llegado alguien más-le informó Santi a Natalia, que a cada minuto que pasaba más ganas de matar a María tenía.

Le había dicho que había avisado a un par de amigos de Vicky para la fiesta sorpresa que le habían organizado para celebrar su primera gira como bailarina. Lo que se le había olvidado mencionar era que ese "par de amigos" ya iban por diez, y Natalia tenía que enfrentarse sola a tantos desconocidos. En realidad no eran desconocidos, a muchos de ellos les había visto en más de una ocasión, pero no tenía ni de lejos la confianza suficiente como para sentirse cómoda rodeada de todos ellos. Y por si fuera poco, como los anfitriones de la fiesta eran sus padres, no solo por el tamaño de su casa sino porque allí la querían como si fuera una hija más, Natalia sentía que tenía la responsabilidad de encargarse ella de los invitados. Al fin y al cabo, ella era el nexo entre la celebración y la persona para quien habían organizado todo eso.

-Ale, cariño, ten cuidado-la cogió en brazos cuando vio que empezaba a tirar del mantel que había en la mesa del patio, a punto de tirarlo todo por los aires. Miró su reloj y se puso más nerviosa todavía, María no tardaría ya nada en llegar con Vicky.
-Está hecha un terremoto, ¿eh?-escuchó a su espalda, y se giró para encontrarse con Clara, una amiga de Vicky con la que había coincidido en más de una ocasión.
-¿Qué?
-Ale, que está que no para.
-Ah, sí-se rascó la nuca mientras buscaba algo más para decir y no parecer más rara de lo que ya debía parecer-. Desde que empezó a andar hay que tener veinte ojos encima de ella.
-Bueno, ahora mismo los cubrimos.
-¿Cómo?
-Los veinte ojos-se rió con ligereza, y Natalia se sonrojó.
-Ah, claro-carraspeó-. Y... y aún así casi nos deja sin tarta, imagínate.
-Qué poco se parece a su madre, ¿eh?-ironizó Clara, haciendo cosquillas en la barriga de la pequeña-. Dos culos inquietos.
-Ya ves-sonrió-. Por cierto, deben estar a punto de llegar. Te importa... ¿te importa decirles que vayan preparándose y eso?
-Hecho-Clara le devolvió la sonrisa. Las veces que habían coincidido le habían bastado para darse cuenta de la timidez de la morena, así que qué menos que intentar ayudarla.

Natalia suspiró cuando la vio darse la vuelta para avisar a los demás, orgullosa de lo bien que se había desenvuelto. Claro que estamos hablando de una persona sola, y eso facilitaba mucho las cosas. Antes de que le diera tiempo a armarse de valor para ir a ofrecerles algo de beber, escuchó el sonido del timbre y le dio un vuelco al corazón. Echó las cortinas que daban al patio, para que no viera la que había allí liada, mandó a Santi encender la tele y tuvo que lanzarle un cojín a Elena para que le hiciera caso y se sentara con el portátil, como si estuviera viendo una serie.

-¡Ya vamos!-exclamó, y miró a Ale mientras se acercaba a la puerta-. Mira quién ha venido, Ale, mira quién está aquí.

Intentó pedirle a su madre que se comportara con normalidad, pero sabía que la normalidad en un caso así era justamente lo que estaba haciendo: plantarse al lado de la puerta con el móvil listo para grabar el reencuentro de Vicky con su hija. Sacudió la cabeza para contener la sonrisa y, cuando abrió, no tuvo claro quién se lanzó a abrazar a quién antes.

-¡Mi vida, pero qué grande estás!-exclamó Vicky, mientras cogía a Ale en brazos y esta se reía, pataleaba, movía las manos en alto y repetía "mami" una y otra vez-. Ven aquí, tita Nati.

Natalia se dejó abrazar, intentando no aplastar a su ahijada mientras Vicky se la comía a besos. Definitivamente, la había echado muchísimo de menos, y eso que solo habían sido tres semanas.

-Madre mía, pero si estás guapísima. ¿Te ha cuidado bien la tita?
-Vicky, cariño-la madre de Natalia se hizo ver, pues con la emoción no había reparado antes en ella, y la morena le cedió el espacio para que la abrazara-. Estamos orgullosísimos de ti.
-María-suspiró la rubia teñida, recibiendo ese abrazo de madre-, muchas gracias.
-Ven, pasa, mujer. Tú estás más delgada, ¿no? ¿Has comido bien? ¡Elena, Santi, pero decid hola por lo menos!
-Tocaya, a mí ni hola, ¿no?
-Ay, María, perdona. Es que con la emoción...
-¡Vicky!-Mikel bajó las escaleras como si aquello realmente le pillara de improvisto y no tuviese toda una fiesta de bienvenida montada en el patio trasero de su casa.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora