60. With a bit of rock music

6.5K 442 73
                                    

Diez minutos es lo que podrían haber tardado en comprar el regalo de Alejandra si Natalia no fuera una persona tan sumamente indecisa. Cumplía dos años, no es que fuera a ser muy selectiva la niña con los juguetes, pero eso a la fotógrafa le daba igual. Podían llevar perfectamente más de una hora dentro de la tienda, que ni siquiera era grande, comparando  opciones y viéndoles inconvenientes enormes a todas, inconvenientes que solían ser que podía hacerse daño con alguna pieza si le daba por lanzarlas por los aires. Y como eso podría pasarle con absolutamente cualquier cosa que no fuera un peluche, así estaban, aún sin decidir.

-Nat, cariño, sabes que quedan como tres semanas aún para su cumple, ¿no?-se rió Alba-. No tienes que decidirte ya.
-Pero es que luego se pasan los días, llega su cumple y no le he comprado nada.
-A ver, ¿pero por qué no te convence la granja?
-Porque las piezas de los animales las va a tener todo el día por el suelo, y seguro que las pisa y se cae de boca. ¿Y los pocos dientes que tiene? Adiós todos.
-Pero eso le puede pasar con cualquier juguete-intentó hacerla entrar en razón-. A mí me parece monísima.
-¿Tú crees?-suspiró, observando por trigésima vez la granja en cuestión. Era una caseta de madera a la que le faltaba medio techo y una pared para mantenerla abierta y poder ver el interior, e incluía varios animales con diseños muy sencillos e incluso un tractor. Era mona, pero podía darle por meterse en la boca la jarra para ordeñar, también de madera, que venía en el pack-. No me convence, Alba, esa jarra es muy pequeña y se la va a llevar a la boca.
-¿Pero tú eres consciente de que eso lo va a hacer con todo?
-¿Tú crees que le gustará el tren?
-Seguro que le encanta también.
-Pero es que la granja viene con un gato, y como está tan loca con Fígaro le haría muchísima ilusión.
-Pues la granja.
-No, que no quiero que se trague la jarra.
-Natus, pues el tren-se volvió a reír la pediatra, que no podía creerse que le fuera a costar tanto decidir incluso habiendo reducido las opciones a dos.
-¿Le gustará?
-Cariño-volvió a reírse Alba-, cumple dos añitos. A esa edad es como un gato, le das una caja de cartón y es feliz.
-Ya, pero no quiero regalarle algo que no le guste.
-El tren le va a encantar, ¿no ves que se vuelve loca con cualquier cosa con ruedas que se cruza por la calle?
-Ya-sonrió un poco la morena, y soltó todo el aire de sus pulmones-. ¿Entonces tú crees que el tren está bien?
-El tren lo veo perfecto. Además, lo de montar las vías está bien porque ejercita la motricidad.
-Pero es que por reyes le compré el camión ese que venía con cochecitos dentro, va a pensar la niña que a ver si soy capaz de regalarle algo que no tenga ruedas.
-Natalia-exclamó Alba con desesperación, riéndose-. La niña no va a pensar nada porque cumple dos años y le va a hacer ilusión todo lo que le pongas por delante. Y el de reyes no sabe que fuiste tú.
-Ya-suspiró-. Bueno, entonces decidido, ¿no?
-Decididísimo.
-Pues nos llevamos la granja.
-¿La granja?-preguntó la rubia con la cara desencajada, y Natalia soltó una carcajada al verla que probablemente se escuchó en toda la tienda.
-Era broma-se rió-, nos llevamos el tren.
-Dios, te iba a meter ya los juguetes por el culo, Natalia.
-Hala, serás bruta-abrió mucho los ojos la morena, y Alba soltó una carcajada.
-Es que estaba empezando a fusionarme con la tienda, he estado a puntito de echar raíces aquí entre los estantes.
-Bruta y exagerada.
-Nat, es que yo creo que te has tomado demasiado en serio eso de ser Mercurio-se rió Alba mientras se acercaban a la caja-. Que se puede ser Mercurio y muy lenta y lo que tú quieras, pero sin tardar dos horas en elegir un regalo para una niña de dos años. Eso ya está a otro nivel.
-Pero si no he tardado dos horas.
-Pero casi. Y mira, yo puedo tolerar eso de que tardaras cuatro meses en darme un beso, pero lo de pasar dos horas en una juguetería ya me estaba pareciendo demasiado-le dio un golpe de cadera cuando llegaron al mostrador.

Si no le hubieran atendido en ese momento, Natalia le habría rechistado eso de cuatro meses. ¿Cómo que cuatro meses? No había tardado tanto, ni mucho menos. Al menos no desde que habían empezado a quedar, no, y ni siquiera habían sido cuatro meses desde el primer día que la morena llevó a su ahijada a la consulta de Alba. Estaba segura de que no lo habían sido, pero la pediatra lo había dicho tan convencida que no pudo evitar preguntarse si para ella había resultado tan larga la espera. O a lo mejor solo estaba exagerando, como lo había hecho al decir que habían pasado dos horas en la tienda. Que era una persona lentísima y había tardado mucho en atreverse a dejarse llevar, sí, pero hasta donde ella sabía a Alba no le había importado tener que esperar. Hasta donde ella sabía, porque igual en el fondo sí que había supuesto un inconveniente lo suficientemente grande como para ahora quejarse.

La casa del árbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora